Un hombre entre una multitud sostiene una bandera siria sobre su cabeza en señal de celebración.

Fuente de la imagen, Reuters

Pie de foto, Los sirios residentes en Grecia se reunieron en la plaza Syntagma de Atenas para celebrar
  • Autor, Sanaa Alkhoury
  • Título del autor, Servicio árabe de la BBC

Cientos de sirios silban, bailan, cantan y gritan consignas mientras estallan las celebraciones en Altındağ, un distrito de Ankara, Turquía. Las celebraciones comenzaron a primera hora de la mañana, cuando llegó la noticia de que el régimen de Bashar Al-Assad había sido derrocado.

“Estoy muy feliz, es la primera vez en mi vida que me siento tan feliz”, dice Asif, un joven de unos veinte años de la ciudad siria de Hama. Lleva en sus manos banderas turcas y de la oposición siria.

“No hemos dormido desde anoche. No puedo expresar con palabras lo que siento. Nadie se quedará aquí más. Todo el mundo quiere volver porque la guerra en nuestro país ha terminado. Damos las gracias a Turquía”.

Su amigo Ayham, que es de Alepo, comparte el mismo sentimiento.

“No pudimos volver por la crueldad de Al Assad. Escapamos de las manos del tirano. Tuvimos que irnos porque no queríamos que nos obligaran a matar a nuestros propios compatriotas. Ahora que todo ha terminado, vamos a volver”.

Otro joven, que lleva 14 años viviendo en Turquía, dice que está decidido a volver a Siria y que abandonará Turquía inmediatamente.

“Aquí no nos queda nada. Es hora de volver a Siria. Reconstruiremos si es necesario, incluso empezando desde cero. Hoy, el día en que tenía previsto casarme, Siria se ha vuelto libre. Nunca olvidaré esta fecha”.

Celebraciones similares estallaron en otras ciudades de Turquía con grandes comunidades sirias, incluida Estambul.

En Şişli, multitudes se congregaron frente al consulado sirio y arriaron la bandera del régimen de Assad.

Turquía ha acogido a unos tres millones de refugiados sirios desde que comenzó la guerra civil en 2011.

Confusión y miedo

En medio de la esperanza y la emoción, no todos están ansiosos por regresar a Siria tan pronto.

En un tranquilo vagón de tren en Berlín, Rasha habla suavemente a una grabadora de teléfono, con cuidado de no molestar a los demás pasajeros. Hasta hace poco, se había resignado a la idea de que nunca volvería a ver la casa de su familia en Damasco.

Un hombre pinta la bandera verde, blanca y negra de la antigua República Siria en la cara de otro hombre.

Fuente de la imagen, Azra Tosuner / BBC

Pie de foto, Los sirios celebran la caída del régimen de Asad en Estambul

Durante la última década, el conflicto sirio en curso había obligado a millones de personas como ella a aceptar que algunas partes de su pasado podrían permanecer para siempre fuera de su alcance. Pero entonces llegó la noticia.

Para muchos refugiados sirios, la noticia desencadenó un torbellino de emociones contradictorias: incredulidad, alegría, esperanza, confusión y miedo.

Para Rasha, la emoción se ve atenuada por la incertidumbre ante lo desconocido. Su impulso inmediato fue “hacer las maletas y volver”, pero los aspectos prácticos de la decisión pronto se hicieron notar, exigiendo una respuesta más mesurada.

“Sé que la pesadilla de cruzar la frontera y temer ser arrestada o desaparecer ya no existe, pero ahora hay otro tipo de miedo: la posibilidad de represalias, tensiones sectarias y actos de venganza”.

Como miembro de una minoría religiosa, Rasha es especialmente consciente de los riesgos potenciales de volver. Si bien aún no ha habido informes confirmados de violencia dirigida a grupos específicos, sigue siendo cautelosa.

“Todavía estamos en los primeros momentos felices”, dice con cautela. “Necesitamos pensar racionalmente”.

La situación de Rasha se complica aún más por su condición de refugiada en Alemania. Después de haber pasado años integrándose en su nueva comunidad, está en camino de recibir la ciudadanía alemana dentro de un año, un hito que le garantizaría una mayor libertad de movimiento.

“Queremos volver sin perder los logros que hemos alcanzado aquí”, explica, refiriéndose a los conocimientos de idiomas, la educación y la estabilidad que ha logrado. “Si vuelvo ahora y pierdo mi estatus legal, podría arriesgarlo todo”.

Sus preocupaciones también se extienden al destino de la casa de su familia en Damasco.

“Antes de ayer, pensaba que nunca volvería a ver nuestra casa”, admite. “Ahora, hay esperanza. ¿Pero qué pasa si alguien más se la apropia?”.

Se siente aliviada al saber que todavía no se ha informado de ningún robo generalizado, pero la incertidumbre persiste.

“Estoy contenta de que el régimen haya caído, pero temo los enfrentamientos, el aumento del extremismo y el fanatismo”.

Un regreso que no será sencillo

Rasha es solo una de los más de 14 millones de sirios que han huido de sus hogares desde que estalló el conflicto en 2011. Según ACNUR, la crisis de refugiados sirios es el mayor desplazamiento forzado de nuestro tiempo.

Más de 5,5 millones de refugiados sirios residen en países vecinos, entre ellos Turquía, Líbano, Jordania, Irak y Egipto. Alemania, que acoge a más de 850.000 sirios, se ha convertido en el mayor país de acogida de los refugiados que escaparon de Medio Oriente.

Para muchos refugiados, la vida en el extranjero ha sido un desafío, ya que han pasado años sorteando obstáculos legales, soportando dificultades económicas y enfrentándose a brotes de xenofobia.

Tres mujeres celebran en las calles

Fuente de la imagen, WAEL HAMZEH/EPA-EFE/REX/Shutterstock

Pie de foto, Mujeres en Beirut, Líbano, celebran la toma rebelde de la capital siria

Ayah Majzoub, directora regional adjunta de Amnistía Internacional para Medio Oriente y el Norte de África, subraya que el camino hacia el retorno no será sencillo.

“Muchos sirios que podrían plantearse regresar han perdido sus hogares, sus empleos y a sus seres queridos”, explica.

“La economía de Siria ha quedado diezmada por años de conflicto y sanciones. Las agencias humanitarias deben garantizar urgentemente que los retornos sean voluntarios, seguros y dignos. Los retornados necesitan acceso a alojamiento, alimentos, agua, saneamiento y atención sanitaria”.

Majzoub también subraya la importancia de evitar la repatriación forzosa. “Los gobiernos de acogida no deben obligar a nadie a regresar”, afirma.

“Los retornos deben ser completamente voluntarios y seguiremos vigilando los riesgos a los que se enfrentan los retornados, independientemente de su religión, etnia o postura política”.

La gente ondea banderas sirias y danesas en una plaza de Copenhague, Dinamarca.

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Pie de foto, En Copenhague, Dinamarca, la diáspora siria celebra la caída de Al Assad

Para Mahmoud Bouaydani, un refugiado sirio en Turquía, las noticias de Damasco le trajeron un torrente de recuerdos.

“Fue como ver una película de los últimos diez años: cada proyectil de mortero, cada ataque químico, cada bombardeo aéreo”.

Mahmoud huyó de Duma en 2018 después de años de asedio y ahora estudia ingeniería informática en la Universidad Kocaeli, cerca de Estambul.

A pesar de su cauto optimismo, reconoce los desafíos de regresar.

“Lo primero en lo que pienso es en nuestra propiedad familiar. No sabemos qué ha pasado con ella. Tal vez se vendió sin nuestro conocimiento”.

Mahmoud también sigue centrado en terminar su educación.

“Quiero visitar Siria primero, pero necesito claridad sobre la seguridad, la gobernanza y el estado de derecho. No puedo renunciar a mi estatus de protección temporal y arriesgarme a perder mi educación o estabilidad aquí”.

Un refugiado sirio con la cara pintada con la bandera siria celebra en Ankara, Turquía.

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Pie de foto, Un refugiado sirio celebra en Ankara, Turquía

En la ciudad jordana de Zarqa, Um Qasim reflexiona sobre sus años como refugiada. “Hemos pasado 12 años en Jordania”, dice. “La gente nos recibió como si fuéramos de la familia, pero el exilio sigue siendo exilio”.

Describe momentos de alegría teñidos de tristeza, especialmente durante las celebraciones o el duelo, cuando la ausencia de los familiares se siente más agudamente.

Aunque sueña con regresar a una Siria en paz, es realista sobre la terrible situación económica del país. “Mi familia allí todavía sufre. No hay electricidad ni agua y los precios son imposibles de pagar. ¿Cómo se supone que va a vivir la gente?”.

Sus emociones encontradas reflejan las de muchos en la diáspora.

“Estamos felices de que el régimen haya caído, pero dejar Jordania, después de formar una segunda familia aquí, será desgarrador”.

La frontera

En el paso fronterizo libanés de Masnaa, cientos de sirios se han reunido en los últimos días, esperando poder cruzar de nuevo a Siria.

El Líbano acoge el mayor número de refugiados per cápita del mundo y actualmente tiene 768.353 refugiados sirios registrados en la ACNUR, aunque se cree que muchos más no están registrados.

Dalal Harb, portavoz de ACNUR en el Líbano, afirma que la agencia ha observado algunos retornos, incluso a través de cruces no oficiales en zonas como Wadi Khaled, una región en la frontera nororiental del Líbano.

“ACNUR reitera que todos los refugiados tienen el derecho fundamental de regresar a su país de origen en el momento que elijan, y todos los retornos deben ser voluntarios, dignos y seguros”.

Harb afirma que ACNUR está dispuesto a apoyar a los refugiados que regresan cuando las condiciones lo permitan, al tiempo que subraya que, durante estos tiempos de incertidumbre, los sirios deben tener la flexibilidad de evaluar las condiciones a su regreso, incluso mediante visitas de “ir y ver”.

“La situación en Siria todavía no ha cambiado y muchos sirios intentan evaluar el impacto de los acontecimientos de la semana pasada, qué tan segura es la situación y si este es el momento adecuado para regresar o no”, agrega Harb.

Para muchos sirios, la incertidumbre de lo que vendrá después pesa mucho en sus mentes. Los recuerdos de la guerra, la pérdida y el desplazamiento persisten, incluso mientras imaginan con cautela cómo sería el regreso a Siria.

Por ahora, están observando y esperando.

Multitudes celebran en la calle, ondeando banderas en Trípoli, Líbano.

Fuente de la imagen, EPA-EFE/REX/Shutterstock

Pie de foto, Multitudes celebran en Trípoli, Líbano

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