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Christian, de salir de casa en helicóptero a correr el maratón de las emociones

Autor: Administrador

VALÈNCIA. Christian tenía un sueño. Este joven de Benicull del Xúquer vivía obsesionado con bajar de las dos horas y cincuenta minutos en el Maratón de Valencia Trinidad Alfonso Zurich. Por eso, en la última hoja el calendario, tenía marcado el primer día en rojo. Entrenaba cada día con la tenacidad de los maratonianos para ver si el 1 de diciembre era capaz de correr en 2h48 o incluso acercarse a 2h45. Palabras mayores para un aficionado Pero ya sabemos que el destino cambió la baraja sin previo aviso y muchas vidas se fueron al traste el ya tristemente célebre 29 de octubre de 2024.

Christian Tàrraga quería correr aquel martes por la tarde. Trabajó por la mañana y después de comer le esperaba una pirámide de series largas: 1.000 metros, 3.000, 6.000, 3.000 y 1.000. Su entrenador, José Antonio Redolat, lo tenía todo planificado para ayudarle en su objetivo. Pero la riada se llevó su plan por delante. “Yo vivo en mitad del campo, a unos dos kilómetros de Benicull, cerca de Alzira. Después de comer descansé un rato y a las cinco bajé y vi que el cauce de un arroyo que pasa por allí iba lleno. El agua que venía de las montañas más próximas, como La Murta o La Casella, bajaba con mucha fuerza e iba ya a ras del terreno de mi casa. Así que me volví y me olvidé de salir a entrenar. A las nueve de la noche el agua ya nos llegaba por la rodilla. Y a las once había alcanzado casi los dos metros de altura. Nos subimos a la primera planta con los perros y los gatos y pasamos la noche en vilo”.

Este chico de 34 años utiliza la primera persona del plural porque vive con sus padres, una mujer y un hombre de unos 75 años. Un matrimonio que se puso muy nervioso cuando vio que la riada se elevó hasta la altura de la primera planta, a dos metros y medio de altura. Cuando analizó el panorama, Christian llamó a Emergencias. Tuvo suerte: fue de los que encontró respuesta cuando marcó el 112. Otros no lo lograron. Los tres pasaron la noche expectantes y horrorizados por algo que ninguno, ni el joven ni los mayores, había visto jamás. Ni siquiera en la ‘pantanada’ de Tous. Christian, por si acaso, se ponía alarmas en el móvil cada diez minutos por si se quedaba dormido. “No quería despistarme”.

Cuando amaneció vieron la dimensión el desastre. Aunque Christian ya había empezado a darse cuenta cuando vio que el agua iba a ras de la autopista, una imagen que no había presenciado jamás. A mediodía oyeron llegar el helicóptero que venía a rescatarlos. Los tres habían subido a la terraza a esperar la ayuda con lo indispensable. Lo demás quedó a merced del agua y Chistian recuerda que veía flotar los geles y los recuperadores en la planta baja, donde todo quedó arrasado: el coche, las camas, la televisión, el frigorífico…

Los tres salieron en el helicóptero, que los llevó hasta una zona de Alzira. “Fue muy rápido. Baja un chico, te engancha a una cuerda y cuando te das cuenta, vas en el helicóptero”. Cuando pudo volver a casa, se dio cuenta del desastre. Aunque el destino tuvo un guiño con él. Como el domingo había corrido el medio maratón de Valencia y ya había llovido, dejó las zapatillas a secar, sus flamantes Nike Alphafly 3, en la parte de arriba. Y gracias a eso no las perdió y se ahorró 300 euros. Las otras zapatillas, esos pares que todo corredor obsesivo retira porque piensa que ya han perdido sus cualidades pero las conserva en casa porque de aspecto todavía están bien, se las llevó la riada. Los días posteriores se las fue encontrando en los alrededores: en el arroyo, en los campos, en mitad de la nada…

Unos días después, cuando comenzó a reaccionar mientras media provincia sacaba el lodo de sus casas, mientras él y sus padres se acomodaban en un piso de Alzira, Christian decidió que iba a seguir con su preparación del maratón. No pudo volver a correr hasta el sábado. El domingo, como había tormenta, volvió a quedarse en casa, pero a la semana siguiente se desquitó con cerca de 130 kilómetros. No se rendía. “Aunque han sido entrenamientos de supervivencia. Te toca adaptarte a lo que hay y algunos días te toca hacer las series en la cinta. Ayer, antes de la alerta, solo pudo correr 35 minutos. Se me pasó por la cabeza dejarlo, pero no quiero. Quiero resistir y correr. Sé que va a ser difícil hacer la marca que pretendía, pero la carrera me dará otras cosas. Será el maratón de las emociones. Porque yo creo que se hará. Se tiene que hacer. La vida sigue y no podemos parar. Los que tenemos la suerte de seguir, tenemos que seguir. De qué vale quedarse lamentándose. La vida sigue. Y seguro que ese día será difícil, pero también sé que correré con mucha emoción y orgullo”.

Christian Tàrraga comenzó a correr hace siete u ocho años. A él le gustaba el fútbol, pero empezó a salir a correr con unos amigos que se estaban preparando para entrar en la Policía Nacional y se enganchó. Su primera gran carrera fue el 10K Valencia Ibercaja. Pero al poco tiempo se estancó. Un día, su amiga Elia Fuentes le habló de su entrenador, una leyenda del atletismo valenciano, José Antonio Redolat. Y decidió probar con él. “Yo sabía quién era. Un campeón, el mejor. Pero es mejor persona todavía. Me lo demostró desde el primer audio de WhatsApp. Es muy buena persona y muy cercano. Me ha dado mucha confianza”. Con la camiseta negra del Redolat Team corrió sus dos primeros maratones. En la primavera de 2023, el de Barcelona. Y en otoño, el de Valencia en poco más de dos horas y cincuenta minutos. Ahora toca el tercero. El maratón de las emociones.

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