“Siento que he vivido en una caja de resonancia mundial, que en el aula estaba la iglesia en su universalidad y el mundo que la envuelve”
“He aprendido a escuchar, no solamente con los oídos, sino sobre todo con los ojos, mirando a cada persona que formaba parte de la mesa redonda que me tocaba moderar”
“Los diálogos se han hecho con gran libertad y mucho respeto, las opiniones eran muy diversas pero se escuchaba todo”
“Finalmente, aun sintiendo dolor por muchas cosas que no veo positivas en la iglesia, deseo permanecer en ella, luchando desde dentro”
“Los diálogos se han hecho con gran libertad y mucho respeto, las opiniones eran muy diversas pero se escuchaba todo”
“Finalmente, aun sintiendo dolor por muchas cosas que no veo positivas en la iglesia, deseo permanecer en ella, luchando desde dentro”
He dejado pasar unos días desde el final de la asamblea sinodal, para poder reposar las vivencias recogidas en mi corazón a lo largo del pasado mes de octubre. Por eso ahora es el momento de compartir la experiencia ya interiorizada.
Siento que he vivido en una caja de resonancia mundial, que en el aula estaba la iglesia en su universalidad y el mundo que la envuelve. Considero un regalo haber sido testigo directo de las búsquedas compartidas y por eso no quiero guardarlo para mí.
La primera sensación es la de tocar muy directamente la realidad de nuestra iglesia, en su inmensa amplitud y diversidad de contextos, culturas, razas, lenguas, tradiciones, situaciones socio-políticas, culturales, económicas … poder escuchar tantas horas por mi servicio de facilitadora, me ha permitido palpar esa multiplicidad que somos.
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Otra experiencia que me ha tocado muy hondamente, es haber participado en espacios que se nos han ofrecido fuera del aula y como complemento del trabajo en la misma: los Foros Teológicos, los diálogos con las Comisiones de Estudio de los 10 temas asignados por el Papa, la celebración del perdón-reconciliación, la vigilia ecuménica, las eucaristías en San Pedro, y de modo especial los días de retiro con las meditaciones de nuestros hermanos María Grazia Angelini, benedictina y Timothy Radcliffe, dominico.
Nos han ayudado a vivir una espiritualidad enraizada en la vida cotidiana del tiempo histórico que nos toca. En el aquí y ahora, con hondura y esperanza, sin que falte la alegría y el sentido del humor …
He aprendido a escuchar, no solamente con los oídos, sino sobre todo con los ojos, mirando a cada persona que formaba parte de la mesa redonda que me tocaba moderar. ¡Es tanto lo que trasmitimos con el lenguaje gestual que no quería perderme nada!.
Los diálogos se han hecho con gran libertad y mucho respeto, las opiniones eran muy diversas pero se escuchaba todo. Después estaba el voto final a cada punto del documento que es también expresión de la libertad personal. Muchos resultados ya se preveían antes de la votación, precisamente porque se escuchaban posturas diversas con resistencia a cambios y posiciones divergentes.
Todo ha confluido en el documento final que considero amplio y abierto para poder adaptar las cosas a los diversos contextos. La sinodalidad es un proceso que continúa y nos toca a todos, en los diversos niveles, hacerla realidad. Es cierto que en algunos temas seguimos caminando con mucha lentitud, no pasamos de las palabras a los hechos reales, aunque afirmemos la igual dignidad bautismal.
Quedan muchos temas pendientes, algunos encomendados a las Comisiones citadas que esperan cuantas sugerencias e ideas podamos aportar. Son desafíos que no debemos perder de vista y aportar cuanto podamos.
No me parece detalle menor que el documento esté referido a Cristo Resucitado, signo y fuente de esperanza cristiana, y que el Papa exprese: “No pretendo publicar una Exhortación Apostólica; quiero de este modo reconocer el valor del camino sinodal realizado, que con este Documento entrego al santo Pueblo de Dios”.
Finalmente, aun sintiendo dolor por muchas cosas que no veo positivas en la iglesia, deseo permanecer en ella, luchando desde dentro, volviendo mi corazón continuamente a Jesús y su evangelio, Señor de la historia que acompaña nuestro caminar.
Me da fuerza saber que vamos juntos y que podemos (recordando a Madeleine Delbrel) “vivir nuestra vida no como un teorema que nos rompe la cabeza, sino como una fiesta sin fin, con la música universal del amor”.
María Luisa Berzosa González
Hija de Jesús – Roma