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La Fórmula 1 y Paul McCartney se llevan nuestro dinero

Autor: El Financiero

¿Alguien podría quejarse por pagar? En sus conciertos en la Ciudad de México, Paul McCartney es acompañado por su esposa, a quien le dedica la canción My Valentine durante su presentación. ¿Podría estar más inspirado?

Habemos quienes no somos fanáticos de la música de The Beatles, por favor, Let it be. Pero eso no impide reconocer el talento de un gran músico y lo que una canción puede hacer para unir 60 mil almas. Esta semana, ahí fuimos uno a coro.

Atención con esto: en cuestión de un mes, dos eventos provenientes de la cultura británica, primordialmente, llenaron el Foro Sol en la Ciudad de México, extrayendo de nuestro corazón millones de dólares.

En total, cinco días de un recinto a reventar en los que, salvo por souvenirs, la gente no compró objetos, sino la experiencia de entretenerse con ideas nacidas hace décadas del otro lado del océano.

Bienvenidos a la economía naranja, en la cual los mexicanos tienen campo abierto para hacer negocios globales. No hace mucho, un individuo que se hace llamar Peso Pluma se convirtió en el artista más escuchado del mundo en plataformas como Spotify. ¿Cómo podría comercializarse la tradición del Día de Muertos que gana adeptos?

La economía naranja está conformada por escritores, artistas, diseñadores y demás individuos que participan en la industria creativa y cultural, en la que el valor de los servicios proviene principalmente de la propiedad intelectual.

Ahí entran el cine, el diseño, la moda, la publicidad y la tecnología. ¿Qué tan grandes pueden ser los negocios?

Artistas como Paul McCartney pueden cobrar al menos 2.5 millones de dólares por concierto, dinero que genera empleos en su propio equipo e impuestos para su gobierno.

Corporativos como la dueña de la Fórmula 1, Liberty Formula One (FWONK), pueden brindar más luz al respecto.

Surgió luego de que la estadounidense Liberty Media adquirió ese espectáculo de carreras de coches en 2017 cuando era propiedad de CVC Media, de Luxemburgo. La Fórmula 1 creció de la mano del británico histórico Bernie Ecclestone, quien fue propietario de sus acciones.

Muchos de los equipos más exitosos tienen su sede en el Reino Unido, incluidos Mercedes, Red Bull, McLaren, Aston Martin y Williams.

Los ingresos de Liberty Formula One suman 911 millones de dólares trimestrales hasta septiembre: son 300 millones por mes.

Durante ese lapso celebró siete carreras. Una división muy simple permite hacer una inferencia:

El Gran Premio de México, como el resto de los cotejos, puede entregarle de manera individual ingresos por unos 130 millones de dólares por la vía de boletos, cobro de derechos a televisoras, patrocinios y suscripciones a su aplicación digital F1TV.

El negocio va cada vez mejor. “Hemos visto un desempeño financiero increíble en Fórmula 1 en lo que va de año, con un aumento de los ingresos del 15 por ciento”, dijo la semana pasada Gregory B. Maffei, presidente y CEO de Liberty Formula One, durante una conversación telefónica con inversionistas.

“Hemos visto un crecimiento de dos dígitos en todas nuestras fuentes de ingresos, impulsado por dos carreras adicionales. Y nos hemos beneficiado de nuevos socios, mejoras contractuales en nuestros contratos y el rendimiento de F1 TV”, agregó.

Consideremos que, en su esencia, la música o el automovilismo son hobbies y juegos.

Fue su organización y la mercadotecnia lo que los convirtió en negocio.

¿Qué impide a gente de otras naciones hacer lo mismo con actividades similares, o con el cine, ahora que ustedes devoran Netflix?

Esta y otras plataformas sustituyen a los grandes estudios de Hollywood, generando una industria disponible para artistas emprendedores en México.

Recientemente platiqué con Alberto Arceo, maestro en arte que ahora mutó en creador de experiencias. ¿Qué hace él? Imaginen la réplica estilizada de Xochimilco en Día de Muertos en el lujoso hotel Mayakoba en Quintana Roo.

Piensen en lo que significó para los turistas que lo presenciaron esa noche.

La economía naranja brinda espacios para todo tamaño de proyectos en una época en la que millennials y miembros de la generación Z invierten su dinero precisamente en experiencias. No es para todos. Sólo para los capaces de organizar y concretar proyectos. Don’t let me down.

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