La relación entre México y Estados Unidos está en vilo, debido a que los gobiernos de ambos países están encabezados por políticos populistas que no solo buscan la hegemonía política que otorgan, y por ende, el poder.
La presidenta científica mexicana Sheinbaum, al igual que el presidente empresario Trump, tiene claro que la forma de obtener el poder es una sola, y ésta obedece a actuar bajo un único principio: crear un escenario en el que las grandes masas se sientan a gusto con el discurso, que sientan que sus mandatarios los representan y velan por sus necesidades. De ahí la construcción del “segundo piso” de la transformación en México y las amenazas de Trump en relación con el aumento de los aranceles, donde su único objetivo es consolidar el poder de ambos y de sus partidos. Cada uno apela a la identidad nacional y la justicia social conforme a su conveniencia y al momento político. El populismo, sin embargo; no es una ideología política fija; cambia según la narrativa y el objetivo que se quiera construir. Un claro ejemplo lo hemos visto en los últimos años, cuando se insertó en el ideario colectivo de los mexicanos la idea de que el poder judicial era elitista y estaba al servicio de los más poderosos, lo que se consideró como un factor que lo volvía corrupto e ineficiente. Esto permitió el cambio constitucional y acabó con la carrera judicial de miles de juristas.
Ambos mandatarios son conscientes de lo que implica la confrontación que están creando. De entrada, las empresas de nacionalidad estadounidense que residen en México perdieron valor en la bolsa, mientras que el peso fue impactado de forma clara al alza, lo cual, en principio, incrementó el costo de la deuda nacional.
La necesidad, por no decir dependencia, que tienen ambos países a nivel socioeconómico y de desarrollo integral es de gran alcance. En primer lugar, porque las exportaciones de México dependen en un 83% de las compras de nuestro muy enojado país vecino. Además, el encarecimiento de los productos para los consumidores estadounidenses es una realidad, ya que, según datos del INEGI, los principales productos exportados desde México en julio de 2024 fueron: 26% vehículos automotrices (US$14,434M), 19.9% maquinaria y equipo especializado (US$10,711M) y 17% equipos eléctricos y electrónicos (US$9,146M). Esto podría resultar en un gran descalabro económico, al disminuir el comercio bilateral, lo que afectaría a ambos países, y especialmente a la industria automotriz. A su vez, aumentaría el riesgo de desempleo y por lógica, el aumento de la inflación.
A medida que ambos países se enfrentan a estos desafíos, la fragilidad de su relación bilateral se vuelve aún más evidente, ya que pone en juego el bienestar económico, el equilibrio social y político de una región interdependiente. Los acuerdos comerciales que alguna vez parecían inquebrantables hoy están siendo desafiados por la retórica populista de ambos mandatarios, que prioriza la defensa de intereses nacionales en detrimento de la cooperación y el entendimiento mutuo. Sin embargo, a pesar de los constantes choques ideológicos, la historia muestra que la relación entre México y Estados Unidos es lo suficientemente robusta como para superar momentos de crisis, pero no sin costos para ambas naciones.
El futuro de esta relación comercial dependerá en gran medida de la capacidad de ambos gobiernos para crear un nuevo consenso a partir de las nuevas realidades globales, donde las tensiones comerciales, políticas y sociales afectan a los dos países involucrados, abriéndole las puertas al nuevo bloque encabezado por China y Rusia, lo cual tendrá repercusiones a nivel internacional. Debemos tener presente que el populismo, con un enfoque de polarización, termina por erosionar las bases de la relación bilateral. Sin embargo, el desafío está en cómo ambas naciones pueden encontrar puntos de convergencia en medio del conflicto, para preservar lo que se ha construido a lo largo de décadas.
La clave residirá en la voluntad de los líderes para poner en primer lugar los intereses comunes para el desarrollo, al reconocer que, a pesar de las diferencias actuales, existen lazos económicos y humanos entre México y Estados Unidos que son fundamentales para el desarrollo de ambas naciones.
Javier Agustín Contreras Rosales. Colaborador de Integridad Ciudadana AC, Contador Público, Maestro en Administración Pública @JavierAgustinCo @Integridad_AC