Cuando cursaba la Maestría en Filosofía y Religión según el pensamiento de Joseph Ratzinger (1927-2022), tuve la suerte de encontrar a Elena Álvarez como profesora y coordinadora del programa. El contenido de su materia es la médula de nuestros temas en la sociedad actual: conocimiento y Verdad en una sociedad pluralista.
Por ello, a través de dos pensadores que le son cercanos, Ratzinger y Zygmunt Bauman (1925-2017), quisimos enmarcar esta conversación.
[Lee en ReL otras entrevistas de Julio Borges a destacados pensadores cristianos de nuestro tiempo.]
A través de su labor académica, nuestra entrevistada busca tender puentes entre la fe y la razón para abordar los desafíos éticos y culturales de la sociedad contemporánea. Quien desee profundizar en sus análisis puede leer dos de sus escritos:
–Hablar de la verdad en un mundo plural;
–El encuentro como respuesta a la crisis de sentido. La propuesta de Joseph Ratzinger.
Elena Álvarez es doctora en Teología y en Filosofía, especializada en teoría social contemporánea. Su investigación está centrada en el análisis de las corrientes culturales del mundo plural, en busca de elementos para un entendimiento común, que incluya también a las religiones. Ha sido profesora de Filosofía contemporánea en la Universidad Internacional de La Rioja, donde también ha organizado y dirigido el master en formación permanente en Filosofía y Religión según Joseph Ratzinger. Actualmente es profesora de Ética y Sociología en la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Navarra.
‘Las mujeres del Evangelio’ (Rialp) es una reciente obra de Elena Álvarez.
Su investigación se ha centrado en analizar las tendencias culturales de la sociedad plural contemporánea, buscando elementos comunes que faciliten el diálogo entre diversas visiones del mundo. Ha explorado la crisis de la razón instrumental a través del pensamiento de Zygmunt Bauman y Joseph Ratzinger, abogando por la recuperación de la razón moral para defender la dignidad humana y revitalizar aspectos positivos del proyecto moderno.
-Profesora, usted se ha dedicado a estudiar dos pensadores que explican de manera certera nuestro tiempo: Bauman y Ratzinger. Comencemos por Bauman, quien ha logrado capturar nuestro momento bautizándolo como “modernidad líquida”. ¿Qué caracteriza este tiempo líquido? ¿Qué significa el concepto de “sociedad líquida” que propone Bauman, y cómo lo describiría a alguien que no está familiarizado con la filosofía o la sociología?
-Mi interés hacia ambos autores responde a mi preocupación por comprender el mundo en el que vivimos a partir de bases firmes y de análisis completos de la realidad. Mi encuentro con Ratzinger es anterior, y estuvo basado en su empeño por articular los contenidos de la verdad permanente con las demandas del tiempo presente. Ese mismo interés me ha llevado a buscar formas de comprender críticamente el tiempo presente, desde el análisis de las relaciones sociales.
»Atendiendo a Bauman, su concepto es de “modernidad líquida”. Es el proyecto moderno (aunque este tenga su reflejo en la sociedad) el que ha entrado en una fase nueva, que Bauman describe como líquida. Con ello, Bauman se refiere a varias cosas: la primera de ella es que nuestro tiempo sigue siendo moderno, principalmente porque sigue manteniendo vivos los ideales de libertad, de igualdad y de fraternidad que resumen el proyecto moderno; sigue confiando en la autonomía y racionalidad de los individuos. Con la “liquidez” se refiere a la erosión de las estructuras sociales e institucionales que marcaban la orientación en la vida de los individuos: familia, escuela, Estado, valores o conceptos compartidos.
»Esta disolución es consecuencia del propio proyecto moderno, que tiende a derribar todas las barreras en busca de ideales de progreso. No obstante, es una situación ambivalente. Nos ha traído grandes desarrollos, como una conciencia más desarrollada de la interrelación entre todas las regiones del mundo, pero también se advierten en la “modernidad líquida” posibles consecuencias perniciosas, que tienen la forma de aislamiento y soledad de los individuos, inseguridad por falta de sentido de comunidad, y, sobre todo, indiferencia hacia el sufrimiento de los más débiles.
‘Tiempos líquidos‘ (Tusquets) es una de las obras capitales de Zygmunt Bauman.
»En definitiva, la “modernidad líquida” sintetiza el análisis de la evolución de la modernidad a partir de 1970, aproximadamente. El catalizador de esta transformación es el relegamiento del trabajo como expresión de los individuos, que pasan a definirse principalmente por su capacidad de consumo. Es consecuencia de la imposición de un estilo de vida consumista, que ha estado propiciado por la cesión al mercado de responsabilidades sociales, que competerían a los ciudadanos y al Estado.
-Pareciera que este tiempo liquido no es una transición a otro momento sólido. Sino que llegó para quedarse, para ser el modo de vivir la modernidad.
-Es así. Bauman no es un nostálgico de tiempos mejores; al contrario, es un pensador utópico y bastante esperanzado, porque confía en que la humanidad tiene razón y voluntad suficientes para superar los errores y los problemas que han generado las propias decisiones humanas. En este sentido, su valoración de la “modernidad líquida” es certera porque no se trata de una mera descripción, sino que va acompañada por una crítica realizada a partir de un concepto preciso de la moral como responsabilidad. En este sentido, Bauman no defiende todo lo que describe, sino que reclama volver a pensar en los fundamentos éticos de las sociedades liberales.
»La propuesta de Bauman, a mi entender, es una llamada a las conciencias de los ciudadanos comunes, a las que quiere mostrar cuáles son las tendencias de la sociedad, y hacia dónde es previsible que conduzcan a la humanidad. No se trata tanto de “salir” de esta fase de la modernidad, cuanto de “corregir” sus extremos a partir de unos principios éticos sencillos, que puedan ser comprensibles y aceptables para todos los habitantes de este mundo plural: fundamentalmente, es uno, y consiste en comprender el deber de prestar ayuda a los más débiles de la sociedad: señala, a este respecto, a los pobres, a los migrantes, a quienes viven aislados o en situación de soledad.
-Bauman quiere de manera central rescatar, subrayar, privilegiar lo humano, la dignidad de humana en medio de esta sociedad que fluye de manera incierta, sin ninguna forma determinada. ¿Es posible humanizar la sociedad liquida? ¿Cree que Bauman ofrece soluciones o estrategias para afrontar los desafíos de la sociedad líquida? Si es así, ¿cuáles le parecen más importantes?
-Bauman no propone soluciones concretas: lo que propone es que esas soluciones nazcan de la responsabilidad de los ciudadanos, que exijan responsabilidades a los políticos a favor de los desfavorecidos. Creo que en esto le influye el hecho de haber vivido bajo un régimen totalitario, en el que fue descubriendo (no en su juventud, en que fue un comunista convencido) que las “soluciones” a los problemas venían impuestas desde un poder superior, y que aplastaba las libertades individuales si lo consideraba necesario para lograr los objetivos del Estado. Frente a esto, Bauman decidió volverse hacia un enfoque teórico humanista, que defiende por encima de todo la libertad de los individuos, pero también llama a estos a hacerse cargo de los problemas éticos que nos conciernen a todos.
»En este sentido, la salida de los problemas generados por la “modernidad líquida” es la crítica, pero ejercida por la ciudadanía. Habría que señalar que la solución no es fácil, porque el mundo del consumo, de la información y del espectáculo de alguna forma adormece la conciencia social de los individuos, y les cierra en sus preocupaciones de consumidores.
En ‘Vida de consumo‘ (Fondo de Cultura Económica), Bauman aborda los cambios que ha introducido esta mentalidad en la sociedad contemporánea.
»Coincidiendo con Hannah Arendt, Bauman recuerda que la libertad tiene diferentes formas: admite que el capitalismo consumista ha estimulado y aumentado exponencialmente la libertad de elección; pero esta forma de libertad, siendo importante, no es la principal. Tiene más valor, a su entender, la libertad participativa, que consiste en la capacidad de intervenir activamente en la configuración de las condiciones sociales y políticas en las que vivimos.
»Para esto, hay un condicionante extremadamente sensible, en el que Bauman también es afín al pensamiento de Arendt: el ejercicio del pensamiento crítico por parte de los ciudadanos. La cultura, y los intelectuales en cuanto hombres y mujeres de cultura, son cruciales, porque son quienes ayudan a los ciudadanos comunes a pensar por sí mismos, y a discernir, entre los mensajes que reciben, cuáles se pueden considerar como bienes para la democracia, y cuáles son mero entretenimiento, por no decir falsedades. Solo desde el conocimiento podremos enmendar los errores que son resultado de las decisiones humanas.
-Veamos ahora a otra de sus influencias, Joseph Ratzinger, quien visitando durante su Papado la ciudad de Venecia nos da esta perfecta transición a nuestra conversación: “El hecho de que Venecia sea ‘ciudad de agua’ hace pensar en un célebre sociólogo contemporáneo (Bauman), que definió nuestra sociedad ‘líquida’ y también la cultura europea: una cultura ‘líquida’, para expresar su ‘fluidez’, su poca estabilidad o, quizás, su falta de estabilidad, la volubilidad, la inconsistencia que a veces parece caracterizarla”. Leer este pasaje de Benedicto, nos lleva a pensar en esa tensión permanente entre cambio y conservación. ¿Cuál es la respuesta de Benedicto a la modernidad líquida?
-Lo que aporta el pensamiento de Ratzinger -incluyo también su etapa como teólogo atento a la filosofía y a la cultura contemporáneas- es una su gran confianza en la verdad, que proviene de Dios mismo en cuanto creador, en la razón humana, y en la capacidad de la razón humana para alcanzar la verdad. Junto a esto, Ratzinger también ha sabido advertir las contradicciones que ha vivido el mundo en las últimas décadas.
Elena Álvarez es actualmente profesora en la Universidad Internacional de la Rioja (UNIR), donde enseña e investiga sobre filosofía contemporánea.
»Su concepto de verdad, arraigada en la fe, aporta perspectiva y profundidad a sus análisis, sin despreciar por ello cuanto de verdad contiene la cultura contemporánea: de hecho, ha sido un maestro en la capacidad de pensar conjuntamente con pensadores de gran talla con quienes compartía la preocupación por la verdad sobre el ser humano en el mundo actual, aunque discrepaban en cuestiones de fe o de creencias.
»Ratzinger propone una renovación arraigada en la tradición, entendida no como autoridad impositiva o conjunto de normas, sino como fuente vital de pensamiento. Desde su perspectiva, mejorar el mundo no pasa necesariamente por romper radicalmente con lo existente, sino que consiste más bien en quitar lo que sobra para volver al origen.
»En su aplicación a la Iglesia, esto supone un arraigo fuerte en la comprensión actualizada del mensaje bíblico y de la tradición de pensamiento cristiano. Pero, en cuanto propuesta más abierta también a los no creyentes, supone un retorno al concepto de conciencia, que él entiende como un eco de la verdad del Creador, reconocida por la razón del individuo.
»Aunque las bases conceptuales son diferentes, en definitiva, Ratzinger-Benedicto XVI apela a problemas éticos que también necesitan resolver la filosofía y la teoría social. Son base para un diálogo entre creyentes y no creyentes que, si se realiza desde el respeto mutuo y la apertura, puede ser muy fructífero.
-¿Cuál es el espacio de Dios o de la fe en una vida líquida donde no hay ataduras, ni compromisos sólidos? ¿Es un salvavidas que impide ahogarnos? ¿O no tiene cabida? ¿Se ha vuelto más difícil defender principios universales en este contexto?
-Pienso que Dios tiene espacio en esta modernidad líquida, como lo ha tenido de forma continuada en todas las sociedades y en todos los tiempos. Solo que estará presente según el modo propio de estos tiempos.
»El proceso de secularización es peculiar de Occidente (Europa, Norteamérica) desde la Ilustración. Responde a la confianza en el poder de la razón humana por sí misma, supuestamente sin límites morales, y también responde al deseo de evitar intromisiones del poder religioso en el político, y viceversa. Occidente ha exportado al mundo ese concepto de una sociedad sin religión, en un proceso que ha alcanzado a otras regiones del mundo (América del Sur, China, por ejemplo) pero que no se ha impuesto: las religiones siguen teniendo presencia en las culturas orientales y africanas, porque delimitan el poder humano y son fuente de valores éticos para la vida pública.
»La promesa de los impulsores de la secularización ilustrada auguraba un futuro de paz, igualdad y libertad para todos los hombres y mujeres del mundo. Sin ignorar las ventajas que nos han traído estos principios, pero tampoco las complejidades del siglo XX, y la situación de un mundo plagado de guerras, de polarización y de violencia, pienso que se impone una pregunta a la razón: ¿realmente la humanidad ha mejorado desde que ha optado por ignorar a Dios?
»Creo que la razón secular puede admitir, con pensadores como Max Horkheimer, Hannah Arendt, Jürgen Habermas, Ulrich Beck o el propio Bauman, que las religiones contienen un mensaje ético que es relevante para dar respuesta a los interrogantes éticos que apremian al mundo contemporáneo. Precisamente porque contienen esos referentes, constituyen un límite al poder del mundo cuando este pretende volverse omnipotente o abusivo, límite que se puede apreciar en las personas que resisten a leyes injustas por motivos de conciencia. En cuanto tal, como diría también Martin Buber, creo que ya estamos en una época de “eclipse de Dios” o de añoranza de Dios, y, en cuanto tal, en una época post-secular.
»Una época post-secular no es necesariamente una “época religiosa”, y de ello ha advertido Ratzinger, con claridad y en reiteradas ocasiones. De hecho, es un mundo en el que cada vez hay menos creyentes. Pero hay una apertura hacia la posibilidad de la presencia pública de la religión, al menos como forma de vida y de razonamiento que es positivo para muchas personas, que puede aportar respuestas de sentido a quienes las buscan, y que no tienen por qué estar relegadas a la opinión o el sentimiento privados. Han de exponerse, eso sí, en términos comprensibles para quienes son ajenos al lenguaje propio de las creencias.
»En este punto, me haría eco, nuevamente, de la comprensión de Ratzinger: la religión no puede reducirse a mensaje ético, porque su núcleo es la relación personal con Dios; pero también tiene un mensaje ético que puede ser de interés para los no creyentes.
»En las conferencias radiofónicas de los años 70, contenidas en Fe y futuro, Ratzinger ya señaló que, con la evolución de la cultura contemporánea, la Iglesia podía perder externamente (prestigio, número de fieles, etc.) pero también podía tener una ocasión para renovarse, para volver a ser una comunidad a la que se accede por medio de una decisión. Por último, y poco antes de ser elegido Papa, invitó a los agnósticos a hacer suyo el reto de Pascal: ante la falta de pruebas determinantes de que Dios exista, ¿por qué no vivir “como si Dios existiera”? Posiblemente, ante la posibilidad de tener que respetar los designios del Creador entendiéramos mejor que no somos dueños del mundo y que nuestra capacidad de manipularlo es limitada.
»Los pensadores utópicos, entre los que se cuenta Bauman, confían en la capacidad de la humanidad para enmendar sus errores, y para ello confían en la razón. Afirmaba Theodor Adorno que la razón, si no se amputa, desemboca en la pregunta religiosa.
»Los pensadores creyentes, como Ratzinger, también confían -quizá con el refuerzo que les aporta en este aspecto la visión de fe- en la capacidad de la razón para descubrir la verdad plena. Pienso que unos y otros nos están diciendo que el mundo necesita esperanza y nos invitan a ejercitar nuestra razón para descubrir los motivos para confiar. Solo hemos de hacer el esfuerzo de razonar conjuntamente y dialogar.
-¿Cómo afecta la vida de la democracia la modernidad líquida? Las grandes corporaciones y su creciente poder y presencia, la sociedad horizontal con las redes sociales, el individualismo extremo y el sálvese quien pueda… ¿Puede la democracia absorber esta dinámica o por el contrario, parte de la crisis actual de la democracia nace de los retos que le impone la sociedad líquida? En términos políticos, ¿qué papel juega la liquidez en el auge de los populismos, el debilitamiento de las instituciones democráticas o la polarización social?
-Tal y como lo expone Bauman en su obra En busca de la política (1999), la coyuntura actual responde a una doble cesión de responsabilidades. Por un lado, como he señalado ya, la ciudadanía adopta en todos los campos de la vida las actitudes propias del consumidor: entiende el trabajo fundamentalmente como una fuente de satisfacciones individuales, el Estado como uno más entre los proveedores de servicios, o las relaciones interpersonales, también a pequeña escala (pareja o amistad) como fuente de placer o satisfacción personal. Queda lesionada, en estos individuos, la capacidad de compromiso con causas importantes, como el bien común, que exceden sus preocupaciones inmediatas.
Zygmunt Bauman, ‘En busca de la política’.
»Por otro lado, los representantes de la política también ceden sus responsabilidades, en este caso ante los recursos del mercado, y confían en que sean las iniciativas privadas, y la capacidad de desarrollo de cada individuo, las que solucionen los problemas sociales. Se preocupan, entonces, por atraer votos por cualquier medio, aviniéndose a atraer a sectores minoritarios con la satisfacción de sus intereses, o a adoptar el estilo y los recursos propios de las celebrities, en una cercanía solo aparente a la ciudadanía y sus verdaderas preocupaciones.
»El resultado de ambas cesiones es un vaciamiento del “espacio público”, que ha quedado invadido por la exposición reiterada de los problemas privados de los personajes públicos. Pero el auténtico espacio público es algo bien distinto: es un lugar de encuentro, un espacio deliberativo, en el que las partes pueden exponer sus preocupaciones privadas y someterlas al criterio racional de otras partes, convirtiendo las cuestiones privadas en problemas públicos. Ese espacio público no es otra cosa que una recuperación del ágora, la sede de deliberación en las polis griegas, cuyo objetivo era definir el bien común, que es más que la suma del bien de cada parte, es el bien de todos, o “lo que la asamblea y el pueblo consideran bueno”.
»También en este aspecto, la renovación de la democracia tendría que pasar por un retorno a sus fuentes: una ciudadanía crítica y comprometida, unos gobernantes responsables del cuidado del bien común, y un espacio en el que deliberar y en el que encontrarnos para tratar las cuestiones realmente preocupantes.
-Desde su perspectiva personal, ¿qué aspectos del pensamiento de Bauman y Ratzinger considera más relevantes para el mundo contemporáneo? ¿Cómo lograr que ambos pensadores nos ayuden a vivir de modo autentico el hoy y el mañana?
-Son pensadores muy diferentes. Bauman tuvo un pasado comunista, del que se alejó, pero nunca renegó de la matriz marxista de su ideal de igualdad y de justicia (en otros aspectos, ha sido crítico con el marxismo, especialmente en la versión del “socialismo real”). Ratzinger ha sido siempre un pensador profundamente creyente, y un admirador de la gran tradición de pensamiento bíblico y patrístico.
»Bauman ha desconfiado de un concepto fuerte de “verdad”, probablemente marcado porque el régimen soviético, que tenía Pravda (significa verdad en ruso) por altavoz, pretendía saber la verdad absoluta y creía poder imponerla. Ratzinger se ha definido a sí mismo como “colaborador de la verdad”, aunque también ha insistido en que esta es un descubrimiento y un camino, que nadie puede imponer a otros, porque ningún sujeto humano puede erigirse en su poseedor.
»Por encima de estas diferencias, destacaría dos rasgos comunes a ambos. El primero es que son pensadores profundamente comprometidos con el mundo en el que han vivido, y con el deseo de renovarlo y de sanar sus heridas, dando voz a los más débiles. En este compromiso, ambos han sido bien conscientes de que debían presentar argumentos para facilitar a los ciudadanos comunes (Ratzinger también ha definido como su misión “defender la fe de los sencillos”) que les faciliten el conocimiento, la toma de decisiones y, también, la verdad.
»El segundo es que ambos han creído en la necesidad de la filosofía para discernir los tiempos: en Bauman, las fuentes filosóficas son amplias, más próximas a la hermenéutica y la teoría crítica, más tarde también a la fenomenología; en Ratzinger, esas fuentes son principalmente los grandes pensadores cristianos (San Agustín, San Buenaventura) junto a los personalistas; atendiendo también a todas las corrientes del pensamiento contemporáneo.
»Esta convicción filosófica se traduce en el método de trabajo de ambos: el diálogo respetuoso y abierto, que desde Sócrates es el medio privilegiado del pensamiento, y que se abre precisamente a buscar campos de entendimiento y de encuentro con aquellos que, de entrada, no sostienen las mismas posiciones.