Por su autocomplacencia y su manera de dormirse en los primeros cinco minutos, en los que concedió un casi gol de Munir y encajó otro; y por su disparatada forma de atacar en los últimos minutos, con unos cambios estrambóticos que no son los primeros que extrañan de Flick, y una disposición táctica en la que, como en los últimos minutos de Helíópolis y Dortmund (pese a la victoria), reinó la anarquía, el Barça perdió de manera inapelable su segundo partido consecutivo como local y ya puede decir abiertamente que lo suyo, al menos en la Liga, es una crisis.
Flick tiene muy difícil explicar la puesta en escena de su equipo en los últimos partidos, pero lo de este domingo pareció especialmente sangrante. Después del regalo del Madrid en Vallecas, el Barça se jugaba volver a ser líder solitario y ‘real’, sin considerar los partidos pendientes que tienen los blancos y el Atlético. El once invitaba a pensar en un equipo que saliese a comerse el partido de un bocado. Pero fue lo contrario.
La peor noticia para el Barça no fue la derrota, sino que fue de más a menos en el partido. Su entrenador, además, estuvo justito de ideas. Metió a Ferran y Fermín porque lo exigía el guion. Pero no pensó en soluciones imaginativas. Luego desfiguró más incluso al equipo, que resultó irreconocible en los últimos minutos. El Leganés, que en los primeros 45 minutos sí vio peligrar el resultado y sobrevivió gracias a Dmitrovic, vivió comodísimo toda la segunda parte. Ni siquiera sintió la necesidad de jugar con el reloj delante de una caricatura de equipo. Cinco puntos de los últimos 18 posibles. Por más que haya ganado a Bayern, Madrid, Sevilla, Athletic o Borussia este año, sí puede decirse: el Barça está en un socavón.