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Los trastornos digestivos funcionales están muy relacionados con desequilibrios en la microbiota intestinal y están aumentando. Es importante conocer sus causas y desencadenantes, así como el tipo de alimentos que favorecen su desarrollo.
Actualizado a: Domingo, 24 Noviembre, 2024 00:00:00 CET
Los Trastornos Digestivos Funcionales (TDF) han aumentado en los últimos años en todo el mundo, especialmente entre los adultos jóvenes. Son un grupo de afecciones muy relacionadas con el funcionamiento de la microbiota intestinal, que es el conjunto de microorganismos presentes en el intestino y cumple funciones metabólicas, inmunológicas, fisiológicas y de barrera intestinal funcional. Engloban las intolerancias alimentarias, SIBO (sobrecrecimiento bacteriano), disbiosis intestinal y otras alteraciones digestivas.
Con motivo del Día Mundial del Dietista-Nutricionista, que se celebra el 24 de noviembre, el Consejo General de Dietistas-Nutricionistas ha puesto en marcha una campaña de concienciación ciudadana para prevenir y tratar estos trastornos, bajo el lema “Todo me sienta mal”, aludiendo a la sensación que tienen los pacientes con TDF de que todos los alimentos les provocan síntomas digestivos. En el marco de esa iniciativa, la dietista-nutricionista Alicia Salido ha impartido un webinar en el que ha aclarado, en primer término, que, como su nombre indica, “son trastornos funcionales porque no está dañado el órgano, sino su función”. Pueden afectar a cualquier segmento del aparato digestivo y lo más relevante, según la experta, es su “impacto negativo en la calidad de vida de los pacientes, afectando a su vida laboral y personal”.
Síntomas más frecuentes de los trastornos funcionales
Entre el 85 y el 90% de los pacientes con TDF refieren como síntoma principal la intolerancia o las molestias gastrointestinales relacionadas con el consumo de alimentos específicos, siendo estos diferentes en función de cada individuo. Otros síntomas habituales son:
- Distensión abdominal.
- Dolor abdominal.
- Gas o meteorismo.
- Estreñimiento funcional.
- Diarrea funcional.
Además, en función de las características de cada paciente, se pueden asociar muchos otros síntomas de diversa índole:
- Digestiones pesadas.
- Náuseas.
- Vómitos.
- Eructos.
- Ardor.
- Reflujo.
- Falta de concentración.
- Niebla mental.
- Cansancio.
- Pérdida de energía.
- Dolor muscular.
- Dolor de cabeza.
- Insomnio.
- Ansiedad.
- Desnutrición.
- Alteraciones en la piel, pelo y uñas.
- Mala absorción de nutrientes (vitamina D, hierro, calcio, vitamina B12…).
Factores de riesgo, causas y desencadenantes
La dietista-nutricionista ha descrito algunos de los factores implicados en el desarrollo de los TDF: “Una dieta poco saludable (dietas restrictivas o milagro, alimentos y bebidas ricas en azúcares…), el uso prolongado de ciertos medicamentos (antibióticos, antiácidos, quimioterapia, antihistamínicos), la falta de sueño, el sedentarismo, una mala limpieza bucal o las infecciones intestinales aumentan el riesgo”.
No obstante, ha señalado que la causa principal de estas afecciones hay que buscarla en problemas como el estrés, la ansiedad, la depresión y otros trastornos del estado de ánimo. La explicación: la existencia del denominado eje cerebro-intestino-microbiota, que es un complejo bidireccional que comunica el sistema nervioso central con el aparato digestivo por medio de enlaces neuronales, endocrinos y de otros tipos. “Lo que pasa en mi cabeza pasa en mi intestino”, en palabras de Salido. “Es una realidad y hay que trabajar con ella en los pacientes con TDF.
“Cuanto más estrés tienes, más producción de cortisol y mayor aumento de la sintomatología digestiva a través del eje microbiota-intestino-cerebro”, ha resaltado la experta. De ahí que una de las claves para el manejo de estas patologías sean las técnicas de gestión del estrés, ya que “regular el estrés nos ayuda a regular nuestra microbiota”.
Diagnóstico y tratamiento
El diagnóstico, tratamiento y seguimiento de este tipo de trastornos debe ser interdisciplinar, y en él deben participar el médico, el dietista-nutricionista y el psicólogo para abordar de manera integral los síntomas y su impacto en la calidad de vida del paciente. Cada uno de estos profesionales cumple una función específica en el manejo de estos trastornos digestivos.
El diagnóstico se realiza con diversos tipos de pruebas orgánicas, funcionales y otras. En este punto, Salido hace una advertencia sobre los populares test de sensibilidad alimentaria: “No tienen validez científica, se desaconsejan”.
Cómo debe ser la dieta
El tratamiento dietético de los TDF debe ser siempre personalizado y se basa en los siguientes principios, pautas y tipos de alimentos.
Dieta equilibrada y saludable
Una dieta equilibrada permite, según Salido, “el mantenimiento óptimo de un estado de salud físico y psíquico, es decir, la dieta debe alcanzar y cubrir los requerimientos de energía y de nutrientes, debe ser apetecible y, además, tener un valor social”.
Una dieta equilibrada es “aquella ingesta de alimentos que ayuda a mantener, recuperar o mejorar la salud”. A este respecto, la Organización Mundial de la Salud (OMS) hace referencia a que debe fundamentarse en “aumentar el consumo de frutas, legumbres, frutos secos y cereales; y reducir el consumo de grasas saturadas, azúcares y sal”.
Dieta ajustada a las necesidades energéticas
La dieta que pauta el dietista-nutricionista a las personas con SIBO u otros trastornos digestivos puede ser hipocalórica, normocalórica o hipercalórica en función de si tienen sobrepeso u obesidad, peso normal o un peso bajo.
Dieta baja en Fodmap
El término Fodmap hace referencia a una dieta terapéutica desarrollada específicamente para personas que padecen trastornos gastrointestinales. Consiste en retirar los alimentos con más cantidad de azúcares fermentables, que son los oligosacáridos, disacáridos, monosacáridos y polioles fermentables. Estos hidratos de carbono de cadena corta se absorben con dificultad en el intestino y son susceptibles de ser fermentados por la microbiota intestinal, provocando la liberación de grandes cantidades de agua y gas y alterando el movimiento del intestino.
Este tipo de dieta, muy apropiada frente al SIBO y demás trastornos digestivos funcionales, debe realizarse siempre de forma personalizada y pautada por el dietista-nutricionista para evitar carencias nutricionales. Incluye los siguientes grupos de alimentos:
- Verduras y hortalizas.
- Cereales y harinas no integrales.
- Aceites, grasas, condimentos.
- Lácteos sin lactosa.
- Huevos.
- Carnes magras blancas y rojas.
- Frutos secos y semillas.
- Frutas no maduras.
- Pescados blancos y azules, mariscos, crustáceos, moluscos…
Los alimentos concretos permitidos y prohibidos en esta dieta pueden variar de una persona a otra. Por ejemplo, se suelen incluir las siguientes verduras y hortalizas entre los prohibidos: cebolla, ajo, puerro, espárragos, guisantes, remolacha, coliflor, champiñones, coles de Bruselas y brócoli. Pero no siempre o no todos ellos.