SAN PABLO.- Se presentó ante las cámaras de ESPN. Respiró hondo y al mismo tiempo miró hacia un costado. Por un instante se le cortó la respiración, y muy bajo y cortito se le escuchó: “El auto se destrozó”. Hizo una pausa, agachó la cabeza. La tristeza que dominaba su expresión le quitó toda la energía al hablar. “Pido perdón al equipo que trabajó mucho para poner el auto en pista y tuvimos otro accidente. Vamos a intentar volver más fuertes”. Se aferró a su botella con líquido hidratante y se retiró. Franco Colapinto daba por terminado su primer fin de semana negativo, por momentos dramático, en la Fórmula 1.
Después de cinco grandes premios disputados, acabados y rozando la perfección desde su debut en Italia, era evidente que algún día iban a las llegar horas bajas. Y lo hicieron de la manera más dolorosa que se podía imaginar. Porque Franco sufrió el jueves la pérdida de su abuelo paterno, Leónidas, y eso lo afectó en la clasificación para la carrera sprint del sábado, en la que terminó 12º; porque sufrió un derrape con serias averías en las impredecibles (por la adherencia cambiante) “eses de Senna” el domingo, apenas comenzando la prueba de clasificación para la carrera. Y porque en la 34ª vuelta del Gran Premio, con el Safety Car al frente, se salía inesperadamente de pista en la muy rápida curva de la subida hacia los boxes, a veces identificada como “curva del café”.
Cuando bajó del auto, que tenía el pontón izquierdo, las suspensiones delanteras y la rueda trasera izquierda destrozados, se quedó mirando incrédulo, como en trance por un instante. A metros de él, tras la alambrada, los fans que tanto lo alentaron durante el fin de semana enmudecieron algunos segundos. Pero no dudaron en cuanto uno de ellos comenzó a aplaudir. Estalló un prolongado aplauso, como si ese grupo que no pudo vivir la fiesta que soñaba le dijera: “Nadie es perfecto y los ídolos también pasan por malos momentos en los que debemos motivarlos, levantarlos”.
“¿Había cometido un error Colapinto?”. Imposible establecerlo con precisión. Contaba Colapinto que “había un río tremendo en la recta y cuando pasé por ahí iba de pasajero”. Estaba describiendo, casi seguramente un fenómeno de aquaplaning, la lámina de agua que hace flotar un instante al neumático quitándole todo agarre.
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Tampoco se podía levantar mucho el pie, explicaba el pilarense, porque era necesario mantener la temperatura en las gomas de lluvia intermedia, que había calzado. Incluso pilotos mucho más experimentados y bastante prudentes como Carlos Sainz, Nico Hulkenberg y Lando Norris chocaron, hicieron trompo o se salieron momentáneamente del asfalto con la suerte de poder volver.
Es que la lluvia borraba huellas dibujadas antes por el tránsito y porque había repentinos parches de agua. Eso y la pista ondulada provocaron salidas de pista, trompos y accidentes al por mayor. Ni aun intentando ir a un ritmo moderado y bien por el asfalto se evitaron problemas. Inauguró la lista de incidentes -con o sin consecuencias- Lance Stroll (Aston Martin); le siguieron Liam Lawson (Racing Bulls), Nico Hulkenberg, Oliver Bearman, Sergio Pérez y Lewis Hamilton (trompos) y los choques con abandonos del mismo Franco y Carlos Sainz.
Cuando faltaban 45 vueltas de las 69 pactadas, el combate por la victoria se relanzó. Desde el puesto 17, Max Verstappen había avanzado imparable, sin el más mínimo desliz reseñable en las difíciles condiciones para aplicar a todos sus rivales una de las palizas más espectaculares que se recuerde sobre una pista muy deslizante. Esteban Ocon y Pierre Gasly, ambos con Alpine, ni intentaron resistírsele, aunque pensaron por algún momento en la victoria.
Resultó más una lotería náutica que un gran premio tradicional. Y en aquellos donde las condiciones son tan impredecibles, por un sexto sentido especial para descubrir la mejor adherencia en la cinta asfáltica, se destacan los campeones como Verstappen.
Para el equipo Williams y su jefe James Vowles fue un fin de semana que querrían olvidar. No solo se vuelve a casa con los coches rotos tres veces en un mismo día sino que, además, se pierde la octava posición en el certamen de Constructores porque Alpine, con la segunda y tercera posiciones de Esteban Ocon y Pierre Gasly, avanzaron desde el noveno puesto hasta el sexto.
Mientras Colapinto guardaba sus pertenencias para emprender el regreso a España en el hospitality de Williams, los mecánicos reunían los restos del coche y los del chasis de Alex Albon, que había destruido casi todo en el accidente de la clasificación de la mañana. Antes del impacto, sus tiempos lo situaban séptimo y eso demostraba que Williams podía ser ambicioso. Fue imposible reparar la unidad de Alex. Por lo tanto, toda esperanza había quedado en las manos de Franco Colapinto que arrancó desde la 15ª posición. Al menos su chasis había sido recuperado después de golpearse en la zona de las “eses de Senna”, apenas comenzada la primera etapa de esa clasificación disputada bajo la lluvia. Las esperanzas se quedaron en eso solamente. Su espectacular y casi perfecta inmersión en la Fórmula 1 había acabado.
En Las Vegas, a partir del 21 de noviembre, otro circuito urbano con curvas a 90 grados y muros casi magnéticos, como el de Bakú, le espera para rehacerse.
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