El próximo martes se llevarán a cabo las elecciones en Estados Unidos. LA PRENSA/AFP
Expertos consideran que, sea quien gane, la política estadounidense hacia Nicaragua no cambiará, pero dependerá mucho de cómo se comporta el régimen en cuanto a su acercamiento a China y la facilitación del paso de migrantes hacia el norte.
Las elecciones de este martes cinco de noviembre en Estados Unidos, entre el candidato republicano Donald Trump y la demócrata Kamala Harris, no solamente definirán al próximo presidente de ese país, si no también la política exterior que llevará a cabo la nueva administración.
Ambos candidatos han centrado sus campañas electorales en la migración. Trump ha prometido una “deportación masiva” de miles de migrantes, además de finalizar con programas como el parole humanitario y negar la ciudadanía por nacimiento. Por su parte, Harris ha prometido reforzar las fronteras y revisar vacíos en los procesos de asilo político.
Las medidas tomadas por cualquiera que gane las elecciones estadounidenses podría afectar a los 536,632 nicaragüenses que llegaron a ese país desde 2021, según cifras oficiales.
En cuanto a la política contra la dictadura de Daniel Ortega, desde que estalló la crisis política en 2018, Estados Unidos ha mantenido una postura crítica. Según los analistas consultados, esto se mantendría y no habría muchos cambios ya sea que ganen los demócratas o los republicanos. “No va a cambiar mucho gane quien gane”, considera el analista político Carlos Murillo.
En esto coincide el economista y también analista Marco Aurelio Peña. “El resultado de las elecciones no supondrá en el corto plazo un cambio de timón en la política exterior en contra de Nicaragua”, señala.
Para el especialista en geopolítica y catedrático de la Universidad de Costa Rica (UCR), Alberto Cortés Ramos, hay varios puntos en los que Estados Unidos mantendrá su enfoque hacia Nicaragua, “independientemente de quién gane las próximas elecciones”.
Estos puntos serían el respeto a los derechos humanos y la democracia, lo cual se hará “a través de sanciones selectivas y retórica crítica”, prevé Cortés.
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Peña comenta que un gobierno republicano de Donald Trump podría emprender medidas más contundentes en contra de Nicaragua, en comparación a las acciones que podría tomar una administración demócrata encabezada por Harris.
Por su parte, Cortés señala que la política norteamericana hacia Nicaragua dependerá más de cómo se sigue comportando el régimen en su búsqueda por hacer daño a Estados Unidos. “La amenaza migratoria utilizada por Ortega como herramienta de presión, y la presencia creciente de China, serán factores cruciales en la formulación de la política estadounidense hacia Nicaragua, independientemente de quién ocupe la Casa Blanca”, comenta.
Nicaragua no es prioridad para EE.UU
El economista Peña asegura que en este momento la crisis de Nicaragua no está en la lista de prioridades del gobierno estadounidense. Ni siquiera en la agenda demócrata o la republicana. “El caso de Nicaragua no figura entre las grandes prioridades para Estados Unidos en el mapamundi, como lo son Ucrania e Israel”, comenta.
En el caso de América Latina, sostiene Peña, lo que más preocupa a Estados Unidos es la crisis venezolana. “En realidad el objetivo estratégico es Venezuela y lo que la nueva administración decida hacer para empujar la transición democrática en Venezuela. De eso va a depender en definitiva la suerte de la dictadura en Nicaragua”.
Por otro lado, indica Peña, sigue siendo posible que tanto demócratas como republicanos voten de manera bipartidista en el Congreso y que se pongan de acuerdo sobre las iniciativas que impulsarán para hacer presión al régimen, que es lo que ha venido sucediendo con la aprobación de leyes como las Nica Act, Gobal Magnitsky y Renacer.
Una visión similar tiene el analista político Carlos Murillo. “En el caso de que ganara Harris, va a tener que continuar con la política de Biden. No tiene mucho margen de maniobra. Si ganara Trump, que es por donde se ve que va el asunto, a él lo que le interesa es sacar a los migrantes y mandarlos a donde sea”.
Murillo explica que Estados Unidos ya ha aplicado sanciones a funcionarios del régimen y personas allegados a ellos, incluso a la número dos de la dictadura Rosario Murillo y a los hijos de la familia dictatorial como Laureano y Juan Carlos Ortega Murillo, pero lo cierto, sostiene el analista, es que Nicaragua “no es un caso relevante. Nada le va a cambiar a Estados Unidos en Centroamérica, atender el asunto de Nicaragua y menos enredarse o gastar esfuerzos presionando a algún grupo”.
Por esa misma razón, el analista Alberto Cortés indica que Nicaragua podría seguir siendo parte del acuerdo comercial con Estados Unidos conocido como DR-CAFTA, pues cualquiera que sea la nueva administración después de las elecciones tendrá interés en “mantener cierto nivel de relaciones comerciales para preservar la influencia económica y evitar un colapso que podría exacerbar la crisis humanitaria y migratoria”.
China y la migración
Lo que sí preocupa a Estados Unidos en el caso de Nicaragua es su acercamiento a China y también que se ha convertido en una plataforma para migrantes que desean llegar a ese país.
Por ello, Cortés señala que la nueva administración estadounidense seguirá viendo a Nicaragua como una “amenaza a la seguridad nacional”, debido a los miles de migrantes que llegan a ese país provenientes del Caribe, África, Asia, Medio Oriente y demás regiones del mundo, y que la dictadura de Ortega facilita su paso.
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El catedrático de la UCR también considera que cualquiera de los candidatos que gane la elección en Estados Unidos podría “evitar medidas que puedan provocar una respuesta del régimen de Ortega en forma de un aumento aún mayor de la migración” y prevé que una nueva administración podría “moderar” sus acciones hacia Nicaragua. “Washington podría temer que sanciones económicas más duras empujen a Nicaragua aún más hacia la órbita de influencia china”, comenta.
“Aunque un cambio de gobierno en Estados Unidos podría traer variaciones en el enfoque y la retórica hacia Nicaragua, es probable que la política exterior estadounidense hacia Nicaragua siga enfrentando el desafío de equilibrar la presión por reformas políticas con la necesidad de gestionar el flujo migratorio y mantener cierta estabilidad política y económica en la región”, explica.