Hace poco más de un mes, al alba del anterior parón de selecciones, Las Palmas era un equipo en franca cuesta abajo, ni que se le hubieran estropeado los frenos, acaso fundida cualquier luz que le pudiera iluminar el camino de la presente temporada. Tras aquella deshonrosa derrota ante el Celta, que acabó ganando 0-1 en el Estadio de Gran Canaria pese a terminar el partido con nueve futbolistas, los despachos de la entidad grancanaria destituyeron a Luis Carrión, entregándole a Diego Martínez el timón del equipo.
Por aquel entonces, el nuevo entrenador de Las Palmas tenía casi dos semanas por delante para revitalizar a un equipo que, a su llegada, yacía en el último lugar de la clasificación, nueve partidos después, tras haber cosechado apenas tres empates. La primera se fue directamente a la cazuela con aquella victoria por 2-3 en Mestalla que dio el pistoletazo de salida a la remontada en la que la UD se encuentra inmersa en estos momentos.
Unos días después se confirmó la buena tendencia de la hueste insular, que derrotó 1-0 al Girona antes de caer, sin excusas reales mediante, en su visita al Atlético de Madrid (2-0). En cualquier, caso, nada que no se arreglara con el llamativo 1-3 del pasado viernes en Vallecas, que permitió salir a Las Palmas de los siempre atenazantes puestos de descenso al menos de manera temporal, pendiente como está, por ejemplo, del aplazado Espanyol-Valencia.
Entre parón y parón llegó la gloria para Las Palmas. Tras los anteriores compromisos de selecciones y los actuales sumó nueve de los 12 puntos en disputa. La presión anterior se transforma ahora en un descanso glorioso. Al menos hasta el 23 de noviembre, cuando el Mallorca visite el Estadio de Gran Canaria, serán momentos de paz para Las Palmas.
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