CAMAGÜEY.- Antonio Batista cumple 40 años de trayectoria profesional como cantautor. Para celebrar, ofrecerá un concierto titulado “Nada que ocultar”, el próximo 27 de diciembre a las 5:00 p.m., en la Casa Natal de Ignacio Agramonte. Este espacio emblemático en Camagüey ha sido testigo de importantes momentos en su vida artística y también representa el corazón de su legado trovadoresco.
En diálogo con Adelante Digital, Batista explica el propósito de un concierto diferente: “Siempre se cantan los temas del homenajeado, pero yo quiero hacer una fiesta de cumpleaños. La intención es interpretar canciones de otros autores, conocidas, para que el público cante conmigo. No quiero que sea un concierto solamente mío, sino del colectivo, donde el público participe activamente. Que sea un encuentro íntimo y emotivo.”
La Casa Natal de Ignacio Agramonte fue elegida como sede por el simbolismo en su trayectoria: “Fue donde hice mi primer concierto, un evento atípico con tambores batá y guitarra. Ese lugar ha acogido a poetas, trovadores, bailarines, cineastas y escritores en momentos históricos para el arte en Camagüey. Revivir esa memoria en mi aniversario será muy especial.”
Allí ha compartido escenario con artistas como Armandito Díaz, destacado trovador y director del grupo Canto Libre, que marcó la nueva trova camagüeyana; y Kiki Corona, con quien realizó un memorable concierto a guitarra y piano.
Además, ese espacio histórico, con su arquitectura colonial de dos plantas y patio interior, guarda en sus muros el eco de incontables noches de música y poesía. Imaginar a Batista sentado con su guitarra, rodeado por el rumor de historias, evoca la magia de los encuentros.
Para el cantautor, la cercanía y el ambiente íntimo que ofrece superan cualquier opción teatral: “Prefiero el lugar pequeño, donde el público pueda rodearme, interactuar, y hasta detenerse un momento para decir algo. Ese contacto directo es lo que deseo.”
UN LEGADO FAMILIAR MARCADO POR LA MÚSICA
Aunque represente la nueva trova camagüeyana, Antonio Batista lleva en sus venas una rica herencia musical. Es sobrino de Candita Batista, conocida como la Vedette Negra de Cuba.
Recordando cómo la música moldeó su vida, relata: “La familia nuestra, Batista, porque es por parte de padre, se reunía mucho en la calle San Lorenzo. Allí había un solar donde iba nuestra abuela, la matriarca, porque mi abuelo había muerto. Los fines de semana se reunían catorce hermanos. Imagínate la cantidad de primos que jugábamos a los escondidos, hacíamos de todo. Había espacio para la música tradicional cubana y negra, se usaba mucho el tambor.”
La casa era un microcosmos de la cultura cubana, donde se entrelazaban la tradición y la espiritualidad: “Nuestro tío Bebo, que se llamaba Rómulo Batista, era santero y tocaba batá. En esa casa había batá. En esa casa había un centro espiritual y por religiosidad, por el cubaneo de nosotros, de los negros haitianos, todo me marcó. Me gustaba mucho la percusión porque era lo que vi. Entonces, yo no sabía realmente que tenía ese don para cantar.”
La influencia de Candita fue determinante: “Cuando mi tía Candita podía ir, se robaba el show. Empezaba a cantar Angelitos negros, por citar un ejemplo, y toda la vecindad se unía, convirtiendo las reuniones familiares en eventos memorables. Pasábamos un momento ameno.”
La presencia de la tía llenaba la casa de un aura especial. Con su poderosa voz y su carisma, transformaba el rato en espectáculos inolvidables. Vecinos y familiares se congregaban, movidos por el magnetismo de su interpretación.
“Esa experiencia de vida me marcó para que después tuviera el angelito metido adentro del corazón de que yo quería cantar y expresar mis emociones a través de la música, y empecé. No sabía que estaba haciendo trova, pero empecé a cantar lo que escribía, con mis poemas. También me gustaba escribir”, enfatiza.
Sin embargo, no fue hasta el último año de preuniversitario cuando Antonio Batista descubrió la guitarra y tuvo un gran maestro: “Me di cuenta de que podía acompañarme con la guitarra. A través de los versos, empecé a hacer canciones con la ayuda de un profesor, Alberto Chapotín, que ya no está entre nosotros. Chapotín me enseñó lo que era verdaderamente tocar la guitarra, los matices de las voces. Así fue como descubrí mi vocación trovadoresca.”
