La construcción del muro fronterizo entre México y Estados Unidos para detener el flujo de inmigrantes “violadores” y “narcotraficantes” aún resuena como uno de los principales gritos de batalla de la campaña presidencial de Donald Trump en 2016.
En la tercera campaña electoral del republicano, en 2024, el nivel de agresión de su retórica antinmigrante se intensificó exponencialmente: tras acusar a los indocumentados de comerse a perros y gatos, asesinar a estadounidenses o “envenenar la sangre” del país, prometió llevar a cabo deportaciones “masivas” y concluir la construcción del muro en la frontera con América Latina.
Ante el temor de que el ahora presidente electo pueda cerrar las vías legales para solicitar asilo en Estados Unidos, a partir del próximo 20 de enero de 2025, cuando será investido, es probable que la migración irregular aumente en los próximos meses.
¿Una vez instalado en la Casa Blanca, qué impacto tendrá el futuro Gobierno republicano sobre las personas en movimiento en América Latina?
Un “show” muy costoso
“La migración va a seguir creciendo, no se ha podido parar nunca en la historia de la humanidad y no se va a detener tampoco ahora”, recalca el escritor colombiano Enrique Patiño, especialista en temas migratorios.
Está convencido de que Trump hará un “show” para demostrar a sus votantes que cumple sus promesas de campaña, como las deportaciones de indocumentados. Sin embargo, Patiño observa que el costo de devolver a alrededor de once millones de migrantes es “altísimo”. Además, serían necesarias negociaciones con los países receptores y también se precisaría de una intermediación, por ejemplo, de las Naciones Unidas.
El especialista cree que una política migratoria aislacionista “va a tener un efecto contraproducente, un efecto espuma inicial, que probablemente después se detenga”.
En opinión del entrevistado colombiano, esta propuesta es tan “absurda” como la promesa del muro fronterizo de la primera presidencia de Trump, que nunca se terminó de construir.
Deportaciones graduales
“Son malas noticias para todos los migrantes”, observa, por su parte, Rodolfo Cruz Piñeiro, director del Departamento de Estudios de Población del Colegio de la Frontera Norte (El Colef), en México. El doctor en Sociología teme que la política migratoria se “endurezca radicalmente” bajo la nueva administración.
“Para quedar bien ante los ojos de sus electores, puede que Trump empiece con deportaciones graduales, es decir, van a volver las redadas en los centros de trabajo, desde el primer día de su mandato”, dice a DW.
Presión sobre México
Asimismo, el académico prevé que Washington volverá a presionar al Gobierno mexicano para que éste detenga los flujos migratorios en su territorio. “No me sorprendería que regrese, con otra forma o nombre, el protocolo Quédate en México”, señala.
En ese caso, observa el experto de El Colef, “México tendrá que pensar bien qué va a hacer con todos esos migrantes estancados en las ciudades fronterizas del norte y sur, y generar algún tipo de programa especial para dar cabida a la integración”.
En términos generales, Rodolfo Cruz apuesta a que el cruce fronterizo se volverá “más caótico, más difícil”, puesto que un mayor número de empleados del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) podría ser destinado a asegurar la frontera.
No obstante, no cree que vuelvan medidas más drásticas como la separación de familias.
El “zar de la frontera”
Donald Trump adelantó que nombrará a Thomas Homan como director del ICE. El funcionario gubernamental de línea dura ya había sido “zar de la frontera” durante el primer mandato del republicano, cuando instauró la política de separación de familias migrantes, que afectó a cerca de 4.000 niños.
A partir del próximo 20 de enero, Homan estará a cargo de las deportaciones “masivas”.
“La política migratoria es la prioridad número uno” de la próxima administración, indica Manuel Orozco, director del programa de Migración, Remesas y Desarrollo del Diálogo Interamericano, y agrega que “Homan contará con el colmillo para ejecutar decisiones drásticas”.
El entrevistado explica a DW que las deportaciones en los últimos cinco años disminuyeron, alcanzando números muy bajos en relación con períodos anteriores.
Inestabilidad política y represión
Además, las personas que llegaron a territorio estadounidense entre 2019 y 2024 “pertenecen a una mezcla más amplia de nacionalidades de países políticamente difíciles”, de donde fueron expulsados, en parte, por razones políticas.
En caso de que se vean obligados a volver a sus países de origen, podrían correr el riesgo de ser detenidos. De ahí que el experto del Diálogo Interamericano insista en la necesidad de que “la política migratoria vaya acompañada de una política exterior que genere un contrapeso a la exclusión y expulsión de personas”.
“Hay que tener presente que las principales nacionalidades de estos migrantes de los últimos cinco años son de países con Estados frágiles (Honduras, El Salvador, Guatemala, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia), dictatoriales (Venezuela y Nicaragua) o en proceso de colapso (Haití y Cuba)”, enumera.
En caso de que la política de contención fronteriza se mantenga y se registre una disminución de las remesas en el corto plazo, es decir en los próximos dos años, Orozco pronostica que “se producirá una nueva intención a migrar, que tendría un efecto socioeconómico sobre los países de origen, especialmente aquellos en donde hay inestabilidad política o represión”.
Finalmente, los tres expertos consultados subrayan la importancia económica de la mano de obra migrante para EE. UU. En opinión del escritor Enrique Patiño, será “imposible detener la migración si se quiere mantener la economía”.
(rml)