Entrevista por Bhaskar Sunkara
En el transcurso de toda mi conversación con Isabella Weber, la economista de la Universidad de Massachusetts Amherst resistió varias veces el impulso de decir: «Se los dije». Pero tal declaración habría estado más que justificada.
A fines de 2020, Weber causó sensación dentro y fuera de la academia con la publicación de un breve artículo en The Guardian titulado «Could strategic price controls help fight inflation?» [¿Podrían los controles de precios ayudar a combatir la inflación?]. En un momento en que la inflación se acercaba a su nivel más alto en cuarenta años, Weber pensó que estaba haciendo una pregunta razonable. Todo el espectro político parecía estar en desacuerdo. The National Review calificó sus ideas de «perversas». Paul Krugman, del New York Times, fue levemente más generoso: la llamó «realmente estúpida».
En los últimos años, Weber no ha recibido ningún tipo de disculpa de parte de sus primeros críticos, pero ha conseguido una audiencia significativa en los grandes medios de comunicación (su último artículo de opinión apareció hace unos días en el New York Times), así como entre los responsables políticos e incluso el público en general. Unos días después de las elecciones presidenciales, conversé con ella sobre las raíces de la inflación en el mundo, cómo fue manejado el tema bajo la administración de Joe Biden y cómo las cosas podrían haber mejorado.
BS
¿Podría explicar brevemente las causas de la inflación durante el gobierno de Biden?
IW
He llamado a esta inflación «inflación de los vendedores», porque las decisiones de fijación de precios de las empresas son la clave para entender cómo las subidas de precios en sectores específicos se tradujeron en inflación general. Hemos visto picos de precios en sectores de importancia sistémica, como el sector energético, el naviero y el de materias primas.
El sector energético y el de materias primas son básicamente mercados de productos básicos. En estos mercados tenemos precios extremadamente volátiles, precios que suben y bajan con la oferta y la demanda. En el resto de la economía, en su mayor parte, tenemos sectores dominados por grandes empresas que fijan activamente los precios. Pero incluso estas grandes y poderosas corporaciones no suben los precios si no están seguras de que sus competidores harán lo mismo. La colusión y las conspiraciones son, por supuesto, formas de coordinar las subidas de precios. Pero nuestra nueva investigación sobre las convocatorias de beneficios de las empresas muestra que las crisis de costos también pueden coordinar las subidas de precios de forma más sutil.
Estas subidas de precios al principio de la cadena de valor —sobre todo en el sector de la energía, pero también en otras áreas— se presentaron como un shock de costos para el resto del sector empresarial. Si uno sabe que tanto sus costos como los de sus competidores se están disparando, no hace falta siquiera que los responsables de la fijación de precios de las empresas hablen entre sí para saber que es el momento de subir los precios.
¿Cómo van a subir los precios las empresas? Van a subir los precios lo suficiente como para, al menos, proteger sus márgenes. Si una empresa protege su margen de beneficio en respuesta a un shock de costos, lo que está teniendo es un aumento de sus beneficios. Es como comprar una casa barata y dar al agente inmobiliario una comisión del 3% frente a comprar una casa cara y pagar la misma comisión del 3%. En un caso, el agente gana poco; en el otro, gana mucho. Este mecanismo hace que la mera protección de los márgenes de beneficio suponga un aumento de la rentabilidad para las empresas.
Se trata de un punto importante, porque ya hemos tenido este épico debate antes, sobre si no aumentar los márgenes significa que no ha habido inflación de los vendedores. No: la inflación de los vendedores significa que hay explosiones de beneficios al principio de la cadena de valor, sobre todo en la energía, el comercio de cereales, el comercio de materias primas, el transporte marítimo y otros sectores de importancia sistémica, y luego en toda la economía: los beneficios aumentan a medida que se protegen los márgenes. La otra cara de la moneda es que si el sector empresarial en su conjunto consigue proteger los márgenes y aumentar los beneficios, está trasladando los costos de estos impactos a los consumidores, a la clase trabajadora, de modo que esta inflación crea una redistribución desde abajo hacia arriba.
Al final, los trabajadores acabarán contraatacando, y eso es lo que hemos visto. Con el tiempo se producen huelgas, la gente pide más dinero. Pero primero, los salarios reales disminuyen y el poder adquisitivo se reduce. De hecho, aunque los salarios se han recuperado, la participación del trabajo en la economía sigue siendo inferior a la que tenía antes de la inflación.
BS
¿Cómo ha podido enfriarse la inflación si los beneficios siguen siendo elevados, y por qué no subieron tanto los precios en los años anteriores a la pandemia, a pesar de que entonces los beneficios también eran bastante elevados? ¿Qué cambió entre 2021 y 2022 y qué ha cambiado desde entonces?
IW
Sin coordinación de precios, las empresas poderosas que fijan los precios y controlan las redes de producción just-in-time más eficientes del mundo no responden a un aumento de la demanda subiendo los precios. Si lo hicieran, sus competidores podrían aumentar su oferta justo a tiempo, y correrían el riesgo de perder cuotas de mercado y, por tanto, de socavar sus perspectivas de beneficios. Mientras estas redes mundiales de producción estén en funcionamiento, la forma de aumentar los beneficios es reducir los costos mediante la automatización y el traslado de la producción a lugares con costos laborales y energéticos más bajos.
Como resultado, los precios se mantuvieron bastante estables antes de la pandemia, a pesar de las numerosas rondas de flexibilización cuantitativa y estímulo fiscal tras la crisis financiera mundial. Muchos economistas pensaban que estas políticas expansivas originarían inflación, pero no fue así. En ausencia de shocks masivos de costos y restricciones de la oferta del tipo que hemos experimentado en los últimos años, los gigantes corporativos no se inclinaron por subidas de precios. En su lugar, ampliaron cada vez más sus cuotas de mercado, dejándonos con enormes niveles de concentración empresarial.
Cuando la inflación disminuyó, los costos de muchos insumos, como la energía, las materias primas y el transporte, empezaron a bajar. Las empresas que fijaban los precios, sin embargo, no bajaron sus precios en respuesta. Como resultado, los beneficios aumentaron en muchos sectores y las empresas ganaron una vez más.
BS
¿Cuál fue la principal respuesta del gobierno de Biden y del Partido Demócrata en general a la inflación? ¿Creían que era transitoria? ¿Pensaron que habían sobrecalentado la economía y necesitaban ejercer una mayor restricción fiscal? ¿Qué medidas adoptaron?
IW
Allá por 2021 había dos bandos. El bando transitorio y el bando Larry Summers. El bando Larry Summers decía que nunca deberíamos haber tenido esa cantidad de estímulo y que ahora deberíamos subir los tipos de interés tan rápido y tan fuerte como podamos. Si se hubiera seguido este enfoque desde el punto de vista fiscal, no habríamos tenido la recuperación que hemos visto en términos de crecimiento del PIB, y no habríamos tenido un mercado laboral fuerte. Con el tiempo, la Reserva Federal empezó a subir los tipos de forma agresiva, pero si lo hubiera hecho antes, habríamos visto efectos aún más negativos.
Larry Summers decía básicamente que para hacer frente a las presiones inflacionarias había que echar a la gente de sus trabajos, lo que supone un total desajuste político entre la inflación «vendedora» que estábamos experimentando y la receta que él prescribía. Esto se debe a que los aumentos salariales han sido una respuesta a la inflación de los vendedores, un resultado de la inflación, y no su causa.
El segundo bando era el transitorio, que decía: «Los aumentos de precios de la energía y las materias primas son picos de precios locales. Sí, el índice de precios va a subir, pero acabará bajando a medida que desaparezcan estos picos de precios. Así que no tenemos que preocuparnos demasiado; seguimos con nuestro estímulo».
Yo he intentado defender una tercera postura. Al igual que el bando transitorio, nunca esperé que esto se convirtiera en una espiral de inflación galopante. Sabía que, con el tiempo, esta inflación bajaría, a menos que viéramos victorias masivas en la negociación salarial de proporciones históricas, lo que era muy poco probable dado lo débiles que son hoy los sindicatos. Pero que la inflación acabe bajando no es motivo para desentenderse del tema, porque en el mientras tanto la gente se ve exprimida de forma extrema sin poder remediar su situación.
Porque no estamos hablando de una subida del nivel general de precios, sino de una inflación que ha disparado los precios de los productos básicos: alimentos, vivienda, transporte, energía. La gente no puede decir: «Muchas gracias, economista profesional, por decirme que dentro de tres años podré volver a permitirme estas cosas». Porque mientras tanto, tienen que comer; tienen que cobijarse ellos y sus familias; tienen que poder ir a trabajar; no quieren congelarse en sus apartamentos. Así que me sentí obligada a intervenir en el debate y decir que no, que existe una tercera opción. Se puede hacer algo con las explosiones de precios aquí y ahora, así como con las explosiones de beneficios, que fueron la otra cara de estas explosiones de precios.
En última instancia, los demócratas utilizaron una mezcla de los tres campos, con contribuciones mucho mayores de los dos primeros. En términos de intervenciones sectoriales, en 2022 la administración Biden liberó petróleo de la Reserva Estratégica de Petróleo de una forma sin precedentes para contrarrestar las subidas de precios, y aunque fue correcto, por sí solo no era suficiente. La presidenta de la Comisión Federal de Comercio (FTC), Lina Khan, encabezó una reactivación antimonopolio, tardía y acertada. Pero esto solo dará frutos a mediano plazo.
A pesar de la retórica del presidente Biden sobre la responsabilidad de las empresas en la inflación, no hemos visto que se tome ninguna medida contundente. No se ha aplicado ningún impuesto sobre los beneficios extraordinarios ni ninguna ley federal sobre los precios abusivos, por no hablar de formas más directas de control de emergencia de los precios de productos básicos como los alimentos y el alquiler.
Los controles de precios del petróleo ruso demuestran que tales políticas pueden diseñarse incluso a contrarreloj. El tema es que la administración Biden no se atrevió a enfrentarse a su propia industria de combustibles fósiles, que obtuvo beneficios récord con la guerra de Ucrania. Como muestra nuestra nueva investigación, los beneficios del petróleo y el gas de Estados Unidos en 2022 superan todas las inversiones en energías renovables de ese año, y estos beneficios se distribuyen de forma extremadamente desigual.
BS
Hablando de cómo impactó la crisis entre el ciudadano de a pie, ¿es el Índice de Precios al Consumo (IPC) fatalmente deficiente? ¿Existe una gran desconexión entre las tasas de inflación declaradas (bastante elevadas) y lo que sienten los trabajadores en su día a día?
IW
Creo que sí. Lo demuestra el creciente número de personas que sufren inseguridad alimentaria. Vemos a la gente haciendo cola en los bancos de alimentos, y vemos esos bancos de alimentos completamente desbordados. El presidente del Greater Boston Food Bank me dijo: «Hemos sido creados para apoyar a las personas que temporalmente tienen problemas por cualquier motivo, pero no podemos hacer frente a la cantidad de demanda que estamos viendo en esta crisis, porque no estamos diseñados para ser un amortiguador de la inflación para un gran número de personas con bajos ingresos».
Si nos fijamos solo en estos hechos, podemos ver que la evolución salarial no narra la historia completa. La evolución salarial lo que reflejaba era una tendencia a la convergencia, a medida que los salarios reales más bajos aumentaban más que los salarios más altos. Eso es una buena noticia, por supuesto. Pero si observamos al mismo tiempo que la inseguridad alimentaria aumenta y que la cantidad de personas sin hogar alcanza máximos históricos, es evidente que las dificultades económicas reales están aumentando, y que hay algo que falta en la ecuación. Los salarios reales dependen de cuánto dinero gana la gente y de la tasa de inflación con la que ponderamos ese salario monetario.
Si nos centramos en la inflación como índice de toda la economía, tendemos a olvidar que no afecta a todos en la misma medida y que no todos experimentan la misma tasa de inflación. Muchas personas gastan todos sus ingresos y más. Para este grupo de rentas más bajas, el índice de inflación repercute en todos sus ingresos. Otras personas pueden ahorrar una parte significativa de sus ingresos, y sobre estos ingresos ahorrados, obtienen tipos de interés más altos, o tal vez incluso forman parte de la clase poseedora de activos y se benefician de las explosiones de beneficios. Para este grupo más rico, parte de la carga de la inflación se compensa con la revalorización de sus activos. Sin embargo, este no es el caso de gran parte de la clase trabajadora.
Pero incluso dejando esto de lado, las personas experimentan diferentes tasas de inflación. Se supone que la composición de la canasta de consumo que utilizamos cuando construimos el índice de inflación es representativa, pero muchas personas están lejos de esa canasta. La Oficina de Análisis Económicos ha publicado un estudio piloto con índices de precios al consumo específicos para cada renta. Sigue siendo bastante rudimentario, pero incluso así es posible ver que las personas con rentas más bajas soportan una carga inflacionaria mucho mayor.
Si, además de ajustar la canasta de consumo, tenemos en cuenta las variaciones de precios que experimentan las distintas personas, la variación de las tasas de inflación es aún más pronunciada. Supongamos que usted es una persona acomodada y compra el pan en una bonita panadería de la esquina que produce vende pan de masa madre artesanal recién hecho. Y digamos que yo soy una persona de clase trabajadora que compra pan en una gran bolsa de plástico de Walmart que sale de una fábrica en algún lugar. Los precios de mi pan y su pan no se van a mover de la misma manera. Ambos son panes, pero son productos muy diferentes con precios diferentes. Si nos limitamos a utilizar el precio del pan como sustituto, pasamos por alto esta heterogeneidad. Si antes comprabas pan artesanal, siempre puedes pasarte al pan de supermercado cuando llegue la inflación. Pero si ya venías comprando el pan más barato, no hay escapatoria. Empiezas en lo más bajo de la escala de precios y calidad. Si más gente compra las variedades más baratas, los precios también pueden subir más, sobre todo los de los productos básicos. Es lo que algunos han llamado «inflación barata».
Otro factor son los descuentos. Muchas personas, sobre todo de clase trabajadora, incluso antes de la pandemia habían estado comprando en busca de descuentos, comprado lo que estuviera rebajado. Entonces los descuentos desaparecieron, por lo que de repente podrían haber tenido una tasa de inflación del 50%, porque antes habían comprado cosas que tenían un descuento del 50%, y ahora no pueden.
Nótese que hasta ahora no hemos hecho mención al tema, que es la vivienda. Si usted compró una casa y fijó el tipo de interés de su hipoteca hace un par de años, y está pagando un tipo de interés bajo y estable, y consiguió su casa a un precio bajo, su situación es muy diferente a la de alguien que ahora está intentando comprar una casa, cuando los precios de la vivienda han subido sustancialmente y los tipos de interés han aumentado a la par. Como la gente no puede acceder a la vivienda, en muchos lugares los alquileres aumentaron todavía, porque la gente que de otro modo habría comprado se ha lanzado al mercado del alquiler. Esto significa que si eres inquilino en lugar de propietario, incluso si estás en el mismo grupo de ingresos, puedes sufrir una carga de inflación mucho mayor. Y la forma en que medimos la inflación de la vivienda en el IPC es, para empezar, muy defectuosa. Creo que es algo a lo que debemos prestar atención.
Juntos, estos efectos pueden ser bastante significativos, y no tenemos un buen control de estas tasas de inflación tan diferentes. Así que en lugar de que los economistas digan: «Es solo una sacudida, la gente no lo entiende, denuncian penurias cuando deberían estar contentos por una economía en auge», habría sido más honesto decir: «Todavía no tenemos un buen análisis de los datos, y apenas estamos empezando a comprender todas las formas en que la inflación crea desigualdades».
BS
Hace una observación clave que vale la pena repetir: si perteneces a la clase profesional y ahorras el 20% de tus ingresos, tienes una gran cobertura contra la inflación a través de los intereses que generan tus ahorros. Pero si eres un trabajador que ya gastaba todos sus ingresos en productos de primera necesidad, probablemente ahora te estés endeudando y pagando altos tipos de interés en las tarjetas de crédito. La diferencia entre ganar el 10% de tu dinero y perder el 25% vía intereses establece una diferencia abismal en la forma en que los ahorradores más ricos y los deudores de la clase trabajadora interpretan la marcha de la economía.
IW
Absolutamente. Y aunque odio a Donald Trump tanto como cualquier persona progresista, lo cierto es que supo poner el dedo en la llaga cuando sugirió que va a establecer un tope a los tipos de interés de las tarjetas de crédito. Si la gente depende de la deuda de la tarjeta de crédito para salir adelante, su flujo de caja disponible se ve descontado por el tipo de interés de la tarjeta de crédito. Esto afecta inmediatamente a su poder adquisitivo; afecta inmediatamente a su nivel de vida.
BS
Hablemos de qué tipo de controles de precios salen mal y en qué momento. Evidentemente, las élites odian este tipo de intervenciones en el mercado, pero creo que también existe el convencimiento popular de que cuando un gobierno implementa controles de precios, puede empeorar la economía, puede provocar escasez. Las medidas de control de precios en Venezuela, por ejemplo, parecen haber sido un tiro por la culata. ¿Qué vuelve diferente lo que usted propone?
IW
En primer lugar, tenemos que reconocer que cuando empezamos a hablar de controles de precios, normalmente ya nos encontramos en una situación muy mala. Los controles de precios no son una medida bonita, no es el tipo de cosa que la gente aspira a aplicar. Cuando llegamos a ese punto, estamos en una crisis muy profunda. Así que cuando evaluamos el éxito o el fracaso de los controles de precios, tenemos que ser muy conscientes del contexto en el que se están desplegando.
En mi libro How China Escaped Shock Therapy: The Market Reform Debate, dedico un capítulo entero a la hiperinflación china y al fracaso absoluto de los controles de precios para intentar controlarla. Los economistas estadounidenses que aplicaron con éxito el control de precios durante la Segunda Guerra Mundial en Estados Unidos fueron enviados a China para asesorar a los nacionalistas, que intentaban aplicar el mismo tipo de control de precios al mismo tiempo. Fue un rotundo fracaso. La razón es doble. En primer lugar, es muy difícil controlar los precios si ya existe una inflación galopante. También es difícil controlar los precios eficazmente si se tiene, como tenía China en aquel momento, una economía agrícola con muchos productores pequeños e independientes y un mercado desintegrado. En el caso de Venezuela, tengo entendido que muchos de los intentos de control de precios se produjeron en un contexto hiperinflacionario.
La pregunta es, por supuesto, ¿cuándo funcionan los controles de precios? Hay básicamente dos casos en los que pueden funcionar. John Kenneth Galbraith fue el zar de los controles de precios en los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial (y, por cierto, este fue probablemente el ejemplo de control de precios más exitoso del mundo). Galbraith dijo: «Es relativamente fácil fijar precios que ya están fijados». Si tienes un pequeño número de corporaciones gigantescas que básicamente ya están fijando precios, porque así es como funcionan estos mercados, entonces es más fácil tratar con el puñado de fijadores de precios y encontrar una manera de asegurar que los precios se fijen de manera estable para que estas empresas no quiebren.
El segundo caso es cuando se producen explosiones de los precios de las materias primas en el mercado nacional y estas explosiones son tan grandes que se obtienen beneficios extraordinarios históricos, como es el caso del petróleo y el gas en Estados Unidos. Entonces puedes ir con un techo de precios y decir: «No puedes vender petróleo a precios superiores a X». Por supuesto, hay que navegar por el mercado internacional, pero eso se puede hacer. A mucha gente le sorprendió que los precios máximos del petróleo ruso funcionaran relativamente bien. [Nota de la redacción: las sanciones impuestas por el G7 limitaban las compras a 60 dólares el barril].
Siempre hay cierto grado de evasión con los controles de precios, igual que con los impuestos. Seguimos utilizando los impuestos a pesar de que la evasión fiscal es espantosa. Lo mismo ocurre con los controles de precios: nunca serán perfectos, pero funcionan en gran medida.
Pusimos un techo al precio del petróleo ruso. No veo por qué no podríamos haber puesto también un tope de precios al petróleo estadounidense y, de este modo, haber reducido efectivamente el precio internacional del petróleo. El sucio secreto de los controles de precios es que si limitas los beneficios inesperados que son la otra cara de la moneda de las explosiones de precios, das a las empresas más incentivos para producir, porque ya no pueden beneficiarse de mantener bajo el volumen. La única forma que tienen de aumentar los beneficios es produciendo más, porque el beneficio por unidad de producción es ahora fijo. Las compañías petroleras se jactaban en las llamadas de ganancias de que no tenían prisa por llenar el vacío de suministro de petróleo mientras se beneficiaban de márgenes récord. Esto no habría ocurrido con los controles de precios.
Otro punto que quiero señalar es algo que Galbraith recalcaba cada vez que hablaba de controles de precios: los controles de precios compran tiempo, ni más ni menos. No se puede implantar un control de precios en un momento de grave escasez y luego decir: «Vale, ya he hecho el trabajo, fin de la historia». El control de precios se romperá tarde o temprano. Pero se puede aplicar un control de precios para que el precio no se dispare por completo y, mientras tanto, hacer todo lo posible para solucionar la escasez real.
A veces no hace falta subir los precios para resolver una escasez. Digamos que hay un atasco masivo en el puerto de Los Ángeles, como de hecho ocurrió durante la pandemia. Llevará cierto tiempo desbloquear el puerto, y si los precios se disparan mientras tanto, no se desbloqueará más rápido. Pero aunque evites que los precios suban excesivamente, tendrás que asegurarse de que el puerto se desbloquea.
Los controles de precios son medidas de emergencia. Son como una venda que te pones justo después de una herida para detener la sangre, pero a menudo se necesitan más medidas para la curación. No obstante, las vendas son útiles.
BS
A principios de este año, Kamala Harris presentó una propuesta contra la especulación de precios. Pero se lanzó, no se explicó del todo y apenas se habló de ella después.¿Podría hablarnos de sus ventajas y limitaciones?
IW
En primer lugar, llevamos más de un año viendo en casi todas las encuestas que la inflación es la principal preocupación de los votantes. Y cuando se pregunta a la gente qué causa la inflación, la gran mayoría dice que es el poder de las empresas, la fijación de precios y la especulación. Este ha sido un sentimiento claro y extendido.
Por eso, el hecho de que Harris presentara una propuesta contra los precios abusivos en los alimentos como su primer anuncio de política económica fue una decisión inteligente. Creo que fue lo correcto. No digo que no pudiera haber hecho más, pero como primera medida fue la correcta. Llegó en un momento en el que era muy popular y contribuyó a elevar aún más esa popularidad; desde luego, no le jugó en contra.
En aquel momento, lo que proponía en términos de legislación era muy vago, por lo que es difícil decir qué habría significado en detalle. Está claro que se habría centrado en el sector alimentario, que me parece lo correcto. Tenemos que centrarnos en más de un sector, en toda la canasta de consumo, pero si tuviéramos que elegir solo uno, sería electoralmente inteligente elegir el de alimentos.
La legislación sobre precios abusivos es diferente de un control directo de precios en el sentido de que no dice a las empresas que solo pueden cobrar X precio o que tienen que cobrar el mismo precio que cobraban en Y fecha. Pero sí dice a las empresas que si suben sus precios más de lo justificado por el aumento de los costos, los consumidores pueden quejarse y la empresa podría ser acusada de prácticas abusivas. Básicamente, da a los consumidores el poder de llevar el caso ante la ley estatal y los abogados del estado y presentar las pruebas que tengan, y entonces hay consecuencias legales.
Harris proponía llevar esa ley al nivel federal, lo que tiene sentido, porque tenemos algunas empresas muy grandes como Kroger que operan a nivel nacional, y no deberíamos acusarlas solo a nivel estatal cuando abusan de los precios en todo el país.
La lógica es sólida. Sin embargo, James K. Galbraith y yo fuimos posiblemente los únicos economistas que escribimos un artículo de opinión en apoyo de su petición de una legislación contra las prácticas abusivas. Fue muy deprimente que casi ningún economista lo apoyara, porque parecía que después de tres años de debate sobre la inflación, los expertos en economía repetían el mismo viejo argumento de economía básica sobre el control de precios que me lanzaron en respuesta a mi artículo en The Guardian, hasta el punto de que la reacción contribuyó a silenciar a Harris.
Por supuesto, también recibió muchas críticas de ciertas élites empresariales. Y muchas presiones públicas de parte de los grupos de presión empresariales para que no renovara a Khan como presidenta de la FTC. Como sucede desgraciadamente con demasiada frecuencia, la vieja e impía alianza de los intereses del capital y la burda economía neoclásica fueron decisivos para impedir que aquella propuesta avanzara.
BS
¿Qué cree que ha fallado en el enfoque de la administración Biden en comparación al modo en que, por ejemplo, habrían abordado la gestión económica las antiguas tradiciones socialdemócratas?
IW
La economía neoliberal prefiere las transferencias de efectivo a la intervención en los precios. Si se hacen transferencias de efectivo, algunas personas tienen más dinero en el bolsillo para pagar los precios reventados. Los precios supuestamente racionales prevalecen, y el mercado puede hacer todas sus cosas maravillosas de la misma manera racional que se supone. No te estás entrometiendo en el mercado de la misma manera que lo harías si tocaras los precios.
Pero la clave aquí es que asumes que este precio es racional. Tom Krebs y yo tenemos un documento sobre eso llamado «Can Price Controls Be Optimal?» [¿Pueden los controles de precios ser óptimos?]. Usamos un modelo de equilibrio general, que es el núcleo de la economía neoclásica, para demostrar que incluso dentro de ese marco, se puede concluir que los controles de precios son óptimos cuando los precios no son racionales, cuando se exceden. Así que hay que ser realmente neoliberal para descartar los controles de precios; no basta con ser un economista neoclásico.
En situaciones como la de mediados de 2022, cuando los precios mundiales del gas dependían de lo que desayunara Vladimir Putin y de lo que opinaran al respecto el comisario de la UE y la Casa Blanca, me parece absurdo suponer que se trata de precios económicamente racionales. Está claro que en este tipo de situación se produce un comportamiento gregario. Se produce el mismo tipo de comportamiento que en las avalanchas bancarias: pánico y desbordamiento de los precios inducido por ese pánico. Por eso creo que, incluso para un economista neoclásico, es obvio que hay que hacer algo para estabilizar los precios. Esto es teórico, pero es muy importante.
La política de precios formaba parte de las economías mixtas del siglo XX y, desde luego, de la economía del New Deal. Pero no se recuperó como parte del programa económico de Biden más allá de la movilización de la Reserva Estratégica de Petróleo.
El segundo punto que yo plantearía, en relación con la pregunta más general, es que no se puede hacer política industrial a gran escala sin prestar atención a los precios, y que todos los países de la historia, que yo sepa, que han hecho política industrial con éxito, han tenido una política de precios en la receta. Alice Amsden, en su famoso trabajo sobre el caso coreano, llegó a decir que todo consiste en equivocarse con los precios. Si se intenta cambiar la estructura de una economía con programas estatales masivos —como creo que deberíamos hacer, porque es lo que necesitamos para lograr la transición ecológica y que no se prenda fuego el planeta— también hay que tener en cuenta el lado de los precios. Y ha habido una enorme reticencia a hacerlo. Existía la idea de que se podían hacer todas estas cosas maravillosas de política industrial verde sin tener que tocar directamente el Santo Grial de los precios.
Esa política de precios es la pieza que falta, y esta es la gran lección que hemos aprendido ahora una vez más. De una manera extraña, me recuerda a la Primera Guerra Mundial frente a la Segunda Guerra Mundial. En la Primera Guerra Mundial se produjo todo el gasto y toda la movilización bélicos, pero los economistas se mostraron extremadamente reacios a aplicar controles de precios. Los controles de precios llegaron tarde, no fueron sistemáticos y no fueron todo lo eficaces que podrían haber sido. La gran lección para el New Deal y la Segunda Guerra Mundial fue que se necesitaban controles de precios para esa escala de movilización.
No estoy diciendo que la Ley de Reducción de la Inflación (IRA) se acerque en absoluto a lo que vimos en la Segunda Guerra Mundial en términos de movilización estatal de recursos. Tampoco estoy diciendo que debamos tener un control total de los precios como el que vimos durante la Segunda Guerra Mundial. Pero sí digo que hay que pensar sistemáticamente en la dimensión de los precios cuando se intenta reconstruir la economía.
Dicho esto, creo que la idea de que los programas de inversión de la IRA y la política económica de Biden están detrás de esta inflación es errónea. Está claro que gran parte de la inversión todavía es una cuenta pendiente. Por eso la gente se ha estado quejando de que las cifras del mercado laboral aún no parecen fantásticas. Se necesita tiempo para que estos programas de inversión despeguen. En ese sentido, no creo en absoluto que esta inflación haya sido inducida por la IRA.
Pero de cara al futuro, creo que la gran lección es que no podemos quedarnos con la mitad de la política industrial. Tenemos que considerar todo el paquete y ver la política industrial como parte de la gestión macroeconómica, y tiene que haber coherencia entre las políticas de precios y de intervención sectorial.
BS
Kamala Harris acaba de perder las elecciones frente a Donald Trump. Además de la gestión de la inflación, ¿en qué más erró la política económica de Biden?
IW
Estoy muy convencida de que tenemos que trabajar en los sectores ascendentes. Por eso he estado haciendo todo este trabajo sobre precios sistémicamente significativos utilizando modelos input-output, y por eso hago hincapié en la importancia de las perturbaciones iniciales de los precios en estos sectores ascendentes para desatar la inflación.
Al mismo tiempo, como economista progresista, no basta con centrarse únicamente en el sector ascendente, porque está muy alejado de la experiencia cotidiana de la clase trabajadora y de la mayoría de la gente. Creo que aquí es exactamente donde fracasó la política económica de Biden. Era bastante progresista —estaba por delante de Europa, por ejemplo, en cuanto a sus nuevas iniciativas de política industrial—, pero no hizo lo suficiente por las necesidades inmediatas de la gente.
Irónicamente, una de las frases de Biden que más me gustaron fue cuando atacó explícitamente la economía del goteo. Básicamente anunció el fin de la economía del goteo, lo que, viendo cómo va el discurso de política económica en Alemania, es un gran paso adelante. Pero si se la política económica gira en torno a los aspectos preliminares —reconstruir infraestructuras, reconstruir industrias, y luego tener algunos puestos de trabajo sindicados y una cierta demanda de goteo a partir de ahí— termina siendo una nueva versión de la economía de goteo, en la que el goteo no viene simplemente del movimiento del libre mercado, sino de las iniciativas de inversión del Estado.
Tampoco se piensa directamente en las necesidades de la gente. ¿Cuáles son las preocupaciones de la gente? ¿Qué dificultades están atravesando las personas en medio de una de las peores crisis que el mundo ha visto en décadas? ¿Cómo podemos abordar directamente esas dificultades? ¿Cómo podemos asegurarnos de que la crisis del costo de la vida no aplasta las vidas de millones de personas? El plan Build Back Better tenía mucho de ese pensamiento orientado a las necesidades humanas. Pero se abandonó de camino a la Ley de Reducción de la Inflación.