Rachael Sanborn tenía una relación que no estaba funcionando y soñaba con una escapada al Camino de Santiago en España, una peregrinación que su padre había emprendido y que le había cambiado profundamente la vida.
Sanborn, rebelde y aventurera por naturaleza (abandonó la universidad para ir a la India un año a meditar), dejó su trabajo, renunció al seguro médico y reunió sus ahorros para dedicar dos meses a recorrer el Camino. Al tercer día de caminata, se hizo la promesa de que volvería cada año. Nueve meses después, estaba de vuelta y guiando a su primer grupo de ocho peregrinos.
Una década más tarde, ahora con 45 años y residente en la bahía de San Francisco, dirige caminatas de duelo y meditaciones a pie por el Camino con la empresa de viajes que fundó, Red Monkey Walking Travel. El mono rojo es en referencia a Hanuman, el dios hindú del servicio alegre. Criada como budista tibetana, cristiana y judía, Sanborn considera que pertenece a las 3. Cree que todo el mundo puede encontrar la manera de mezclar el Camino con su religión.
“Hemos tenido desde católicos devotos hasta chinos ateos”, afirma Sanborn. “Durante los últimos 1.000 años, el Camino siempre ha estado abierto a todas las personas de todas las religiones. Algunos de mis primeros amigos del Camino caminaron desde Irán. ¡Irán! Y se paraban dentro o fuera de cada iglesia cerrada y leían poemas de Rumi”.
Sanborn representa una tendencia creciente de peregrinos no católicos —incluso no cristianos— que se aventuran en el Camino. En 2023, casi medio millón de personas recorrieron el Camino de Santiago en España. Alrededor del 40% de los peregrinos caminaron por motivos puramente religiosos, según las estadísticas publicadas por la oficina de peregrinos. Aunque, según la tradición, es una peregrinación católica, que termina en el santuario del apóstol Santiago en la Catedral de Santiago de Compostela, los peregrinos laicos se embarcan hoy en el Camino por todo tipo de motivaciones más allá de la religión: salud, duelo, transición, exploración cultural, historia y aventura.
Sharon Hewitt, de St. John’s, en Terranova (Canadá), recorrió parte del Camino en otoño de 2016 con dos amigos. Su motivación era pasar tiempo con amigos y tomarse unas vacaciones “con propósito”. Hewitt no se considera religiosa, pero reconoció un tipo de devoción en los rituales y retos de los ocho días de caminata.
“No lo hice por motivos religiosos, pero hay coincidencias”, señala Hewitt. “Mucho de la religión es disciplina, igual que el Camino. Después de una noche complicada, igual te levantas y sigues”.
Esta fusión de motivaciones religiosas y laicas es profunda para personas como Nancy Mead, presidenta de Los Amigos del Centro Anglicano de Santiago de Compostela, una organización religiosa ecuménica. Mead, episcopaliana residente en Rhode Island (Estados Unidos), afirma que las razones por las que se recorre el Camino son tan diversas como las personas que lo recorren. Si bien para ella el Camino es una experiencia religiosa, también ha aprendido lecciones de vida que se aplican a todos, religiosos o no. Ha recorrido siete rutas diferentes del Camino y cada vez tiene que recordarse a sí misma que debe aligerar su carga; el maquillaje y la ropa extra solo son carga adicional para el viaje.
El número de peregrinos “espirituales pero no religiosos” en el Camino ha aumentado en las dos últimas décadas a medida que ha crecido la demografía y también debido a la aparición de la “espiritualidad secular”. Jacqui Frost, cuya investigación en la Universidad de Purdue incluye la salud y el bienestar entre los no religiosos, afirma que los investigadores utilizan cada vez más el lenguaje de la espiritualidad para hablar de experiencias seculares de sentirse en conexión con algo más grande que uno mismo, algo que, según ella, ocurre a menudo en la naturaleza.
“Hemos empezado a secularizar muchos de los rituales que solían ser religiosos”, afirma Frost. “Pensemos en la meditación, el yoga o incluso las iglesias ateas. A mucha gente le interesan los rituales y encontrar sentido en estos acontecimientos colectivos”.
A medida que este creciente grupo espiritual pero no religioso toma prestados rituales y creencias religiosas, se plantea la cuestión de cómo hacerlo sin apropiárselos. Muchas de las razones por las que los no religiosos emprenden el viaje del Camino son similares a las de los religiosos. En un estudio publicado en 2019 en la revista Sociology of Religion, los investigadores compararon las motivaciones de los peregrinos ateos con las de los religiosos para recorrer el Camino de Santiago y descubrieron una abrumadora coincidencia de motivaciones; la mayoría buscaba conectar con la naturaleza y con su yo más profundo. Las dos únicas medidas que difieren son las motivaciones comunitarias y religiosas, que son más elevadas en el caso de los peregrinos religiosos.
Liz Bucar, experta en ética religiosa y autora del próximo libro The Religion Factor: How Restoring Religion to Our Spirituality Makes It More Meaningful, Responsible, and Effective (que en español sería El factor religioso: cómo devolver la religión a nuestra espiritualidad la hace más significativa, responsable y eficaz), afirma que el creciente número de peregrinos espirituales pero no religiosos representa una necesidad de búsqueda de sentido, incluso ante el rechazo de la religión. Pero no cree que sea tan fácil como abandonar el aspecto de la religión y no está segura de que se puedan obtener los mismos beneficios sin ella.
“Si quieres sacarle todo el jugo a la peregrinación, tienes que comprometerte con la religión que hay detrás”, plantea Bucar. “‘Espiritualidad’ es como llaman a los trozos de religión que les gustan. La religión forma parte del ingrediente secreto”.
Al fin y al cabo, según Bucar, la peregrinación es turismo espiritual. Describe el Camino hoy como una “experiencia preseleccionada, socialmente construida, con instituciones implicadas”. Bucar solía ser guía de estudiantes universitarios en el Camino, pero llegó a creer que el viaje alimentaba la idea de que se puede acceder a esta conexión o trascendencia espiritual a través de una experiencia temporal. Afirma que el Camino entra en esta categoría, de la que trata su nuevo libro, de estos trucos y atajos espirituales que la gente toma cuando “no quiere practicar una religión”.
Bucar pidió a los alumnos que escribieran un ensayo de solicitud para la clase, y la mayoría citó el deseo de vivir una experiencia transformadora como razón para querer recorrer el Camino. “Buscan una solución rápida, una experiencia que les cambie la vida”, afirma.
No se opone a volver a recibir alumnos. Pero lo haría de otra manera. En lugar de centrarse en el viaje interior, animaría a sus alumnos a estudiar el contexto histórico de las rutas y las partes polémicas de la historia que los guías turísticos oficiales españoles podrían estar omitiendo. Al fin y al cabo, Santiago también es conocido como Santiago Matamoros, el “matador de moros”. Un guía turístico no va a contar la historia de cómo Matamoros ayudó a Carlomagno a asesinar musulmanes. Ella pondría en primer plano la creación de los relatos históricos.
“Se los haría menos divertido y menos como una ‘experiencia’. Es mucho más valioso que estas experiencias sean incómodas y desorientadoras”, sostiene Bucar. “Hay que comprometerse con la religión que hay detrás”.
Para Sanborn, el cristianismo siempre estará en el corazón del Camino —incluso para aquellos que hacen su peregrinación con una religión distinta o sin una— aunque está de acuerdo con Bucar en que el cristianismo en el Camino no siempre ha sido bello.
“Creo que es importante honrar el cristianismo del Camino y apreciar las tradiciones y el arte y la arquitectura asombrosos del Camino. Pero el Camino también pasa por el lugar donde más de 80 personas fueron sacadas de sus hogares en las montañas y por la ciudad donde fueron quemadas en la hoguera. Por eso creo que es fundamental ver lo mejor y lo peor de la religión”, opina Sanborn. “Cada vez que entro en una iglesia o catedral en un día caluroso, me resulta imposible no maravillarme”.
Sin embargo, Sanborn se resiste a la idea de que los peregrinos no católicos —“a veces la gente los llama peregrinos turistas”— no puedan vivir lo que ofrece el Camino.
“Todas las personas que he conocido a lo largo del Camino obtienen más de lo que esperaban, así que probablemente sea mejor no juzgar”, observa. “El Camino es tan especial que no pretendo entenderlo, lo cual forma parte del gran misterio de la vida. Es mágico”.
Traducción de Michelle Padilla