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Un Donald Trump prácticamente

Autor: Sergio Gomez Maseri

La novedad de las elecciones presidenciales en Estados Unidos de esta semana no fue el triunfo de Donald Trump. Mal o bien, las encuestas –que nuevamente minimizaron el respaldo que tuvo el republicano entre sectores de la población– desde hacía rato venían anticipando que el magnate tenía una alta probabilidad de regresar a la Casa Blanca. En cambio, la sorpresa –y mayúscula– fue la contundencia de su victoria ante la vicepresidenta demócrata Kamala Harris y el enorme poder con el que emergerá su segundo mandato.

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Trump no solo arrasó en todos los llamados estados bisagra, lo que le dio el triunfo en el Colegio Electoral (301 votos vs. 224 de Kamala Harris), sino que le sacó una ventaja de más de cuatro millones en el voto popular a su rival, un logro que le había sido esquivo en las elecciones de 2016 cuando derrotó a Hillary Clinton y que, de hecho, solo un republicano (George W. Bush en 2004) había logrado alcanzar recientemente, desde Ronald Reagan en la década de los 80.

Donald Trump.

Donald Trump.

Foto:Getty Images via AFP

Y, no menos importante, Trump arrastró a los republicanos a un claro triunfo en el Senado –donde liderarán con por lo menos 53 asientos– y, muy probablemente, en la Cámara de Representantes, donde aún se cuentan votos, que se inclinan a su favor.

Desde el próximo 20 de enero, cuando se posesione, Trump gobernará con una supermayoría en el legislativo durante por lo menos dos años y con el amparo de una Corte Suprema de Justicia de mayoría conservadora (seis contra tres), en la que tres de sus integrantes fueron postulados por él.

A esa situación provechosa para avanzar en su agenda, se suman elementos adicionales que cambiarán de manera radical la perspectiva de lo que se viene no solo para Estados Unidos sino para el resto del mundo.

A diferencia de su victoria en el 2016, el expresidente regresa al poder con un Partido Republicano a sus pies, pues todas las voces internas que trataron de ponerlo en cintura durante su primera administración o fueron derrotadas o se han convertido al trumpismo.

Simpatizantes del futuro presidente de Estados Unidos Donald Trump.

Simpatizantes del futuro presidente de Estados Unidos Donald Trump.

Foto:Getty Images via AFP

Tampoco estará rodeado por el tipo de funcionarios pro establecimiento que lo acompañaron en su primer gobierno para darle credibilidad a su imagen. Por el contrario, esta vez Trump ha sido claro en que pretende integrar un gabinete en el que la lealtad absoluta será una precondición. Además, llega con las lecciones aprendidas de sus cuatro años previos, cuando la improvisación inicial hizo que muchas de sus medidas terminaran enredadas por un sinnúmero de demandas ante las cortes.

El telón de fondo, y de las cosas que más preocupa a sus detractores, es que muchas de las salvaguardas que enrutaron su gobierno anterior ya no existen tras una decisión reciente de la Corte Suprema de Justicia, con la que determinó que casi todas las acciones y decisiones de un presidente están por fuera del escrutinio judicial.

Trump llega entonces al poder con una inmensa legitimidad producto de la voz que se hizo escuchar en las urnas y con un amplio margen de maniobra para imponer su plan de gobierno, al menos en el corto plazo y mientras dure la luna de miel que suelen disfrutar los nuevos gobernantes.

El expresidente estadounidense y candidato presidencial republicano Donald Trump habla durante un mitin de campaña en el Van Andel Arena de Grand Rapids, Michigan.

Donald Trump habla durante un mitin de campaña en el Van Andel Arena de Grand Rapids, Michigan.

Foto:AFP

¿Cómo Donald Trump revivió de las cenizas y regresó a la Casa Blanca?

El cómo un expresidente tan polémico como Trump –derrotado en las pasadas elecciones, procesado por cargos criminales y con dos juicios de destitución encima– resucitó de sus cenizas para retornar a la oficina Oval convertido en todo un fenómeno político, ocupará años de estudios.

Los expertos, por ahora, apuntan a una serie de razones más bien obvias. La primera es el peso que tuvo el estado de la economía en el resultado final.

Aunque todos los indicadores macro indicaban una solidez que era la envidia del mundo –crecimiento sostenido, bajo desempleo, alta generación de trabajos, y un mercado bursátil en expansión–, la altísima inflación que siguió a la pandemia del covid-19 (del 9,2 por ciento en algún momento) encareció el costo de vida y terminó golpeando el bolsillo de todos. Pero particularmente de la clase media y baja, que son la inmensa mayoría.

El saliente presidente de Estados Unidos, Joe Biden.

Muchos electores manifestaban que el país iba por mal camino y recordaban como mejores tiempos la administración de Trump, y eso se lo cobraron al gobierno de turno de Joe Biden,

Foto:AFP

Muchos electores –y eso se constató en encuestas previas– manifestaban que el país iba por mal camino y recordaban como mejores tiempos la administración de Trump, y eso se lo cobraron al gobierno de turno de Joe Biden, que Kamala Harris heredó.

Curiosamente, dice el estratega demócrata Doug Sosnik, la victoria de Trump se puede atribuir –en gran medida– al mismo fenómeno que le costó la reelección: el covid-19.

Hasta antes de que la pandemia irrumpiera en la vida de los estadounidenses y el mundo, el entonces presidente, pese a sus problemas, lucía cómodo en la Casa Blanca. Pero su manejo de la crisis y la debacle económica que siguió influyeron mucho en los resultados electorales del 2020.

Kamala Harris en su discurso de derrota en Washington DC.

El poco tiempo que tuvo Kamala Harris para armar una campaña también pesó en el resultado.

Foto:Getty Images via AFP

Biden, en contraste, tuvo que arrastrar con el proceso inflacionario que dejó la crisis por el covid-19 y que solo ahora, al final de su mandato, parece estar bajo control. La pandemia, además, fue la semilla de muchas de las disputas culturales que iniciaron en el 2020 con el uso del tapabocas, las vacunas, el distanciamiento social y las libertades individuales en general, que le terminaron dando frutos a los republicanos en este 2024.

“El covid-19, en muchos aspectos, puso esteroides a una política que ya era tribal en el país y que terminó dividiendo a la sociedad aún más”, dice este analista.

Por supuesto, otras cosas pesaron. Entre ellas, la crisis en la que cayó el Partido Demócrata tras el inesperado retiro de Biden, el poco tiempo que tuvo Harris para armar una campaña y la crisis de indocumentados en la frontera sur, uno de los ejes del discurso trumpista que resonó bastante en grandes segmentos del electorado.

El resultado, en todo caso, fue un giro hacia la derecha –el más agudo desde la victoria de Reagan en 1980, según Sosnick– y un realineamiento de la sociedad estadounidense.

Trump –al menos eso indicaban las encuestas a boca de urna– no solo penetró las bases más confiables del Partido Demócrata (hispanos, afros y otras minorías) sino muchos de los suburbios del país, que en las elecciones pasadas habían favorecido a Biden.

Simpatizantes republicanos en Florida.

Simpatizantes republicanos en Florida.

Foto:Bloomberg

Y con números bien relevantes: más del 45 por ciento de los latinos (comparado al 32 por ciento de hace cuatro años), el 14 por ciento de los afros (comunidad a la que pertenece Harris, frente a un 9 por ciento que obtuvo en 2020) y el 46 por ciento de menores de 28 años, comparado con el 38 por ciento que lo respaldó en 2020.

Si bien la mayoría de las mujeres se inclinaron por Harris, el expresidente obtuvo hasta el 45 por ciento de este voto (tres puntos más de los que consiguió en el ciclo electoral pasado).

Estados Unidos, un país profundamente polarizado: ¿hacia dónde va con Donald Trump?

Pese a la contundencia de la victoria, Estados Unidos termina muy polarizado en estas elecciones. Al menos 70 millones de personas (el 48 por ciento) votaron por Harris, mientras que unos 74 (el 50 por ciento) lo hicieron por el republicano.

Nadie espera, por supuesto, que Trump gobierne hacia el centro; más bien, todo lo contrario. Armado con las mayorías en todas las ramas del poder, los republicanos tienen una oportunidad de oro para imponer su agenda y materializar muchas ideas que llevan décadas en el tintero.

Como la deportación masiva de indocumentados, el fin del Obamacare (la Ley de Protección al Paciente y Cuidado Asequible), el muro con México, una prohibición federal del aborto, la desregulación de entidades públicas y la eliminación de medidas para la protección del medio ambiente, entre otras cosas.

Los militares estadounidenses refuerzan la malla con púas y más agentes se suman a su tarea en la zona que las familias emplean para cruzar.

Entre los objetivos de Trump también está la aprobación de una ley migratoria.

Foto:EFE

El virtual presidente, de hecho, ha indicado que ya tiene listas más de 200 órdenes ejecutivas para implementar tras su posesión y con las que pretende dar reversa a toda la política migratoria de Biden y las protecciones que elevó para combatir el cambio climático.

El Trump 2.0 intentará ir aún más allá. Habla, por ejemplo, de toda una recomposición del gobierno federal (los empleados públicos o de carrera), que le permitiría despedir a quien considere partidista o se le oponga y reemplazar las vacantes con sus alfiles. O la eliminación del Departamento de Educación y un nuevo departamento de Salud presidido por Robert F. Kennedy, el candidato independiente que se le sumó al final de la carrera y que es un militante antivacunas.

Dado el enorme poder que tiene el presidente en EE. UU., muchas de esas propuestas las podrá adelantar por decreto. Para otras, por supuesto, necesitará que el Congreso le apruebe leyes y recursos.

La prioridad número uno –en el legislativo– será una nueva ley con la que pretenden expandir las deducciones de impuestos y que, según los economistas, le añadirá más de 9.000 billones de dólares a la deuda estadounidense.

Donald Trump y Robert F. Kennedy Jr., quien haría parte del gabinete del republicano en 2025.

Donald Trump y Robert F. Kennedy Jr., quien haría parte del gabinete del republicano en 2025.

Foto:AFP

Trump alega que compensaría con aranceles impositivos a todas las importaciones de entre el 10 y el 20 por ciento, incluso más. Muchos creen que su efecto a mediano plazo provocará un nuevo encarecimiento del costo de vida e inflación y una costosa guerra comercial con otros países.

Entre sus objetivos también está la aprobación de una ley migratoria que acabaría con el derecho que hoy tienen los estadounidenses de pedir la residencia para sus familiares, limitaría las visas concedidas para asilados y refugiados y cambiaría el modelo en el que hoy se adjudican las visas de trabajo.

¿Y qué le espera al mundo con Donald Trump?

En lo internacional, y aunque el presidente electo ha indicado que será aislacionista, sus acciones u omisiones tendrán un profundo impacto en el futuro de organismos internacionales como la ONU y alianzas históricas como la Otán, de las que ha amenazado con retirarse si no se ajustan a sus objetivos.

Como sucedió durante su primera administración, muchas de sus políticas serán demandas ante las cortes y resistidas por los demócratas en el Congreso (los republicanos son mayoría, pero aún así el margen es estrecho).

Camiones quemados en un lugar tras un ataque aéreo, en la región de Odesa.

La presidencia de Donald Trump también será clave para determinar el futuro de las guerras en Ucrania o Gaza. En la foto, impactos de la guerra en Ucrania.

Foto:AFP

A partir de enero, Trump dejará de ser la oposición y como cabeza de Gobierno comenzará a cosechar frutos o a pagar los costos de su agenda. Y aunque el presidente electo ha dicho que “toda promesa hecha será promesa cumplida”, eso es algo que rara vez sucede en EE. UU, o en cualquier otra parte del mundo.

Lo que sí es claro es que el Trump del 2025 llegará a la Casa Blanca en locomotora y con un buldócer.

SERGIO GÓMEZ MASERI – CORRESPONSAL EL TIEMPO – WASHINGTON

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