Nogales, Arizona (CNN) – Cuando los migrantes cruzan la frontera mexicana y entran al rancho de Jim y Sue Chilton, toman uno de dos caminos. Los que visten de civil se dirigen al oeste, en busca de agentes de la Patrulla Fronteriza para entregarse y pedir asilo, dijo la pareja. Otros, con uniforme de camuflaje y cargando grandes mochilas, se dirigen al norte.
Usan sandalias de felpa sobre los zapatos para dificultar su rastreo. Se alejan de las carreteras y optan por agotadoras caminatas subiendo y bajando barrancos rocosos entre árboles de mezquite y arbustos para llegar a su destino.
Los Chilton reconocen que han estado allí porque sus viajes han sido captados por cámaras ocultas que la pareja instaló durante el gobierno de Obama. Dicen que agentes del gobierno les han dicho que las mochilas suelen contener drogas ilegales como fentanilo o cocaína. Pero la pareja afirma que les han dicho que la mayoría de estos contrabandistas no son capturados. Se les conoce como los “escapados” porque se les ve acercarse a la frontera y luego, literalmente, se escapan.
Pero los Chilton, y otros aquí en este desierto escasamente poblado al oeste de la autopista I-19, creen que eso va a cambiar.
Rancheros, agentes de la Patrulla Fronteriza, vigilantes e incluso los propios migrantes creen que la segunda presidencia de Donald Trump está trayendo una ola de mano dura. Y la mayoría de las personas que conocimos en el sur de Arizona dicen estar entusiasmadas de verla.
Dejando una puerta abierta
El muro fronterizo de Trump se había extendido ocho kilómetros a lo largo del borde del terreno que los Chilton alquilan al gobierno federal cuando el presidente Joe Biden juró su cargo. A las pocas horas de la inauguración, dijo Jim Chilton, el trabajo en la barrera se había detenido por completo, dejando 800 metros de frontera abierta a lo largo de la línea de propiedad. Sue Chilton lo llama “la puerta”.
“En eso se ha convertido”, dijo. “Obviamente, si dejas la puerta abierta en tu casa, ¿por dónde entra la gente? Por la puerta”.
Dijo que el extremo del muro pronto se convirtió en la ruta de los cárteles que traían a grupos de personas. Los que iban de civil se dirigían a los agentes, pidiendo ayuda a los hombres y mujeres encargados de trasladarlos a los centros de procesamiento. Esos migrantes podían tener infinidad de razones para querer llegar a Estados Unidos. Pero para los cárteles, creen los Chilton, eran sobre todo un señuelo para robar el tiempo y la atención de los agentes mientras los portadores de droga vestidos de camuflaje y con pantuflas hacían todo lo posible por pasar desapercibidos.
La pareja afirma que los agentes de la Patrulla Fronteriza les dijeron que un promedio de 100 a 140 personas cruzaron su rancho cada día en abril de este año. Dos meses después, Biden limitó el número de personas que podían solicitar asilo cada día y la cifra se redujo a unas 25 al día, según los Chilton. Pero siguen siendo demasiados para ellos y dicen que la acción ejecutiva llegó demasiado tarde.
“Actualmente tenemos un número tremendo de personas realmente malas que atraviesan mi rancho. Es peligroso, a menudo llevan armas. Realmente es necesario asegurar la frontera en la frontera”, dijo Jim, un ranchero de quinta generación que mantiene un rifle en la puerta de su casa y conduce con una pistola en su camioneta para defensa personal. Él y su esposa suministran comida y agua a cualquiera que se lo pida y reconocen la difícil situación de algunos solicitantes de asilo. Pero les enfurece que traficantes cargados de droga crucen sus tierras prácticamente con impunidad.
“La idea de que la gente que pasa por aquí, por mi rancho, venga a envenenar a nuestra gente es muy, muy objetable para mí”, dijo Jim.
Él celebra las fuertes palabras de Trump sobre el cierre de la frontera a los cruces ilegales, incluido el envío de militares en servicio activo.
“Hay que impedir que pasen las drogas, y si hacen falta los militares para hacerlo, hay que hacerlo”.
El apoyo de los Chilton a Trump no es ninguna sorpresa: tuvieron un lugar privilegiado para hablar en la Convención Nacional Republicana este verano, entre Tom Homan, ahora designado como zar de fronteras de Trump, y el gobernador de Texas, Greg Abbott.
Y aunque quieren que se termine el muro fronterizo, siguen apoyando la inmigración legal.
“Creo que los inmigrantes son realmente una parte importante de Estados Unidos y lo han sido históricamente”, dijo Jim. “Incluso Elon Musk es inmigrante. Actualmente admitimos a cerca de un millón de personas al año, legalmente. ¿Por qué no dos millones? Pero todos los que entren en este país deberían hacerlo legalmente”.
Cerrando la puerta
El propio Hugo es inmigrante, pero ahora pasa parte de su tiempo libre en el sur de Arizona intentando impedir que entre más gente.
Uruguayo de nacimiento y naturalizado estadounidense residente en Greenwich, Connecticut, no quiso dar su apellido por miedo a que perjudicara a su negocio. Dijo que para él fue más fácil, pues llegó primero como estudiante de intercambio en la década de 1980 y luego fue patrocinado por un empleador, pero afirmó que aún hay oportunidades para empezar una vida en EE.UU.
“No creo que nadie haya dicho que deberíamos tener inmigración cero, eso es lo que hace que el país funcione y lo que hace que el país sea grande”, afirmó.
Considera que su paso por un grupo de vigilancia llamado Arizona Border Recon es su oportunidad de devolver algo al país que le abrió sus puertas.
Tim Foley, el líder de los voluntarios, dijo que estaban esperando interceptar a una veintena de fugitivos que habían avistado en dirección norte adentrándose en EE.UU. Si los encontraban, dijo, él y sus hombres les dirían que regresaran, y esperaba que lo hicieran.
“Cuando estás allí de pie con unas AR-15 y mis hombres son casi todos veteranos de combate, así que saben cómo manejarse, no se ponen nerviosos, simplemente se quedan allí y dicen ‘Vámonos’ y funciona”, dijo.
Foley pensó que seguiría siendo necesario en la frontera incluso si Trump ordenara la intervención del ejército.
“Lo único que él podría desplegar es la Guardia Nacional, y he estado aquí a lo largo de tres despliegues de la Guardia Nacional”, dijo, y agregó: “Nunca sucedió” cuando se le preguntó si las tropas podrían asegurar la frontera.
“Se necesita una cierta mentalidad” para hacer frente al clima y el terreno y permanecer en la tarea, dijo.
Un agente de la Patrulla Fronteriza, que no estaba autorizado a hablar públicamente, dijo a CNN que él y sus colegas estaban “muy contentos” de que las cosas cambien con el nuevo gobierno de Trump.
“Ya no va a ser una niñera federal”, escribió en un mensaje de texto. “Agentes quieren estar en el campo haciendo su trabajo. Tenemos mucho territorio que recuperar de los cárteles y los exploradores que emplean. Nos va a llevar unos meses averiguar las rutas que utilizan y los lugares de exploración… Los puestos de control estarán ocupados hasta que (los cárteles) entiendan que (los puestos de control) funcionarán 24 horas al día, 7 días a la semana”.
El sheriff del condado de Cochise, Mark Dannels, estará feliz por la ayuda. “La frontera está en el peor estado, el más feo que he visto jamás”, dijo Dannels, que lleva 40 años en las fuerzas del orden, los últimos 12 como sheriff electo del condado fronterizo al este de Nogales.
Él culpa al gobierno federal de Biden de permitir que esto ocurra, de hacer que su condado sea tan peligroso que sus subordinados tengan que centrarse en atrapar a los que vienen a recoger a los “escapados” en lugar de ocuparse de las responsabilidades habituales de seguridad pública, como investigar robos, conductores ebrios o drogados y violencia doméstica.
“Hemos tenido que cambiar las prioridades porque el mayor riesgo al que se enfrenta y se ha enfrentado este condado es la frontera. Cuando tienes -odio decirlo- criminales repetitivos que tienen un montón de antecedentes penales (…) que vienen aquí a cometer delitos, sus crímenes no se detienen en la frontera, no se detienen en la línea del condado, traen vehículos robados, armas, órdenes de arresto, lo que sea”.
Dannels dijo que hay zonas donde los fugitivos se esconden en los arbustos, esperando a que llegue un auto, toque la bocina como señal y los recoja. Como fuerzas del orden locales, pueden detener vehículos sospechosos e interrogar a los conductores, aunque hay que llamar a la Patrulla Fronteriza para que se ocupe de cualquier inmigrante indocumentado.
Los adjuntos del sheriff suelen perseguir coches repletos de personas que han cruzado la frontera ilegalmente, pero Dannels afirma que la parte del traslado la realizan casi siempre estadounidenses. De los miles de personas fichadas por su departamento por delitos relacionados con la frontera en los últimos 35 meses, más del 90% eran ciudadanos estadounidenses, dijo, incluidos adolescentes demasiado jóvenes para obtener siquiera un permiso de conducir.
El sheriff dijo que su principal esperanza era que el nuevo gobierno de Trump al menos se comprometiera con la política fronteriza de una manera que, en su opinión, no lo hizo el equipo de Biden.
“Esta frontera es un problema del gobierno federal, no un (problema) de los sheriffs locales. Pero una vez que dan dos o tres pasos en mi condado, se convierte en mi problema”.
A unas decenas de kilómetros al este del rancho de Chilton, donde el ganado pastaba mientras Foley y su equipo esperaban la huida, y a unas decenas de kilómetros al oeste de las patrullas del sheriff Dannels en el condado de Cochise, el muro fronterizo se alza a lo largo de West International Street, en las afueras de Nogales.
Es un lugar al que las familias acuden para verse y hablar a través de la valla, siempre que no se tomen medidas policiales.
Pero también sigue siendo un lugar donde esta misma semana hemos visto a dos personas trepar descaradamente por el muro desde el lado mexicano, que solo se detuvieron y se marcharon cuando vieron que los estábamos grabando.
En una visita anterior presenciamos un suceso similar, aunque entonces los que cruzaban la frontera hicieron caso omiso de nuestra presencia y siguieron trepando por el muro hasta entrar a Estados Unidos y darse a la fuga.
Si la precaución adicional es una señal de que las cosas están cambiando a medida que Trump se prepara para retomar el poder, los migrantes que se han establecido en Estados Unidos se preguntan qué más les deparará el futuro.
Esta semana, una mujer se sentó en una silla de camping en el lado estadounidense de la frontera, charlando con sus padres y su hermana a través de la valla. Decía que había sido capaz de ganarse la vida como trabajadora indocumentada y esperaba que eso continuara a pesar de los cambios en la Casa Blanca.
Su madre, del lado mexicano, pensaba que podría ser más difícil conseguir un visado para visitar a su hija. Han pasado 13 años desde que podían abrazarse.
Un hombre llamado Rafael se acercó a la valla para celebrar su 34 cumpleaños con sus padres, su hermano y su pequeño hijo.
Dijo que se pasa el día trabajando en la construcción antes de ir directamente a casa para mantenerse fuera de la vista y de cualquier posible problema. “Me quedo en mi casa, voy a trabajar e intento hacerlo lo mejor posible y ya está”.
Rafael dijo que siente respeto por Trump, a pesar de las nuevas amenazas a su propio medio de vida. Él cree que su obra de construcción probablemente cerraría si todos los trabajadores indocumentados fueran deportados, ya que todos en su equipo habían llegado ilegalmente.
Pero lo único que realmente quería era celebrar su cumpleaños, lo más cerca posible de su familia. Comió pastel a un lado del muro, sus parientes hicieron lo mismo al otro lado. Y después de recoger la basura, Rafael besó el dedo de su hijo, la única parte de él que cabía a través de la valla.