“La paz es posible”. Con una satisfacción que no se esforzaba en ocultar, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha confirmado el acuerdo de alto el fuego entre Israel y Hezbolá que, bajo la mediación de Washington, entrará en vigor a las 4 de la madrugada de este miércoles, hora libanesa, y que la idea es que la tregua se convierta en permanente. “Estamos decididos a que este conflicto no sea simplemente otro ciclo de violencia y por tanto Estados Unidos, con el total apoyo de Francia y otros aliados, ha prometido colaborar con Israel y Líbano para garantizar que el acuerdo queda aplicado por completo”, ha señalado el presidente estadounidense, en la primera gran buena noticia que puede proclamar en casi catorce meses de conflicto.
En paralelo, un comunicado conjunto entre la Casa Blanca y la presidencia de Francia indicaba que el alto el fuego “verá el fin de los combates en Líbano y protegerá a Israel de la amenaza que representan Hezbolá y el resto de las organizaciones terroristas que operan desde Líbano. La tregua creará las condiciones necesarias para el restablecimiento duradero de la paz y permitirá el regreso a sus hogares en completa seguridad de los residentes de ambos lados de la Línea Azul”, que demarca la frontera no oficial entre los dos países.
Estados Unidos aspira a que el acuerdo para Líbano pueda suponer un primer paso para conseguir también un alto el fuego en Gaza. A lo largo de los próximos días, ha anunciado Biden, Estados Unidos y los mediadores Qatar y Egipto lanzarán una nueva ronda de negociación sobre la Franja. Washington sigue dispuesto, ha asegurado el jefe de Estado saliente, a abordar conversaciones con Arabia Saudí para un pacto de seguridad, y “una ruta creíble para establecer un Estado palestino y la completa normalización de relaciones entre Arabia Saudí e Israel que ambos desean tener”.
Para la Casa Blanca el acuerdo supone un importante triunfo, cuando le quedan menos de dos meses para entregar las llaves al presidente electo Donald Trump. Para Biden es una reivindicación y un impulso a su legado, después de que todos sus intentos previos de conseguir un alto el fuego en Líbano y en la franja de Gaza se estrellaran una y otra vez contra diversas objeciones y el deseo expresado por el Gobierno del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, de lograr la “victoria total”.
La diplomacia estadounidense, preocupada por que el frente libanés acabara implicando a Irán en el conflicto, había intensificado sus esfuerzos en favor de una tregua en las últimas semanas. Si durante la cumbre del G-20 en Brasil el secretario de Estado, Antony Blinken, se reunía con el ministro saudí de Exteriores, el príncipe Faisal bin Farhan, el mediador estadounidense en el conflicto, Amos Hochstein, se desplazaba a Líbano para presionar en las conversaciones.
Esas negociaciones se toparon con un escollo la semana pasada, después de que la Corte Penal Internacional emitiera una orden de arresto contra el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu y el primer ministro israelí montara en cólera, algo que puso en peligro los avances en las negociaciones. Francia, que Líbano quería como uno de los países del comité de seguimiento del acuerdo, declaraba que aplicaría la orden del tribunal. El propio Biden dialogaba con el presidente francés, Emmanuel Macron, el viernes, para reencauzar el proceso. El comunicado oficial de la Casa Blanca sobre ese diálogo menciona que ambos líderes abordaron “los esfuerzos para alcanzar un acuerdo de alto el fuego en Líbano que permita a los residentes de ambos lados de la línea azul regresar a sus hogares sanos y salvos”.
Entre sus cartas para presionar al Gobierno de Netanyahu, Estados Unidos parece haber jugado la amenaza de no vetar una resolución de la ONU que impusiera un alto el fuego en condiciones perjudiciales para Israel. El medio Axios informaba este fin de semana de que Hochstein había dado un ultimátum al país aliado para que aceptara el pacto o él se retiraría como mediador.
El acuerdo, que se rozaba desde hacía días, prevé que durante esa primera fase las tropas israelíes continuarán en el lado libanés de la frontera pero regresarán gradualmente a su país. Su adversaria, la golpeada milicia chií Hezbolá, debería retirarse al norte del río Litani, a treinta kilómetros de la frontera. Pasados esos sesenta días, si todo transcurre como previsto en el texto, miles de soldados de las fuerzas libanesas se desplegarán en la zona fronteriza para garantizar el cumplimiento de la resolución 1701 de la ONU, que detuvo la guerra de 2006 también entre Israel y Hezbolá.
El pacto se ha cerrado formalmente de manera indirecta entre Israel y Líbano, dos vecinos que carecen de relaciones diplomáticas, bajo la mediación de Estados Unidos. En la práctica, se trata de un acuerdo entre Israel y la milicia Hezbolá, dado que las Fuerzas Armadas libanesas han procurado mantenerse al margen del conflicto durante los trece meses de hostilidades que Israel convirtió en guerra abierta en septiembre al bombardear Líbano y entrar con sus tropas en ese país el 1 de octubre.
El último escollo se relacionaba con el comité de seguimiento del acuerdo. Estará encabezado por Estados Unidos, el gran aliado de Israel y mediador en la negociación, y formarán parte de él otros cuatro países. Una carta de garantías que no está incluida en el acuerdo formal concede el apoyo de Washingtonn a los actos de Israel si Hezbolá vuelve a atacar el norte de ese país o desplaza fuerzas al sur del Litani.
Israel mantuvo sus bombardeos hasta última hora. Este mismo martes atacaba de nuevo barrios en el centro de Beirut y en el sur de la capital libanesa.
Mientras se reunía el Gobierno israelí para votar el acuerdo, el secretario de Estado de EEUU, Antony Blinken, cerraba su participación en la reunión de ministros de Exteriores del G-7 en Italia con una rueda de prensa en la que aseguraba que el acuerdo, entonces aún en ciernes, “marcará una gran diferencia para salvar vidas y medios de vida en Líbano e Israel. Marcará una gran diferencia a la hora de crear las condiciones que permitan que la gente pueda volver a sus casas sanos y salvos en el norte de Israel y el sur de Líbano”.
“También creo que al desescalar las tensiones en la región puede ayudarnos a poner fin al conflicto en Gaza en particular”, agregaba el jefe de la diplomacia estadounidense. La milicia radical palestina Hamás “sabrá que no puede contar con que se abran otros frentes en la guerra”.
Washington había mantenido la cautela hasta el último momento. El lunes, cuando altos cargos libaneses ya indicaban a la agencia Reuters que el acuerdo era inminente, el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, John Kirby, se limitaba a confirmar que las negociaciones estaban “cerca” de cerrar un pacto y la trayectoria era “positiva”. Pero también matizaba que “nada está acordado hasta que todo está acordado”, añadía.