Para las religiones del mundo, cada ser humano tiene su Dios. Ese Dios se presenta en cada ser como su suprema autoridad de creencias. Figura abstracta que fue creada por el mismo hombre, para controlar a sus semejantes y, supuestamente, liberarlo de las maldades y felonías del mismo hombre, del mismo componente humano. Garantizarle un cielo y desterrarlo a un infierno, según sus propios comportamientos. Aunque ese cielo y ese infierno tienen su lugar aquí mismo en la tierra. Entre esas diversidades de dioses se ha creado la misma contención inconmensurable de aceptar que si se cree en un Dios, a él hay que aferrarse, lo que supone que, el dogmatismo que inspira ese Dios, tu Dios rechaza de manera categórica la no creencia del otro Dios; el Dios que puede ser de usted.
Según el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), define Ateo así: – Que niega la existencia de Dios -. En ese mismo orden labra el enunciado de ateísmo así: – Opinión o doctrina del ateo -. Pero, ¿cuál Dios? El de fulano o el de perencejo, ya que ambos pueden tener inspiradas sus creencias en dioses distintos, lo que no excluye que no puedan presentar antipatía por las creencias de otros dioses. ¿A dónde está el mal? ¿A dónde está el bien? Al fin, parece una guerra de dioses. Si una persona se siente atraída por el Dios de su preferencia, seguramente rechazará otros Dios confeccionado por el hombre; lo que convertiría ese Dios no creer en el otros Dios. Entonces, el Dios de una persona queda anclado para sí, colocándose unas gríngolas para no ver ni saber nada del otro Dios.
Pero ¿cómo surgen todas estas creencias? Si Dios es único, entonces a qué se debe que cada mortal sobre la tierra tenga una preferencia religiosa, y en esa porción va deconstruyéndose la fusión que hasta ahora está materializada en un solo Dios. De ahí la interrogante ¿Acaso Dios es Ateo?, lo que ha de suponer que, unas creencias teístas no se llevan bien con otras creencias de la misma naturaleza. A diferencia de otras concepciones religiosas por razones culturales, no puede subestimarse que cada sujeto verbo-pensante tenga una peculiaridad distinta en el modo de hacerle frente a otras culturas distintas, sino que rápidamente va formándose un núcleo concentrado en su cosmovisión religiosa que, ya no es más que no desviarse del camino del Dios de su simpatía. La alteridad debuta aquí.
Esto es posible no por la imposición de una creencia hacia un Dios determinado, por la compulsión a institucionalizar unas nuevas realidades frente a la aceptación de la Fe en un Dios, sino por las bases fundamentales que fueron incorporándose a las creencias y dogmatismos de hacer creer al rebaño que la religión que los acobija lo conducirá por buen camino; sin tomar en consideración que el hombre posee su genuino razonamiento, y que no puede ser dirigido como control remoto, sólo por el temor a una figura abstracta que, en cierta medida, les impide subrepticiamente en apartarse de otras figuras teístas, que también se bañan de creencias a su estilo, a su manera de conceptualizar la vida y el comportamiento mundano. No por esto, voy a dejar de creer en Dios.
¡Gracias!