Ya conocemos el mito: el 24 de diciembre por la noche, María dio a luz al Hijo de Dios por gracia del Espíritu Santo. Sin embargo, existe amplia documentación que sugiere que esta célebre festividad cristiana tiene largas raíces paganas. La primera y más evidente de ellas es la celebración de la Navidad el mismo día que las Saturnales, la fiesta romana para celebrar al dios de la agricultura, Saturno. No es coincidencia: finalmente, aún hoy, alrededor de esos días, sucede el solsticio de invierno.
No solo eso: parece ser que, antes de que Jesús naciera, hubo varias figuras religiosas de gran peso iconográfico que nacieron el 25 de diciembre. Fueron tan relevantes en su época, que su influencia se extendió hasta las primeras prácticas del cristianismo. Esto no es ninguna novedad: de acuerdo con el compendio egiptológico Isiopolis, los primeros años de esta religión “sin duda [estuvieron] influidos por la gente y las culturas que lo rodeaban”. Estas deidades son algunas de las que cumplían años el mismo día que Jesús de Nazareth.
Horus, dios de la luz y de los cielos
De acuerdo con la mitología egipcia, Horus, el dios con cara de halcón, venerado como el señor de los cielos, figura entre las deidades que nacieron el 25 de diciembre, varios milenios antes de que naciera Jesucristo. Al menos 3 mil años de que la virgen María concibiera milagrosamente al Hijo de Dios, otra virgen ya había hecho el mismo milagro.
Siguiendo el mito de su nacimiento, la diosa Isis (madre de las deidades más poderosas de Egipto) se embarazó de su hermano Osiris, señor de los muertos y de la guerra, después de que Osiris fuera asesinado por Seth, el dios de la violencia y las tormentas. Para evitar que el dios de la guerra reviviera, Seth cercenó su cuerpo en múltiples pedazos que aventó al Nilo: quería deshacerse de él de una vez por todas. En medio de un duelo terrible, tras la noticia del asesinato, Isis navegó el río sagrado para recuperar todos los pedazos de su marido-hermano.
Mientras se escondía en las marismas del Nilo, explica y documenta la Enciclopedia Británica, la diosa madre dio a luz a Horus. Los egiptólogos interpretan que sucedió alrededor del 25 de diciembre del calendario gregoriano, porque los egipcios celebraban su nacimiento durante el solsticio de invierno. Además, seguía recolectando los miembros de Osiris, que estaban desperdigados entre las aguas. Paralelamente, la diosa crio a su primer hijo en secreto, para evitar que corriera la misma suerte que su padre.
Krishna, el octavo avatar del dios del orden
En la épica más importante del hinduismo, el Bhagavad Gita (entre los siglos V y II antes de nuestra era), Krishna (o Kṛṣṇa, según la fonética original en sánscrito) es el octavo avatar o reencarnación del dios Vishnú. A esta divinidad, a su vez, se le atribuye la capacidad de preservar el cosmos, o mantener el orden natural del Universo, por lo cual es “una de las divinidades indias más veneradas y populares” en India. Otras interpretaciones veneran a Krishna incluso como un dios en sí mismo.
Dado el peso iconográfico y religioso que tiene este personaje, algunos autores occidentales afirman que Krishna nació alrededor del 25 de diciembre milenios atrás. Sin embargo, de acuerdo con la cristóloga estadounidense Achyara Murdock, “la afirmación hecha por varios escritores durante los últimos siglos de que Krishna nació el ‘25 de diciembre’ o el solsticio de invierno parece ser un error”.
Podría entenderse, también, como una falta de traducción en la cosmovisión hinduista. Como la octava reencarnación del dios solar, explica Murdock, “se dice que ‘duerme’ y luego ‘se levanta’ en el solsticio de invierno”, que, a su vez, coincide con el 25 de diciembre cada año. Sin embargo, traduciendo el calendario lunar indio al gregoriano que usamos en Occidente, documenta Times of India, parece ser que su nacimiento fue más bien en julio, hace más de 5200 años.
Sol Invictus
Hacia el segundo siglo de nuestra era, el emperador romano Aureliano declaró que el 25 de diciembre sería el día para celebrar el nacimiento de su dios predilecto: Sol Invictus, la deidad solar que movía el ánimo de los romanos para seguir conquistando tierras sin ser vencidos. De hecho, hay registros que sugieren que la célebre frase de Jesucristo “yo soy la luz del mundo. El que me sigue no caminará en tinieblas, sino que tendrá luz y vida” era originalmente de esta deidad pagana.
El nombre oficial de la festividad era Nativitas Solis Invicti (¿Nativitas no suena muy parecido a ‘Navidad’?) y, de acuerdo con el historiador español Javier Alonso, no se sabe mucho sobre los dioses a los que celebraba en esta fecha. Es posible, explica el especialista para la BBC, que el culto a esta figura solar viniera de Oriente. Específicamente, de Siria. Lo que queda claro, es que coincidía con la llegada del solsticio de invierno.
Durante el mandato de Aureliano, Sol Invictus se convirtió en una de las figuras religiosas centrales en Roma. Tan es así, explica Santiago Castellanos, profesor de Historia Antigua de la Universidad de León (España), que se le veneraba bajo la premisa de “un dios, un imperio”. Por la cercanía que el emperador sentía con esta figura autoritaria y luminosa a la vez, impulsó la idea de venerarlo como el dios único, en un intento de religión monoteísta. No tuvo muchos frutos, pero su influencia se extendió hasta el mandato de Constantino, conocido como el emperador romano que cristianizó al Imperio.