Las cosas han cambiado una vez más en Medio Oriente y, de nuevo podríamos estar al borde de una confrontación mayor entre Irán e Israel. Hace poco más de una semana Israel atacó a Irán como represalia a un ataque previo por parte de Teherán. El ataque israelí del 26 de octubre representó un eslabón más de una larga cadena acción-reacción que peligrosamente viene escalando. No obstante, debido a cómo ese ataque había sido minimizado, sobre todo en Teherán, se había estimado que Irán ya no respondería o bien, que si lo hacía, lo haría de manera limitada y por tanto desescalatoria. La lógica que motivó ese análisis, no obstante, se ha venido moviendo y hoy tenemos que replantearlo todo. Acá unos apuntes:
1. Primero, Israel atacó a Irán el 26 de octubre como represalia ante el que ya es considerado el mayor ataque iraní en territorio israelí unas semanas atrás. Tanto desde Jerusalem como desde Washington se indicó desde el inicio que se trataba de una represalia “de precisión” sobre objetivos militares iraníes. En otras palabras, se estaba indicando que Israel había optado por el escenario menos escalatorio de todos, tanto por la presión de Biden como por consideraciones estratégicas, y como resultado, no estaba atacando ni instalaciones nucleares ni instalaciones de petróleo y gas iraníes. En teoría, por tanto, se estaba mandando la señal de que, a pesar de la fuerza del mensaje enviado, este mensaje también incluía el deseo de no activar una guerra mayor. Era importante, por tanto, observar la narrativa de Irán al respecto del ataque.
2. El discurso iraní se empezó a tejer de inmediato. Tanto por parte de las agencias oficiales de noticias iraníes como por parte de analistas cercanos al gobierno, se indicó que Israel “había fallado”, o bien que las defensas iraníes habían logrado derribar los misiles israelíes, o bien que Irán esperaba algo mucho más fuerte. El resultado, se dijo, es que “no habían ocurrido daños importantes”.
3. La lectura que de esto se hizo, por tanto, era que Irán también deseaba entrar en fase de distensiónpues su discurso no le obligaba a una nueva contra represalia. Irán, se decía, estaba optando por evitar la confrontación mayor y en cambio, seguir su estrategia de desgaste contra Israel a través de sus milicias aliadas, estrategia que tan bien le había funcionado en los últimos meses sin tener que obligar a Irán a pagar costos mayores.
4. Sin embargo, ya desde el domingo pasado la evaluación de daños por los ataques israelíes comenzó a difundirse tanto en Irán como en el mundo. Cuatro miembros de las Guardias Revolucionarias Islámicas habían muerto. Israel sí había ocasionado daños considerables a plantas relacionadas con la fabricación de misiles y drones, además de las defensas antiaéreas iraníes. El Ayatola, líder supremo del país, dijo desde entonces que el ataque israelí no debía ser exagerado, pero tampoco minimizado. Bastaron esas palabras para que todo se pusiera en movimiento nuevamente.
5. Un par de días después, los análisis comenzaron a estimar que Irán sí atacaría de vuelta a Israel, pero no daban cuenta de la dimensión de la represalia. Lo que en realidad estaba pasando era que las voces más duras en Teherán pusieron un “¡Ya basta!” en la mesa. En Irán se estaba observando con sumo cuidado la narrativa de victoria que se había construido en Israel, e incluso las voces israelíes que decían que había que seguir aprovechando lo vulnerable que estaba Irán y su eje de aliados en este momento. Por tanto, frente al golpe recibido—el cual dista muchísimo, en términos de destrucción ocasionada, de la represalia israelí contra Irán en el mes de abril—el no responder mandaría un mensaje de debilidad que invitaría a Israel a seguir con sus ataques directos en contra de Irán, sus instalaciones, sus generales y su personal.
6. Ya entre el miércoles y jueves pasados, distintos medios empezaron a reportar que Irán estaba planeando un nuevo ataque, el cual sería una represalia de “enorme fuerza”.El propio Ayatola salió a corroborar lo que esos reportes indicaban, y giraba instrucciones para dicha contra represalia lanzando fuertes amenazas contra Israel y también contra EU.
7. Algunos medios reportaron que el ataque iraní ocurriría antes de las elecciones en EU con el objeto de producir determinado impacto electoral. No obstante, otros medios como el Wall Street Journal reportaron que el ataque ocurriría después, precisamente porque lo que Irán no desea es que cualquier circunstancia en Medio Oriente influya sobre una potencial victoria de Trump, a quien se sabe, Teherán no prefiere en la Casa Blanca. (Como dato, Irán ha encontrado una disposición más favorable a negociar con la administración Biden. Además, Philip Gordon, uno de los miembros más cercanos del círculo de Kamala Harris y posible futuro asesor de seguridad nacional si ella vence, fue uno de los mayores negociadores del acuerdo nuclear iraní en tiempos de Obama). En suma, el ataque iraní podría ocurrir después del 5 de noviembre, aunque es imposible determinar la fecha precisa.
8. Las filtraciones a los medios no se han detenido, lo que en sí mismo es ya un tema a analizar. Como ha ocurrido a todo lo largo de los últimos meses, Irán desea en efecto, enviar un nuevo golpe de fuerza, pero incluso bajo ese escenario, parece estar tratando de contener las probabilidades de una guerra mayor, si acaso es aún posible.
9. Por ahora, lo que se ha dicho es que el ataque contra Israel será el mayor de todos los que Teherán ha lanzado. Que será fuerte, sofisticado y complejo, lo que indica que se utilizará una gama de instrumentos como drones, misiles crucero, misiles balísticos (algunos probablemente supersónicos y con cabezas fuertemente armadas) y otros más. Que el ataque será desde Irak—lo que buscaría, en teoría, que una respuesta no sea directamente contra territorio iraní—y sugiere, por tanto, que estará operado por milicias proiraníes que son armadas, entrenadas y dirigidas por las Guardias Revolucionarias Iraníes, pero que en dicho ataque el ejército iraní “sí estará participando”.
10. Nada de esto puede ser 100% confirmado y estas filtraciones podrían formar parte de la guerra informativa. Aún así, la narrativa filtrada debido a su complejidad, parece indicar, como dije, que, si bien podemos esperar un mensaje de fuerza que no será “menor”, Irán prefiere involucrar a terceros operando desde otros territorios para que esto sea leído con la intencionalidad de desescalar las cosas. Al mismo tiempo, sin embargo, Irán buscará comunicar tanto a su población como hacia afuera, que su ejército y las Guardias Revolucionarias sí estarán lo suficientemente involucradas en esta represalia como para mostrar determinación y fuerza. Las filtraciones también parecen indicar que otros aliados de Irán como los houthies o Hezbollah podrían participar en este nuevo ataque.
11. A su vez, el tiempo que ha transcurrido, ha permitido a Israel—y de manera cada vez más activa también a Washington—prepararse para responder. Israel ha dicho que esta vez, un nuevo contraataque de su parte llegará de inmediato—no después de días o semanas como hasta ahora había ocurrido—y que dependiendo de la manera como ese país sea atacado, se sentirá con libertad para responder el golpe de las formas como mejor juzgue pertinentes, lo que sugiere que esta vez sí podría atacar instalaciones energéticas o nucleares. Adicionalmente, el robustecimiento de las fuerzas de Washington en la región está buscando señalar a Teherán que, en esta ocasión, EU sí podría participar no solo de manera defensiva para apoyar a Israel, sino ofensiva.
12. Así que una vez más, la moneda está en el aire. Un escenario es que, a pesar de todo el discurso construido, el ataque iraní sea relativamente limitado; que Israel lo estime justo así, limitado, y que por tanto ese país decida responder solamente contra territorio iraquí, por poner un caso, en contra de las milicias aliadas de Irán en ese país. Pero si Irán sí cumple con lo que parece leerse de sus declaraciones y amenazas, y lanza un ataque de incluso mayor dimensión al de hace unas semanas, y digamos que consigue abrumar o vencer relativamente a los escudos de defensa israelíes y estadounidenses y, por tanto, ocasiona daños que en Israel sean percibidos como mayores, es probable que Israel responda con enorme fuerza. No proporcional, sino mayor, como sucede con una espiral ascendente, lo cual podría colocar a todas las partes, EU incluido, en una confrontación de gran dimensión.
13. Lo relevante del caso es que esta situación no era la deseada por ninguna de las partes. No resulta estratégico para ninguna de ellas escalar las hostilidades al grado que éstas podrían llegar. Incluso si Israel ocasiona daños en las instalaciones nucleares iraníes, habrá que ver si Washington decide sumarse a ese nivel de ataque puesto que, debido a que son varias instalaciones, y debido al nivel de profundidad en que se encuentran, el estimado militar es que solo con la colaboración de EU, Israel podría dañarlas de manera importante. Por último, además de los daños severos que las partes se ejercerán de manera mutua, el tema actual para Israel es que está librando una guerra en ya siete frentes diferentes. Una guerra larga y que está siendo peleada no solo fuera sino también dentro de su territorio (lo que le aleja de su doctrina militar tradicional). Bajo este esquema, parecería que la lógica de acción-reacción está arrastrando a ambos enemigos a luchar de manera directa y cada vez más intensa, sin que necesariamente fuese lo que buscaban hace apenas algunos meses.
Y todo lo anterior, sin incorporar el resultado electoral en EU, el cual aún no conocemos, y que definirá en buena medida las características del último período de Biden, el “lame duck”. Seguiremos atentos.
Instagram: @mauriciomesch
TW: @maurimm