No hay otra forma de describirlo: el triunfo de Donald Trump en las pasadas elecciones presidenciales en Estados Unidos fue más que histórico. Toda una novela de resurrección política que no tiene paralelos y que, aún hoy, mes y medio después, sigue sorprendiendo.
Tras haber perdido con contundencia los comicios del 2020 contra Joe Biden y cuando todo el mundo lo daba por derrotado, el republicano le terminó dando una especie de paliza a la candidata demócrata Kamala Harris en la que no solo ganó el voto popular por más de dos millones de sufragios, sino que se hizo a los triunfos en los siete estados indecisos o bisagra que se suponía iban a provocar un reñido resultado que muchas encuestas, incluso, llegaron a determina como de ‘voto finish’.
Trump también plantea un verdadero terremoto tanto para la política doméstica como en la arena internacional que hacen que su regreso a la Casa Blanca sea observado por el mundo entero
Lo logró, además, con el apoyo de grupos minoritarios como hispanos y jóvenes, en particular hombres, que solían favorecer a los demócratas y provocando, de paso, un giro general del electorado cuya aguja se movió hacia la derecha durante este ciclo electoral.
Otros tres detalles igual de relevantes redondearon la faena electoral: A sus 78 años, Trump llegará a la Casa Blanca el próximo 20 de enero como el presidente electo más viejo en los 248 años de independencia, se convertirá en el segundo candidato en ganar dos periodos no consecutivos tras Grover Cleveland en 1893, y será el único que tome las riendas del poder pese a tener una condena encima luego de que un jurado lo halló culpable por haber cometido fraude.
No menos destacable es cómo Trump, inmensamente popular entre la base del partido, arrastró a los republicanos a una victoria legislativa que les dará el control tanto de la Cámara de Representantes como del Senado a partir del próximo 6 de enero.
Todos estos argumentos de por sí son suficientes para declararlo como el indiscutible personaje del 2024. Sin embargo, Trump también plantea un verdadero terremoto tanto para la política doméstica como en la arena internacional que hacen que su regreso a la Casa Blanca sea observado por el mundo entero, dado que el presidente republicano ganó la presidencia con la promesa de implementar una agresiva agenda antiinmigrante, aislacionista, de shock económico y de oposición al establecimiento y las instituciones.
¿Cómo lo logró? Es aún -y lo seguirá siendo por años- materia de estudio entre los expertos y fuente de intensa recriminación entre los demócratas. Por supuesto, el grueso apunta a una confluencia de factores. Pero, entre todos, no hay duda de que el económico fue el que más pesó.
Aunque el desempeño de la administración de Joe Biden no fue malo y el tiempo probablemente lo pondrá en perspectiva, la aguda inflación que siguió a los años de la pandemia del covid-19 -y que fue mundial- terminó marcando las elecciones de Estados Unidos como ningún otro.
De vivir durante décadas con tasas inflacionarias cercanas a cero, los estadounidenses tuvieron que enfrenar una escalada de precios por momentos superior al nueve por ciento anual y que encareció el costo de vida para la inmensa mayoría.
Desde la canasta familiar, pasando por los precios de la gasolina y aumentos en las tasas de crédito, el incremento de los precios abrió un hueco en el bolsillo de los estadounidenses que Trump supo explotar con un simple interrogante: “¿usted estaba mejor ahora que hace cuatro años?”, dijo en muchas ocasiones durante la campaña. Una respuesta que, para muchos, incluidas personas que no lo respaldaban en otros frentes, fue muy obvia.
El discurso, además, fue amarrado con otros dos conceptos generales que resonaron entre la población y cuya raíz también es económica. El de América Primero y Volvamos a América Grande Otra Vez, que activaron el nacionalismo.
Trump las ensalzó reforzando el argumento de que la migración ilegal de millones que estaban llegando al país gracias a las “laxas políticas fronterizas” de Biden era el motivo por el cual los estadounidenses no tenía trabajo y se sentían inseguros.
Los expertos afirman que fue por un viraje a la derecha, un cambio sorprendente en los patrones del voto latino, el sexismo, el racismo, los inmigrantes, Elon Musk, la desinformación, la guerra en Gaza, la inflación.
Aunque diversos estudios demuestran que eso no es cierto señalando con cifras que los inmigrantes, y mucho menos ilegales, no compiten laboralmente con los estadounidenses, pues ocupan otros sectores de la economía y tampoco son fuente relevante del crimen, la retórica de Trump, en muchos casos plagada de desinformación, terminó siendo contundente.
Su victoria, no sobra decirlo, también fue producto de una insólita carrera presidencial en la que los demócratas perdieron a su candidato –Joe Biden- a solo cuatro meses de las elecciones, luego de un debate televisivo en el que sus años y fragilidad quedaron expuestos.
Y si bien el ascenso de Kamala Harris les devolvió la esperanza de manera transitoria, lo cierto es que la vicepresidenta nunca se pudo desmarcar de una administración de la que es parte. Eso sumado a que, no hay duda, de que le pesó el hecho de ser una mujer afroestadounidense con raíces asiáticas frente a un Trump al que le hicieron dos atentados contra su vida y que llevaba años cultivando el respaldo de medio país.
Aun así, como dice Michael Mechanic, editor de la revista Mother Jones, si bien todo lo anterior es cierto, la victoria de Trump se reduce a una sola cosa.
“Los expertos afirman que fue por un viraje a la derecha, un cambio sorprendente en los patrones del voto latino, el sexismo, el racismo, los inmigrantes, Elon Musk, la desinformación, la guerra en Gaza, la inflación. Y todo suma. Pero, la mejor explicación es por lo general la más sencilla. Hay pocas cosas que dejen a las personas tan frustradas como la sensación de que no importa lo duro que trabajen, nunca podrán salir adelante. Un sentimiento de desigualdad que lleva años marinándose y que Trump, si bien tampoco corregirá, supo explotar en esta campaña electoral”, dice Mechanic.
En cualquier caso, Trump arrancará su gobierno empoderado por el resultado de las elecciones y con la mira puesta en ejecutar la agenda que prometió, así no sea lo que necesariamente quiera la mayoría -aunque mucho se ha hablado de la contundencia de su victoria, ni siquiera obtuvo el 50 por ciento del voto popular y su mayoría en el Congreso será mínima (3 curules en la Cámara y 3 en el Senado)-.
¿Qué puede esperar el mundo con Donald Trump al frente de la Casa Blanca?
De acuerdo con sus asesores, el presidente electo ya tiene más de 300 órdenes ejecutivas listas para firmar que van desde lo migratorio, pasando por lo comercial y cambios en la estructura del gobierno federal.
Entre ellas, el inicio de las deportaciones masivas de indocumentados, el cierre de fronteras, la prohibición para que personas transgénero no puedan participar en competencias deportivas y acabar con la ¨ciudadanía por nacimiento¨ o el derecho que tienen todas las personas de ser estadounidenses si nacen en el país al margen de la nacionalidad de sus padres o estatus migratorio.
También se habla de toda una purga al interior de los departamentos federales como el Departamento de Estado y el Pentágono para remover de los cargos a todos los servidores públicos que se hayan expresado en su contra o no sean “confiables” y la eliminación de estamentos completos, como la secretaria de educación- como parte de un movimiento que promete volver más eficiente el sistema federal.
El mundo, además, ya se prepara para una nueva era de confrontación en que la Trump ha prometido usar las tarifas arancelarias para avanzar su agenda. México y Canadá, sus dos aliados más cercanos, ya han sido amenazados con un castigo del 25 por ciento a todos sus productos sino frenan el tráfico de drogas y flujo de inmigrantes por sus fronteras. Otros, como Colombia, alistan planes para responder ante el retorno de miles de deportados y una posible descertificación por incumplir en la lucha contra las drogas.
Por supuesto, muchas de las nuevas políticas que promete Trump serán demandadas ante las cortes y terminarán hundiéndose como sucedió durante su primer mandato.
En Europa, aparte de las presiones económicas, hay mucha expectativa por el desánimo de Trump frente a la cruzada en Ucrania, su cercanía con Rusia o su abandonado de tratados internacionales y alianzas históricas como la Otán.
En cierto sentido, una situación interna y externa que ya se vivió durante su primer gobierno -2017 a 2021- pero que en esta ocasión promete ser aún más extremo. No solo por el mandato que recibió en las urnas el republicano, sino por que gobernará un país más alineado a su favor y con un congreso y sistema judicial inclinado a la derecha y proclive a darle margen de maniobra.
Por supuesto, muchas de las nuevas políticas que promete Trump serán demandadas ante las cortes y terminarán hundiéndose como sucedió durante su primer mandato. Adicionalmente, y como aprendieron los demócratas en este ciclo, una cosa es hacer oposición y otra gobernar ante un electorado que tomará nota y luego pasará factura.
Pero de lo que sí no hay duda es que Trump, que arrancó su carrera política casi como un hazmerreír, ya es una leyenda. Lo que viene, para bien o para mal, son las nuevas páginas de un periplo que hace diez años parecía cosa de dibujos animados.
SERGIO GÓMEZ MASERI
Corresponsal de EL TIEMPO
Washington