Un maratón recorre 42 kilómetros, pero la distancia más importante son “los 22.8 centímetros encima de los hombros”, de acuerdo con un dicho de Joe Vigil, un reconocido entrenador estadounidense.
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En su opinión, tanto la cabeza como las piernas determinan el resultado de la carrera.
“Ningún corredor de élite llega sin estar preparado para la distancia”, dijo Dakotah Lindwurm, de 29 años, quien finalizó en decimosegundo lugar en el maratón femenino en los Juegos Olímpicos de París y en decimoséptimo en el maratón de la Ciudad de Nueva York el 3 de noviembre. “Creo que el factor limitante a menudo es nuestro cerebro”.
Entonces, ¿en qué piensan los maratonistas —de élite y cotidianos— mientras corren 42 kilómetros?
La respuesta es: en notablemente poco y, de alguna manera simultáneamente, en absolutamente todo.
Brendan Leonard, escritor e ilustrador de 45 años, describió sus pensamientos como rebotando “de mis piernas y pies, a la persona o personas frente a mí quizás corriendo un poquito más lento y si los paso o no, hasta la situación de los baños portátiles”.
La carrera mental comienza mucho antes que la física. La energía nerviosa saca a la mayoría de los corredores de la cama, si es que durmieron algo.
En la primera mitad de la carrera, los corredores empiezan a distraerse.
Lindwurm podría concentrarse en el movimiento pendular de la cola de caballo de una corredora adelante de ella.
Sashea Lawson, de 43 años, de Brooklyn, recuerda haber tomado nota en maratones pasados de arquitectura interesante y del tipo descalzo a su lado. ¿Cómo se llama ese edificio?, recuerda haberse preguntado, y ¿qué se siente correr descalzo cuando las calles están empapadas en Gatorade?
Dan Ubilla, un ingeniero de software de 39 años, llama a estos kilómetros la “fase feliz del maratón”.
Empieza a pensar en la comida. “Sé que hay una bolsa de papas fritas que mi hijo me guardó y que está esperando”, dijo. “Sé que hay una cerveza esperando en la línea de meta”.
El regateo, si no es que el pánico, puede comenzar después de 21 kilómetros. Claro, los corredores van a la mitad, pero eso es una especie de espejismo.
“En el peor caso, el maratón es una negociación para no escuchar al diablo en tu hombro izquierdo sino a la animadora que está en tu derecho”, dijo Deena Kastor, de 51 años, corredora y entrenadora.
A medida que avanza la carrera, dijo Ubilla, intenta mantenerse ocupado con matemáticas. Cuando pasa un marcador de milla, multiplicará el número de la milla por su ritmo objetivo: 6 minutos y 20 segundos por milla. Pero, dijo, se vuelve más difícil “no sólo porque las matemáticas son más difíciles, sino también porque es difícil hacer matemáticas después de correr durante un par de horas”.
Este es también el punto de la carrera en el que puede ser particularmente importante mantenerse hidratado y seguir ingiriendo calorías para llegar a la meta.
Cuando Amby Burfoot ganó el maratón de Boston en 1968, dijo que no había estaciones de líquidos en el recorrido y, sintiéndose cada vez más deshidratado, fantaseaba con refrescos de raíz con nieve. Ahora, a los 78 años, aún corre el maratón de Boston, repitiendo el mantra: “Cada milla es un regalo”.
Amanda Stumpf, de 35 años, asesora universitaria de la Universidad de Nueva York, dijo que este año intentó tomar un gel energético en la milla 17 del maratón de Chicago e inmediatamente lo vomitó. Recordó haber pensado: “Bueno, para mí no”, antes de darse permiso para caminar. “Sigue adelante”, se dijo a sí misma. “No dejes de moverte”.
Una inyección de energía en estos kilómetros puede resultar invaluable. Algunos corredores intentan que sus familiares y amigos estén en posición de animarlos en estos kilómetros difíciles, y algunos corredores se alimentan de la multitud.
En los Juegos Olímpicos de París, Lindwurm recibió un impulso cuando un joven corrió cerca de ella en el costado de la pista en la marca de las 22 millas, gritando su nombre. Tal estímulo por parte de los espectadores, dijo Lindwurm, se siente “casi como una rápida descarga de Advil. No duele nada. Te sientes fresca otra vez”.
Para muchos corredores, la Milla 24 es cuando se dan cuenta de que, después de todo, podrían sobrevivir. En la milla 25 de su último maratón, dijo Stumpf, se dijo a sí misma: “Puedes hacer cualquier cosa durante una milla”.
Con 1.2 millas por recorrer en su último maratón, Ubilla se recordó a sí mismo que “correr es un regalo, por doloroso que se sintiera en ese momento” y que había que sonreír al cruzar la meta.