Donald Trump ha hecho sonar la campana de apertura de la Bolsa de Nueva York este jueves, coincidiendo con el nombramiento del presidente electo de EE UU como persona del año por la revista Time. El republicano, que comenzó 2024 como acusado de cuatro causas penales, fue declarado culpable de una de ellas —el caso Stormy Daniels— y sobrevivió a dos intentos de atentado durante la campaña electoral, se corona así como el protagonista indiscutible de un ciclo electoral e informativo inédito. Un acto, en el corazón del capitalismo mundial, rico en simbolismo para un líder que con frecuencia utiliza el mercado de valores como indicador del éxito de sus políticas económicas, y que reivindica su anterior experiencia como gran empresario para asegurar la eficacia de su gestión como político.
A Trump siempre le ha gustado ser el número uno y acaparar la atención de los focos, y la imagen del mandatario electo este jueves en la tribuna de Wall Street, acompañado de su esposa, Melania; sus dos hijas, Ivanka y Tiffany, y el vicepresidente electo, J. D. Vance, entre otros, es la consagración visible de su éxito, tras culminar una remontada política en las elecciones de noviembre, en las que su partido se ha hecho con el control de las dos cámaras del Congreso.
En el acto de Wall Street, Trump estuvo acompañado también por muchos de los candidatos a ocupar los puestos más destacados del Gabinete, como los ejecutivos Scott Bessent, designado como secretario del Tesoro; Howard Lutnick, de Comercio; Robert F. Kennedy Jr., su polémica elección como secretario de Salud; el gobernador de Dakota del Norte, Doug Burgum, para el Departamento de Interior; o Kelly Loeffler, a quien pretende colocar al frente de la Administración de Pequeñas Empresas. Perfiles marcadamente empresariales para el acto de más visibilidad de Wall Street, en el que un panel colocado ex profeso reproducía la portada especial del Time —la segunda que el semanario dedica al republicano—, con una fotografía suya realizada por el fotógrafo Platon en noviembre en Mar-a-Lago (Florida).
Antes de tocar la campana, Trump habló brevemente en el parquet, aprovechando la oportunidad para promocionar el programa económico populista con el que hizo campaña. Afirmó que sus políticas crearán empleo y elogió a los miembros de su futuro Gabinete que le acompañaron en el acto. “Creo que la economía va a ser muy fuerte”, dijo, gracias a su agenda de recortes de impuestos y beneficios y de barra libre de desregulaciones, que le granjeó antes de las elecciones el apoyo de Wall Street y de los principales líderes empresariales. Sobre todo en el tramo final de la campaña, cuando empezó a ganar tracción tras el inicial entusiasmo provocado por la candidatura de la demócrata Kamala Harris, Wall Street apostó sin dudarlo por la vuelta del republicano a la Casa Blanca.
El mandatario electo repitió su promesa de reducir los impuestos, afirmando que rebajará el tipo del impuesto de sociedades al 15%, pero no dijo nada acerca de su intención de imponer tarifas a las importaciones de México y Canadá (del 25%) y China (10%), una medida con efecto bumerán que volvería con una subida de precios y una previsible inflación. Fue precisamente la carestía de la vida que siguió a la pandemia, con un pico de casi el 10%, una de las bazas que más apoyo le dieron entre los votantes, sobre todo entre los de menores recursos.
Mientras se producía su coronación en Wall Street, su secretaria de prensa revelaba que Trump ha invitado al presidente chino, Xi Jinping, a asistir a su toma de posesión el próximo 20 de enero. Con esta medida, Trump tiende una rama de olivo diplomática mientras amenaza con imponer aranceles masivos a los productos chinos una vez que sea presidente. Karoline Leavitt, secretaria de prensa entrante de la Administración de Trump, confirmó el jueves que el presidente electo invitó a Xi, pero dijo que estaba “por determinar” si el líder de China, la principal competencia económica y militar de EE UU, asistiría a la ceremonia. En una entrevista en Fox News, Leavitt calificó la invitación como “un ejemplo de cómo el presidente Trump establece un diálogo abierto con líderes de países que no son solo nuestros aliados, sino también con nuestros adversarios y nuestros competidores”.