WASHINGTON.- Sonriente, y con sus icónicos anteojos oscuros bloqueando el sol brillante del otoño en Washington, Joe Biden salió del Salón Oval y se paró detrás del podio para hablar por primera vez sobre una de las peores elecciones presidenciales para un gobierno demócrata desde la derrota de Jimmy Carter. Biden felicitó al ganador, Donald Trump, elogió a su vicepresidenta y candidata derrotada, Kamala Harris, y prometió una “transición pacífica y ordenada”.
“Sé que para algunas personas es un momento de victoria, para decir una obviedad. Para otras, es un momento de derrota. Las campañas son concursos de visiones opuestas. El país elige uno u otro. Nosotros aceptamos la elección del país”, dijo Biden.
“Lo he dicho muchas veces. No podés amar a tu país solo cuando ganás, no podés amar a tu vecino sólo cuando estás de acuerdo en algo que esperamos que podamos hacer. Algo que espero que podamos hacer sin importar por quién hayan votado, es vernos unos a otros, no como adversarios, sino como conciudadanos estadounidenses. Bajar la temperatura”, afirmó el mandatario.
Biden dijo que las elecciones del martes habían demostrado la integridad del sistema electoral de Estados Unidos y dijo que presidiría un traspaso ordenado del poder, un reproche implícito a Trump, que trató de anular su derrota de 2020 ante Biden y planteó acusaciones infundadas de fraude también este año, que terminaron en el asalto trumpista al Congreso el 6 de enero de 2021.
”También espero que podamos poner fin a la cuestión de la integridad del sistema electoral estadounidense. Es honesto, justo y transparente. Se puede confiar en él, ganemos o perdamos”, indicó el presidente.
Padre de la paliza
Biden dejará la Casa Blanca el próximo 20 de enero como el único demócrata que venció a Donald Trump en una elección presidencial. Pero muchos ya han comenzado a señalarlo como el padre de la paliza electoral que sufrieron los demócratas el martes último, en una de sus peores elecciones en décadas. Si hace dos años, en las últimas elecciones legislativas, Biden y los demócratas se habían entusiasmado con una “marea azul”, ahora Trump y los republicanos lograron gestar una “marea roja” y se quedaron, literalmente, con todo: la Casa Blanca, el Senado, y muy probablemente también la Cámara de Representantes.
Con ese desenlace, Biden intentó dar un mensaje de aliento a los demócratas, alarmados y atónitos por el desempeño que tuvieron Trump y los republicanos.
“Los contratiempos son inevitables, pero rendirse es imperdonable. Todos quedamos noqueados, pero la medida de nuestro carácter debe demostrar qué tan rápido nos levantamos. Recuerden: una derrota no debe significar que estamos derrotados. Perdimos esta batalla. El Estados Unidos de tus sueños te está llamando para que te levantes”, dijo.
Biden también defendió su legado, teñido ahora porque le entregará el poder a su principal rival político, y no a su vicepresidenta. Un destino similar al que sufrió su viejo jefe, Barack Obama, cuando debió pasarle la posta del gobierno federal a Trump en 2017. A contramano del sentimiento que mostraron muchos votantes, Biden defendió su gestión de la economía.
“Dejamos la economía más sólida del mundo”, dijo en su discurso.
Sigilosamente, en declaraciones off the record o abiertamente, los demócratas apuntaron a la alicaída popularidad de Biden como uno de los motivos de la derrota de Harris. Pero otros también lo culparon por su terquedad para ir en busca de su reelección en un ambiente político en el que claramente los oficialismos enfrentan una cuesta empinada.
“La mayor responsabilidad de esta derrota recae en el presidente Biden”, dijo Andrew Yang, quien compitió contra Biden en 2020 por la nominación demócrata y apoyó la fallida candidatura de Harris. “Si hubiera renunciado en enero y no en julio, podríamos estar en un lugar muy diferente”, afirmó.