La Jornada Mundial de los Pobres, que se celebrará este domingo 17 de noviembre, representa una de las fechas más significativas en el calendario de la Iglesia Católica. Este año, la celebración cobra especial relevancia al enmarcarse en el contexto del Año dedicado a la oración, como preparación para el Jubileo Ordinario 2025.
Esta jornada, según destaca el Papa Francisco en su más reciente mensaje, constituye “una cita obligada para toda comunidad eclesial” y se ha convertido en un momento crucial para que los fieles católicos reflexionen sobre su compromiso con los más necesitados. No se trata simplemente de un día de caridad, sino de una oportunidad para establecer un vínculo más profundo entre la oración y la acción social.
“La peor discriminación que sufren los pobres es la falta de atención espiritual”, señala el Pontífice, destacando que esta jornada busca combatir no solo la pobreza material, sino también atender las necesidades espirituales de los más vulnerables. El Papa enfatiza que la mayoría de los pobres tiene una especial apertura a la fe y necesita de Dios, por lo que la Iglesia no puede dejar de ofrecerles acompañamiento espiritual.
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La importancia de esta celebración radica en tres aspectos fundamentales: primero, como una oportunidad pastoral para escuchar la oración de los pobres; segundo, como un momento para tomar conciencia de su presencia y necesidades; y tercero, como un impulso para realizar iniciativas concretas de ayuda.
El Santo Padre subraya que la autenticidad de la oración se confirma en la caridad que se hace encuentro y cercanía. Sin embargo, advierte que la caridad sin oración corre el riesgo de convertirse en mera filantropía que se agota rápidamente. Por ello, la jornada busca unir estos dos elementos esenciales de la fe católica.
En el contexto actual, marcado por conflictos y crisis globales, la Jornada Mundial de los Pobres adquiere una dimensión aún más urgente. El Papa Francisco hace un llamado especial a reconocer cómo la violencia de las guerras genera nuevos pobres y víctimas inocentes, instando a los fieles a ser “instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres”.
La jornada también reconoce y apoya la labor de los voluntarios que se dedican a los más necesitados, incluyendo sacerdotes, personas consagradas y laicos que, con su testimonio, dan voz a la respuesta de Dios ante las necesidades de los pobres.
Para los católicos, esta jornada representa un recordatorio de que la fe debe manifestarse en acciones concretas. Como señala el mensaje papal, “la fe sin obras está muerta”, por lo que esta celebración busca motivar a los fieles a comprometerse activamente en la construcción de un futuro mejor para los más necesitados, combinando la oración con acciones tangibles de solidaridad y apoyo.