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La reorientación de la religión

Autor: Religion Digital

“Hacemos memoria, en estos días, del misterio esencial del cristianismo: la encarnación”

“Hemos de enfrentarnos, en consecuencia, con el principal problema que ha de afrontar el ser humano: el misterio insondable de Dios, el Trascendente”

“En el cristianismo, la figura central e insustituible, que  no debe marginarse sino seguirse sin condicionamientos, es la de Jesús de Nazaret”

“A través de lo humano, de lo profano, de la lucha por construir la sociedad del momento encontraremos a Dios. “Cuanto más humanos seamos, más ‘divinos’ nos hacemos” (Castillo)”

Estamos en la antesala de la Navidad. Tiempo litúrgico en el que la Iglesia católica hace memoria del que, en mi opinión, es el misterio esencial del cristianismo: la encarnación de Dios. Momento, en consecuencia, propicio para sentirse invitado a una profunda reflexión en torno a la reorientación que conllevó respecto del modo de entender la religión en su versión más tradicional así como para revisar  la marcha del propio proyecto de vida.

No olvidemos que fuimos formados según una concreta forma de entender la religión (Iglesia católica), que no se identifica, ni muchos  menos, con ‘la vida y la doctrina de la palabra’, con el testimonio de Jesús, contenido, prioritariamente, en los Evangelios.

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Navidad

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Hemos de enfrentarnos, en consecuencia, con el principal problema que ha de afrontar el ser humano: el misterio insondable de Dios. ¿Cómo saber algo sobre  este gran misterio?  Dios es el trascendente y,  por tanto, es incomunicable con lo inmanente. Dios pertenece a un ámbito de la realidad, que no está a nuestro alcance. Dicho de otro modo, la mente humana, por poderosa que sea su capacidad,  no puede conocer a Dios. ¿Cómo superar este fundamental obstáculo? El cristianismo lo ha resuelto mediante la encarnación de Dios. Es decir, en Jesús, Dios se ha humanizado, se ha revelado, se ha hecho cognoscible a los humanos.

Cuando Felipe, después de la última cena, entre incrédulo y desconfiado (dominado por la duda), pidió a Jesús que le mostrara al Padre, Éste le contestó:

“Tanto tiempo estoy con vosotros, ¿y  no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí ha visto al Padre; ¿cómo dices tú ‘Muéstranos al Padre’? ¿No creéis que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí? Las palabras que yo os digo no las pronuncio por mi cuenta, sino que el Padre que permanece en mí realiza sus obras. Creedme, yo estoy en el Padre y el Padre en mí; pero si no, creed por las propias obras” (Jn 14, 9-11).

Este texto (cfr. Mt 3, 13-17; Mc 1,10-11; Lc 3,21-22) es de una trascendencia definitiva: Dios se ha encarnado y humanizado en el hombre Jesús de Nazaret. Es decir, ‘a Dios lo vemos, lo oímos, lo conocemos en un ser humano’, en Jesús de Nazaret, en quien lo divino y lo humano se funden en uno. En lo sucesivo, si se quiere ser cristiano, la figura central e insustituible, que  no debe marginarse sino seguirse sin condicionamientos, es la de Jesús de Nazaret. A Éste no se le conoce mediante libros, prédicas y similares. Se le conoce mediante la vida, que surge como efecto de su seguimiento. ¿Qué pensar del hecho cierto, consistente en la marginación del Evangelio, incluso en cuestiones trascendentales, que ha venido protagonizándose por la Iglesia católica?

Comparto, sin reserva alguna, la siguiente reflexión de Romano Guardini:

“No hay ninguna doctrina, ninguna estructura fundamental de valores éticos, ninguna actitud religiosa ni ningún orden vital que pueda separarse dela persona de Cristo y del que, después, pueda decirse que es cristiano. Lo cristiano es Él mismo, lo que a través de Él llega al hombre y la relación que a través de Él puede mantener el hombre con Dios”.

Navidad

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La encarnación/humanización de Dios reorienta y centra la religión en torno a la figura de Jesús.  De ese modo, se opera una efectiva superación del modo tradicional de entenderla  y un efectivo desplazamiento a otro ámbito. Ya no girará en torno al Templo, a sus Jerarquías (sacerdotes), ni a su doctrina, que reclama sumisión y obediencia. El cristianismo pone el eje y el centro, como venimos subrayando, en la persona de Jesús.  La religión es sustituida por el Evangelio. Por tanto, como dejó dicho José María Castillo, “viviendo como vivió Jesús así es como podemos conocer a Dios y hacer lo que Dios quiere que hagamos”. Esto es, a través de lo humano, de lo profano, de la lucha por construir la sociedad del momento encontraremos a Dios. ‘Cuanto más humanos seamos, más ‘divinos’ nos hacemos” (Castillo).

Estamos ante una orientación muy diferenciada de entender la religión. Fue tan clara esta reorientación, que el mismo Jesús hubo de enfrentarse con la religión oficial (sus dirigentes), llevándole a la muerte en la Cruz.

CODA FINAL. ¡Feliz Navidad a todos! Sin distinción de colores. ¡Seamos más humanos y humanizaremos a este mundo tan deshumanizado! ¡Paz en el mundo!

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