Si se pone uno estupendo en la taberna puede acabar pontificando sobre el mercado teatral, esa entelequia que alimentan y alimenta a los mercaderes. Cada año, cuando se encienden las bombillas alegóricas en algunas calles de nuestras ciudades me asalta un brote de nostalgia, un recuerdo, una circunstancia porque sabíamos que después del 8 diciembre y hasta el día 26, la asistencia a los teatros y salas, al menos en mi Barcelona natal y donde se formó mi conciencia teatral global, se resentía bastante. Se sabía que la población, la gente, la ciudadanía entraba en una fase de preparación navideña, haciendo acopio de viandas, turrones, bebidas, completando agendas familiares, es decir, una labor bastante exigente generalmente asumida por las madres.

No se cambiaba apenas la cartelera. Por cierto, una obra duraba en cartel entre un mes y tres o incluso más, de manera habitual, no existía esta frenética rotación actual. Se unían a lo ya programado, circos, festejos externos de marcado color familiar, infantil especialmente. Una vez se entraba en días como hoy, 23 de diciembre, con las clases terminadas, niños y niñas ocupaban espacio en los pisos urbanos y necesitaban atención y restaban fuerzas para todo lo otro. Por eso había alternativas barriales, comunales, y todo lo arriba expuesto. Conforme se fue perfilando la opción del teatro específico para niños y niñas, fue variando algo la oferta.

En las programaciones para adultos se actuaba los días de la fiesta navideña, en el año nuevo se programaba para que coincidiera con las campanadas, se comieran las uvas y se bebiera cava y además hacíamos un fin de fiesta especial con números de revista. Lo recuerdo como algo importante, porque en el año 1977 la platea del Teatro Romea estaba llena y hacíamos un Don Juan Tenorio con Mary Santpere y Joan Capri.

Les cuento esta parte de mi memoria teatral porque de manera consciente asisto estos días a varios teatros para ver obras que no formen parte del contexto temporal y siempre me pregunto algo que no tiene una respuesta inmediata, ¿de dónde salen esos públicos que me acompañan o en el Fernando Fernán Gómez o en el Teatro Tribueñe? Son dos ejemplos antagónicos, pero me sirven para mantenerme en la misma duda, ¿de dónde salen los públicos que acuden a los estrenos y las programaciones teatrales? ¿Cómo se configuran socialmente, qué sistema de información utilizan para tomar las decisiones? En un estreno institucional encuentro a mis pares de manera abultada, gente de la profesión, pero en otros momentos y otros espacios de exhibición donde procuro asistir a actuaciones ordinarias, la pregunta me asalta todavía con mayor fuerza, ¿quién determina la dedicación temporal a un sector u otro? Y algo más allá, el supuesto Mercado, sostiene esto de manera global y comprobado, hay un seguimiento a las tendencias de los que manejan mejor las taquillas sin apenas control de eficacia.

Parece que se programa teatro para los niños y niñas en horarios adecuados para liberar de su presencia en los hogares. Es, por lo tanto, y al parecer, una estrategia social más que cultural. En todas las bibliotecas públicas hay actividades para captar la atención de los pequeños. Es una parte del mercado navideño.

Las artes escénicas convertidas en instrumentales, no en fundamentales. Probablemente sea el circo donde la temporada navideña mantenga los máximos estándares de calidad y reclamo. Es un acto de mercado puro, hay que comprar entradas y todo lo que bajo las carpas se vende. Acostumbra a ser un acontecimiento familiar, se elige bien el día, a veces con muchas semanas de antelación ya que existe una demanda gratificante y alguien lleva hijos, sobrinos y demás concurrencia.

Sin querer ser rebelde sin causa, abogo desde hace mucho tiempo por programaciones para niños y niñas de manera ordinaria, habitual, de cada fin de semana para que el ir al teatro no sea una obligación escolar, sino un disfrute familiar real, una habituación a ver de manera voluntaria y gozosa artes escénicas específicas, de calidad, adecuadas a cada tramo de edad. Hubo un tiempo no muy lejano donde se dieron muchas pasos en este sentido. Parece que se ha perdido ese impulso. Habrá que recuperarlo, entre otras tantas cosas que se han ido perdiendo por la presión del famoso mercado que está acaparando de manera mercantil y no cultural todas las acciones privadas y hasta públicas.