Quienes durante todos los cursos del antiguo Bachillerato tuvimos que examinarnos de la asignatura de Religión puede que termináramos saturados de curas y frailes y quizás algo reacios a dejarnos impregnar por la fe católica pero, sin duda, concluimos el período de la enseñanza media sabiéndonos al dedillo la historia sagrada, contestando et cum spíritu tuo cuando el sacerdote nos despedía la misa con un Dominus vobiscum (hasta el Concilio Vaticano II se oficiaba en latín) y conociendo los tiempos litúrgicos con la misma soltura que las estaciones del año.
El tiempo de Adviento es la época de espera y preparación de la Navidad, comprende cuatro semanas en las que la Iglesia invita a sus fieles a acoger con fe y esperanza la inmediata venida de Jesucristo y su comienzo lo marca el domingo más cercano a la festividad de San Andrés. Sin embargo, a pesar de que vivimos en una sociedad supuestamente laica, desde hace unos cuantos años se viene adelantando el tiempo de Adviento y la Navidad empieza a “prepararse” antes de concluir octubre. El dictador venezolano Maduro inspirado tal vez por el espectro de su mentor, Chávez, ha decretado el comienzo de la Navidad en septiembre, ha sacado a la calle guirnaldas y belenes y ha repartido aguinaldos y lotes de alimentos entre sus famélicos súbditos más con el fin de camuflar su reciente pucherazo electoral que como muestra de júbilo ante la venida del Salvador del mundo.
España no se queda atrás en el empeño de poner patas arriba los tiempos litúrgicos y así acaullidados por el alcalde de Vigo ya son muchos los que adornan plazas y calles con árboles y motivos navideños antes incluso de Halloween y la fiesta de difuntos. Desde hace más de un mes paso a diario junto a los amenazadores esqueletos metálicos de dos abetos gigantes ahora discordantes con el entorno pero que, como el moderno Prometeo del Dr. Frankenstein, cobrarán vida (y sentido) cuando las autoridades aprieten el botón que les suministra energía. Ya en el verano se veían colas en las administraciones de lotería para comprar los décimos del sorteo de Navidad (en especial si en la zona ha ocurrido alguna desgracia) y la señal definitiva de que la Navidad ha empezado es escuchar en la radio ¡otra vez! a Mariah Carey y su empalagoso All I want for Christmas is you.
Para terminar de descalabrar el calendario, los cofrades no contentos con su Semana Santa y su prolongación, el tiempo Pascual, “colonizan” el de Adviento para sus magnas donde un superávit de cristos, vírgenes y santos se aglomeran en las calles para que, a efectos prácticos, el Mesías llegue a coexistir con su alter ego muerto y resucitado. Decía el Papa Ratzinger: “La Navidad significa que Él ha venido, que Él ha iluminado la noche”. A lo que se ve, ahora Jesús ante el espíritu consumista de su feligresía, ha delegado la tarea de alumbrar los cielos en Iluminaciones Ximenez de Puente Genil.