“Virgen Rosa”, de Dennis Smith, que oscila entre el cine y teatro: “Historia de dos guerreros”, de Pablo César, crónica de una amistad, y “Revelar. Indicios de identidad”, de Fermín Rivera, basada en las memorias de la nieta de Paco Urondo
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Se estrenaron tres películas nacionales, muy distintas entre sí, cada una con méritos que cabe registrar.
En “Virgen Rosa”, Dennis Smith reelabora y enriquece una vieja obra suya, “Roud Muvi”, donde tres hermanos (la mandona, la apocada y el del medio) caminan hacia Luján chocando entre ellos todo el viaje. Lo interesante, pero que puede ser fastidioso para un público desprevenido, es la mezcla de cine y teatro, con una “escenificación a la vista” que es tan singular como desafiante.
Con mirada conocedora y habilidad para trabajar en terrenos inhabituales, Pablo César relata en “Historia de dos guerreros” el desarrollo de una amistad que se hace íntima en la lucha por la vida (y la lucha de las peleas clandestinas). Los protagonistas no la tienen fácil, particularmente uno que se había venido del Africa con la ilusión de entrar en algún club de fútbol. Rodaje en Empedrado y Parque Camba Cuá, Corrientes, mostrando de paso la capacidad de los técnicos y artistas locales. Hay un semillero en el litoral, alimentado por buenas políticas culturales.
Y en su nuevo documental, “Revelar. Indicios de identidad”, Fermin Rivera se acerca al misterio de los primeros, vagos recuerdos de la memoria. Ecos de una voz o una canción, la cálida imagen de un rostro, quizás un zócalo, un juguete, el olor de las casuarinas, a veces uno pregunta, cuando ya es más grande y los padres se admiran, “¡Cómo te acordás! Vos eras muy chiquito”, y corroboran la exactitud y el origen de esos recuerdos. ¿Pero qué pasa cuando no están los padres? Por ejemplo, los chicos adoptados que buscan a su madre biológica. En este caso, Rivera pregunta a los nietos de desaparecidos. A veces, un ramalazo de esa memoria permitió confirmar un origen, un pedacito de historia no solo familiar, completar el reencuentro con los abuelos después de largos años. Los testimonios en primera persona son muy tocantes, bordeando la emoción.
Respaldo e hilación de este registro es Angie Urondo. Ella tenía apenas 11 meses cuando iba con sus padres y una amiga de la familia. Los rodearon. El padre, Paco Urondo, poeta y montonero, murió a los tiros cubriendo la fuga de su esposa, la periodista Alicia Cora Raboy, que alcanzó a entregar la criatura a unos vecinos antes de ser detenida y desaparecida. La amiga logró escapar, y años después dio testimonio en un juicio. La nena tuvo, por suerte, una infancia protegida, pero también sueños confusos y terribles que la persiguieron hasta los 18 años, cuando supo quién era en realidad, y entendió que esos sueños no eran meras fantasías, sino memorias de un día de espanto. Mucho después volcó esas angustias en unos blogs, “Pedacitos” e “Infancia y dictadura”, donde su recuerdo personal se junta con los de otros, formando una serie de sueños madurados que vendría bien editar en un libro.