¿Quién no ha oído hablar de los Medici? La poderosa familia italiana fue una de las más influyentes del Renacimiento. De hecho, cuatro de sus miembros fueron papas. En la familia nacieron también duques y dirigentes, así como dos reinas de Francia. El poder de los Medici se extendió desde la religión hasta el arte y la ciencia, convirtiéndose en mecenas de importantes figuras como Galileo Galilei.
Pues bien, uno de los miembros de esa saga familiar se interesó por Córdoba al punto de llegar a visitarla para asombrarse con el patrimonio y las costumbres que ofrecía la ciudad. En estas líneas, recorremos lo que fue la visita de un príncipe italiano por la ciudad de Córdoba: así fue la semana de Cosme III de Medici en Córdoba.
La llegada de una gran comitiva
El monarca florentino decidió emprender varios viajes por Europa, cruzando las fronteras italianas para conocer la cultura, las costumbres y la política de otros lugares. Uno de esos recorridos se centró en España. Cosme III partió de Livorno en 1668, atravesó el mar Mediterráneo y arribó a Barcelona. Una comitiva de 30 personas acompañó al príncipe durante un camino que comenzó en la ciudad condal y acabó en Galicia. Conoció, además, Zaragoza, Madrid, Granada, Sevilla y, entre medias, antes de llegar a la ciudad nazarí, Córdoba.
Seis carrozas llegaron a Córdoba, causando gran expectación entre los cordobeses de la época, el 8 de diciembre de 1668. El monarca fue recibido por nobles y aristócratas de la ciudad, aunque no se trataba de un viaje oficial. Quien fuera el sexto Gran Duque de Toscana desde 1670 hasta 1723 se alojó en un convento y, durante siete días, se dejó sorprender por los rincones y las costumbres de una ciudad que deleitaba a los viajeros románticos.
Toros, monumentos, misas y exhibiciones
La crónica de Lorenzo Megalotti, miembro del séquito, o el diario del médico Giovan Battista Gornia, así como las acuarelas de Pier María Baldi permiten ver la ciudad a través de la mirada de aquellos visitantes. El cronista narró cómo el monarca recorrió con interés conventos, iglesias, plazas y palacios, dejando detalles de los lugares que más le asombraron. En la Mezquita, el duque florentino contempla la imponente torre de la Catedral entre un mar de limoneros y naranjos. Y, a continuación, se dirige a conocer “la iglesia más bella” de las que había visto en España.
Puede decirse que la iglesia de San Agustín conquistó al monarca, quien admiró los pinturas, los dorados y las capillas que albergaba el templo cordobés. En la ciudad, se organizaron eventos con motivo de la llegada del príncipe. Cosme III acudió a recitales, exhibiciones de caballos de pura raza en Caballerizas, varias misas e, incluso, una corrida de toros.
En la plaza de la Corredera, la comitiva italiana asistió a una de las costumbres más notables de Córdoba. Caballeros a lomos de un caballo torearon a varios astados. El cronista recogió aquel momento al detalle en sus notas. Como también habló de comidas y bebidas, o de la mujer cordobesa.
Las vistas de aquella Córdoba
Pero no todo fueron palabras. El ilustrador del viaje, Pier María Baldi, dejó una herencia dibujada de la ciudad, como la panorámica que, más abajo, muestra una imagen tan cambiada de la capital actual. Una Córdoba completamente amurallada, algunas casas aisladas fuera de las murallas, Sierra Morena de fondo y un paisaje natural prácticamente desaparecido hoy en día.
Cosme III se despidió de Córdoba el 14 de diciembre de aquel año, tras una completa visita a la ciudad. Se dirigió a Granada, después a Sevilla, cruzó a Extremadura, atravesó Portugal, llegó a Galicia y abandonó España cumpliendo su misión de conocer más la cultura del país.