El yodo, un mineral esencial para el desarrollo cerebral y la salud en general, parecía haber dejado de ser un problema de salud pública en España. Pero no. Los cambios en los hábitos alimenticios y la ausencia de medidas consistentes en la fortificación de alimentos han demostrado que esta percepción era solo un espejismo. “El yodo es esencial para la producción de hormonas tiroideas, cruciales para el desarrollo del cerebro, especialmente en los fetos y los primeros años de vida”, explica la doctora Teresa Armenta, endocrina del Hospital Universitario La Princesa. “Sin yodo, no solo vemos casos visibles como el bocio -que si no se vigila puede llegar a dar dificultad para respirar-, sino también daños invisibles como el deterioro cognitivo, que pueden reducir significativamente el coeficiente intelectual en los niños”.
En España, aunque la sal yodada sigue siendo la principal fuente de yodo para la mayoría de la población, estudios recientes señalan una disminución en el consumo de alimentos ricos en este mineral, como pescados, mariscos y lácteos. Esta tendencia es especialmente preocupante entre los más jóvenes y las mujeres embarazadas. Según datos actuales, aproximadamente el 50% de las embarazadas no alcanzan los niveles recomendados de yodo, lo que puede tener graves consecuencias, como alteraciones en el desarrollo neurológico del feto y un mayor riesgo de padecer enfermedades tiroideas durante el embarazo.
La combinación de cambios en los hábitos alimenticios, la falta de control en la fortificación de la sal con yodo y una insuficiente concienciación sobre la importancia de este mineral están exponiendo a las embarazadas a riesgos significativos. “Hoy en día, muchas personas reducen el consumo de sal para reducir el riesgo de hipertensión o por la moda de no engordar, pero a menudo no compensan esa pérdida de yodo con otros alimentos. Además, cada vez se prefieren opciones como la sal del Himalaya o la sal rosa, que no contienen yodo añadido. Por otro lado, el auge del veganismo y la creciente popularidad de dietas más sostenibles han contribuido a una menor ingesta de alimentos de origen animal, que son una fuente clave de yodo”, explica la doctora Armenta.
Los expertos coinciden en que los cambios culturales y dietéticos están detrás del regreso de este problema y apuntan a varias causas: “Las campañas para reducir el consumo de sal por la hipertensión son necesarias, pero han tenido un efecto colateral. Además, las sales utilizadas en alimentos procesados no suelen estar yodadas. Y ahora que las alternativas vegetales están en auge, la falta de fortificación de leches y yogures de origen vegetal también está contribuyendo”.
Marta Ortiz experimentó las consecuencias de la deficiencia de yodo durante su segundo embarazo. “Opté por una dieta más vegana porque pensaba que era más saludable para mí y para mi bebé. No sabía que el yodo era tan importante. Estaba agotada y mi médico me diagnosticó hipotiroidismo. Tuve que empezar a tomar suplementos a mitad del embarazo”, relata. Ahora presta mayor atención a incluir sal yodada en su dieta diaria y lamenta no haber recibido esta información de manera más clara antes: “Debería ser algo que se enseñe en las consultas prenatales”.
Soluciones sencillas con gran impacto
Los especialistas coinciden en que revertir la deficiencia de yodo no es una tarea compleja, pero sí requiere un compromiso claro tanto por parte de las autoridades como de la industria alimentaria. “Las políticas de salud pública deberían priorizar la fortificación de productos de consumo masivo con yodo. Por ejemplo, en Australia se añadió yodo a la harina utilizada para hacer pan, lo que ayudó a reducir la deficiencia en toda la población. Las leches vegetales también podrían fortificarse para cubrir las necesidades de los que cada vez más evitan consumir productos lácteos”, apunta Armenta.
En España ya existen ejemplos exitosos que muestran el impacto positivo de estas medidas. “Desde que se empezó a fortificar la sal de mesa en los años 80, la incidencia de bocio ha disminuido de manera significativa. Sin embargo, ahora debemos adaptarnos a las nuevas tendencias dietéticas,” señala la doctora.
Además, mejorar la educación en salud es esencial. “Muchos de mis pacientes ni siquiera saben que necesitan yodo, y mucho menos cómo incorporarlo a su dieta” comenta el doctor Arroyo. “Es fundamental que las campañas de salud pública informen a la población, especialmente a las mujeres en edad fértil, sobre la importancia de este mineral.”
Otra estrategia clave es facilitar el acceso a suplementos de yodo, sobre todo para mujeres embarazadas. En España, aunque la mayoría de los suplementos prenatales contienen yodo, todavía hay marcas que no lo incluyen. “Es algo que debería regularse. Ningún suplemento prenatal debería venderse sin incluir este mineral esencial”, insiste Arroyo.
La deficiencia de yodo es un recordatorio de cómo la falta de planificación puede deshacer décadas de avances en salud pública. “No podemos permitirnos dar un paso atrás en un problema que ya sabemos cómo resolver”, concluye.
Y recuerden, incorporar yodo a la dieta es más sencillo de lo que parece: alimentos como las algas, que se pueden incluir en ensaladas o sopas, así como pescados y mariscos, pueden ayudar a cubrir las necesidades diarias de este mineral esencial.