Se puede pensar que una sala de artes escénicas de Connecticut que lleva el nombre de Katharine Hepburn, en una tranquila ciudad costera como Old Saybrook, es segura; que un público compuesto en su mayoría por otrora hippies ahora canosos, que pagó por sentarse en sillones rojos mullidos para oírte cantar y que les firmes sus carteles de Los Osos de la mala suerte, no sería un público difícil. Lo es.
Billy Bob Thornton, de gira con su grupo de rock The Boxmasters, invitó a un hombre que acababa de llamarle “imbécil condescendiente” (excepto que no había gritado “imbécil”) a subir y sentarse con él en el borde del escenario y resolver esto de hombre a hombre. Le explicó, como seguramente se ha cansado, que él no es quien cree que es.
“Puedo decirte que conozco en persona a gente que pasa al lado de todos los fans y ni siquiera los mira —dijo desde el escenario—. Me paro junto al autobús y firmo la foto de cada persona, hablo y me tomo fotos con todos”.
Al final fue una conversación perfectamente agradable; cabría suponer que, a sus 69 años, un hombre con la aclamación y los logros de Thornton no siente la necesidad de abogar por sí mismo. No es así.
Aunque se mostró reacio a hablar del incidente cuando nos pusimos al día por teléfono unas semanas más tarde, siempre es abierto en torno a sus inseguridades y sus sentimientos de incomprensión, al igual que lo es sobre sus decepciones, sobre todo con Hollywood.
Billy Bob Thornton se distanció un poco de Hollywood en los últimos años. El antaño prometedor cineasta que escribió, dirigió y protagonizó Sling Blade, la película nominada a varios premios Oscar, ya había renunciado hace años a escribir y dirigir películas debido a cómo lo trataron los estudios justo después de aquella película de 1996, algo por lo que “sigue molesto”, dijo.
Le sigue gustando actuar, pero cada vez es más selectivo, de ahí su papel en la nueva serie de Taylor Sheridan, Landman. Un negocio crudo, que se estrena el domingo en Paramount+, es uno de los pocos papeles importantes que ha aceptado desde Un Santa no tan santo 2, de 2016.
Varios más como él
El Sheridan-verso, que nació con Yellowstone, se ha convertido en una especie de refugio para actores de un determinado grupo demográfico que, quizá, se ha sentido un poco frustrado con Hollywood (como Kevin Costner, Sam Elliott, Sylvester Stallone) y se especializa en interpretar versiones queridas de sí mismos. Esto le viene muy bien a Thornton. Su serie de Amazon Goliat. Poder y debilidad (2016-21) trataba, según admitió él mismo, de un tipo que era, en esencia, Thornton si Thornton fuera un abogado venido a menos de Santa Mónica. Landman trata de un tipo que es, en esencia, Thornton si Thornton se dedicara a apagar incendios, en sentido figurado y literal, en un yacimiento petrolero del oeste de Texas.
“Si das todo por el papel, ésa será tu mejor actuación. Es lógico que sea mejor que fingir”, dijo el actor.
¿Alguna vez le preocupó que interpretar en su mayoría extensiones de sí mismo pudiera llegar a ser limitante? “Bueno, hay unos 50 como yo”, expresó. Es decir, contiene multitudes. “Así que no me agoto, no”.
Tiene mucho con qué trabajar. Con la edad, llega la sabiduría, y Thornton se ha moderado, según reconoce, desde los días en que lo perseguía una cierta imagen pública de chico malo y exaltado. Pero su crudeza emocional, el tipo de sensibilidad interior que puede hacer que un hombre detenga un concierto para convencer a un desconocido de que no es, de hecho, un imbécil, eso nunca ha desaparecido.
Como dijo Thornton: “Sigo teniendo 19 años. Ésa es la realidad”. Porque resulta que si creciste siendo un niño pueblerino y pobre de Malvern, Arkansas, con un pésimo padre, eso tampoco desaparece nunca del todo.
Si tuviste que sobrevivir con las sobras de la cocina de la pizzería donde trabajabas, puede que nunca te quites de encima la sensación de que, en el fondo, eres una persona que solo merece sobras, y no una persona que se ha ganado un Oscar, la adoración de los fans, una familia cariñosa.
El camino a Landman
El éxito no llegó pronto para Thornton, pero cuando llegó fue explosivo. Irrumpió aparentemente de la nada durante una época propicia para los autores estadunidenses, el boom del cine independiente de la década de 1990: primero con el guion de Un paso en falso, que escribió con su amigo de la infancia Tom Epperson, y después con Sling Blade.
La segunda, sobre un hombre de Arkansas con discapacidad intelectual que mató a su madre cuando tenía 12 años, hizo famoso a Thornton a los 41 años. Una serie posterior de papeles en películas como Un plan sencillo, Armageddon y El pasado nos condena lo hicieron más famoso.
También lo hicieron los tatuajes, su matrimonio con Angelina Jolie y las historias sobre sus escapadas (entre ellas, llevar frascos con la sangre del otro, que él ha aclarado que eran relicarios, cada uno de los cuales solo contenía una gota de sangre).
Sus primeras incursiones en la televisión fueron igualmente oportunas. En 2014, cuando la televisión aún no estaba repleta de estrellas de cine, obtuvo una nominación al Emmy por interpretar a Lorne Malvo, un asesino a sueldo con flequillo de Spock, en la primera temporada de Fargo, de FX. En Goliat, que se estrenó en 2016, Thornton interpretó al tipo de antihéroe que se le da bien: adorable a causa de sus defectos, no a pesar de ellos. Su actuación le valió un Globo de Oro.
Al formar equipo con Sheridan, Thornton se une al hombre que, con Yellowstone, reivindica el drama más popular de la televisión. Basada en los tres primeros episodios, Landman ofrece elementos familiares para cualquier fan de Yellowstone. Es crudo, pero fluye, el equivalente dramático de esa cosa naranja que se utiliza para quitarse el aceite de las manos. Se deleita incendiando las piedades progresistas. Es una fantasía masculina sobre matones y las mujeres irrealmente atractivas que los aman.
Sobre todo, es el espectáculo de Billy Bob Thornton. Es divertido. Es contundente. Su personaje, Tommy, tiene el característico patetismo de Thornton. Los chistes y las bromas se sienten tan vívidos como un par de pantalones vaqueros viejos. Incluso hay un guiño a Un Santa no tan santo.
Alejado de Hollywood
Cuanto más hablas con Thornton y con la gente que lo conoce, más comprendes, y le crees cuando dice que nunca se sintió a gusto en Hollywood. Eso le sucedería a mucha gente que creció sin agua corriente, o trabajó en un aserradero, o se hizo adicta a la morfina en la adolescencia.
La versión resumida, bien documentada, es que después de Sling Blade, Thornton firmó un contrato para participar en varias producciones con Miramax Films, cuando sus directivos eran Bob y Harvey Weinstein. Una de sus películas, Asuntos de familia, era un largometraje profundamente personal en el que aparecía un Andy Griffith maldiciendo y un John Prine en un papel bastante fuera de lo común.
Otra fue Espíritu salvaje, su adaptación del año 2000 de la novela de Cormac McCarthy Todos los hermosos caballos, que Miramax recortó a una hora. La película fue un bombazo, y Thornton estaba furioso, convencido de que a su versión le habría ido mejor.
Asuntos de familia, que se iba a retrasar hasta después de Espíritu salvaje, tuvo un estreno limitado y no tuvo mucha promoción.
“Odiaba a Harvey Weinstein (lo cual está bien visto ahora, odiar a Harvey Weinstein, pero entonces no querías odiarlo públicamente). Pero Billy no tiene tacto —añadió Epperson—, tiene su carácter, eso realmente hizo que su carrera como director no arrancara”.
Actualmente, Thornton solo escribe canciones. Tiene pocas ganas de dirigir. “Creo que ahora soy bastante irrelevante como guionista y director en el mundo del cine”, afirmó.
De todos modos, supongamos que dirigiera una película: “Ahora hay mil 500 millones de críticos; cuando yo estaba empezando, teníamos como 25. Ahora es un tipo llamado Tony el que escribe mierda que realmente tiene impacto. Y uno piensa: ¿por qué? Tony trabaja en Costco”.
Aun así, había diferencias entre enfadarse por episodios concretos de la vida y dejarse consumir por las quejas, como les había pasado a algunos amigos, aseguró.
Le encanta ir de gira, como ha hecho desde que tenía 16 años, y está agradecido por todo lo que le ha dado su carrera como actor. Parecía genuinamente entusiasmado por hablar de Landman.
En el pueblo de Old Saybrook, le abrió la puerta a desconocidos y dio las gracias a los camareros. Cuando un periodista descubrió que sus opciones gastronómicas entre bastidores se limitaban a panes salados y un poco de salsa de tomate, le ofreció la mitad de su hamburguesa vegetariana.
“Soy un tipo bastante alegre: amo la vida, amo a mi familia y también mi trabajo. No voy a vivir amargado”, concluyó.
c.2024 The New York Times Company