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Estados Unidos se entiende mejor mirando un mapa. La gran extensión del país hace que tenga dinámicas más propias de un continente, tanto en variedad como en complejidad. En las elecciones de noviembre de 2024 todas ellas serán determinantes a la hora decidir quién será su próximo presidente: si la demócrata Kamala Harris o el republicano Donald Trump. Los dos protagonizan una de las contiendas más reñidas de las últimas décadas y cuyo resultado articulará en buena medida el futuro del sistema internacional.
La geografía electoral estadounidense atiende a distintos factores. Desde el funcionamiento mismo de las elecciones, con el reparto de compromisarios o los estados disputados, a las distintas regiones económicas y culturales donde se decidirá el futuro del país. Pero también a las cuestiones que preocupan a sus ciudadanos, como la migración, la violencia o la epidemia de drogas que afecta al país.
¿Cuáles son las claves electorales?
La elecciones de Estados Unidos son indirectas. Esto significa que el presidente no es elegido directamente por el voto de los ciudadanos, sino mediante el apoyo del Colegio Electoral. Este órgano está formado por los compromisarios de cada estado, un número que varía dependiendo de su peso demográfico. Los estados más poblados, como Texas, California o Florida eligen más compromisarios, mientras que los menos poblados como Alaska , Dakota del Norte o Wyoming apenas escogen tres. Salvo en Maine y Nebraska, el voto de todos los compromisarios de cada estado va para el candidato más votado en su territorio. Para ganar las elecciones, Donald Trump o Kamala Harris necesitarán al menos 270 de los 538 compromisarios del Colegio Electoral.
La elección de compromisarios está más apretada en unos estados que en otros. Mientras que Idaho es un claro feudo republicano y Nueva York es uno demócrata, hay estados donde la elección está más reñida y suelen cambiar sus apoyos de una elección a otra. Son lo que se conoce como swing states o estados bisagra. En ellos se decidirán las elecciones, ya que los compromisarios que reparten pueden determinar la balanza hacia Kamala Harris o Donald Trump. En estas elecciones hay siete estados en disputa, que suman 93 compromisarios: Wisconsin, Michigan, Carolina del Norte, Georgia, Arizona, Nevada y Pensilvania. Este último es el que más compromisarios de los siete y en el que la carrera promete estar más igualada.
¿Por qué hay estados que son feudos de cada partido y otros donde las dinámicas son más cambiantes? Por las características económicas y sociales de las distintas zonas del país. Entender las características y cambios de la geografía electoral del país es clave para analizar las elecciones. Hay regiones de voto claras. Por ejemplo, el Medio oeste, rural y centro de grandes comunidades religiosas conservadoras como los mormones de Utah es un gran caladero de votos para los republicanos. Por el contrario, tanto la costa oeste como la región de Nueva Inglaterra en la costa este, más urbanas y cosmopolitas, son feudos demócratas.
Sin embargo, hay regiones donde las dinámicas sociales como la migración o la depresión económica han cambiado el sentido del voto. Es el caso del sur del país, en los que la creciente población hispana ha favorecido a los demócratas en estados tradicionalmente republicanos. Por otro lado, los trabajadores blancos industriales de estados como Michigan o Wisconsin han dejado de votar demócrata para abrazar la candidatura de Donald Trump, cambiando las dinámicas electorales de sus territorios.
El mapa económico de la gran potencia mundial
La región desindustrializada del Medio Oeste, conocida como el “cinturón del óxido”, es uno de los focos electorales más importantes de estas elecciones. Tres de los swing states clave de estas elecciones pertenecen a esta región: Pensilvania, Wisconsin y Michigan. Buena parte de la industria automovilística, metálica y siderúrgica estadounidense se concentraba en esta región, pero también la textil o minera. Con el crecimiento de competidores asiáticos, la deslocalización y las políticas neoliberales, la zona fue perdiendo su peso industrial, deprimiendo su economía y a su población. Esto ha provocado un gran resentimiento y el auge de posturas proteccionistas y contrarias a la inmigración que Donald Trump ya supo capitalizar en 2016.
El cinturón del óxido no es la única región económica o política de Estados Unidos. De hecho, una forma interesante de organizar el país es definiendo distintos “cinturones” con características productivas o sociológicas similares y que van más allá de los estados. Está, por ejemplo, el cinturón del algodón en los estados del sur, también conocido como el “cinturón negro”. Concentra a la población afroamericana descendiente de los esclavos que recolectaban algodón hasta la abolición de la esclavitud en 1865. A pesar de estar insertas en regiones con poblaciones blancas tradicionalmente conservadoras, ese cinturón constituye la principal fuente de voto demócrata del sur estadounidense.
Otros cinturones atienden a regiones productivas, como los del trigo, el maíz o los lácteos y frutas, pero también a cuestiones religiosas. El cristianismo evangélico domina el cinturón bíblico, los mormones son muy numerosos en Utah y Idaho, mientras que el cinturón sin iglesias de los estados de Oregon y Washington es uno de los más progresistas del país. El mayor de todos es el cinturón del sol, en la frontera sur del país, muy marcado por el crecimiento de la población hispana gracias a la migración.
La migración es uno de los grandes temas de esta campaña. Tal y como hizo en 2016, cuando prometió construir un muro en la frontera con México, Donald Trump la ha utilizado de arma arrojadiza contra los demócratas, defendiendo políticas más restrictivas. Esto coloca a la frontera sur en el centro de todas las miradas. Con más de tres mil kilómetros de longitud, es una barrera porosa con una geopolítica y economía propias: hay mexicanos que cruzan a Estados Unidos a trabajar y estudiar y empresas estadounidenses que fabrican al otro lado de la frontera para reducir costes.
Estados Unidos ha ido fortificando algunos puntos de la frontera progresivamente, con mayor presencia de las fuerzas de seguridad y puntos de control a la migración. Esto ha aumentado la peligrosidad de las rutas migratorias y la violencia. También es una región marcada por el contrabando y el narcotráfico.
Los síntomas de la decadencia
Uno de los grandes problemas sociales de Estados Unidos es la violencia. Siete de las ciudades más violentas del mundo se encuentran en el país. Los estados del sur son los que tienen mayor tasa de homicidios. El caso de Mississippi es especialmente preocupante, ya que supera los 20 asesinatos por 100.000 habitantes. Entre las causas se encuentran la desigualdad, muchas veces con base racial, la falta de oportunidades y la pobreza, que empuja a la población a la violencia. Una dinámica que también se ve en las ciudades más deprimidas del cinturón del óxido como Detroit.
La desigualdad y la pobreza también se hace evidente en la crisis del fentanilo. La epidemia de adicción a esta droga es uno de los problemas más acuciantes del país en los últimos años. Especialmente desde que las muertes por sobredosis se hayan multiplicado en los últimos años, alcanzando más de 100.000 muertes al año. Una lacra social que se acentúa por los problemas del sistema sanitario, desigual e ineficiente, y que el próximo inquilino de la Casa Blanca tendrá que hacer frente.