Sabe uno que está en una fiesta única cuando entre la marea de asistentes en las filas alrededor del Estadio El Campín aparecen ‘pelotones’ de ‘Sargentos Pimienta’: fanáticos de diferentes edades, géneros, colores, cada uno con una sonrisa de oreja a oreja, embriagados no de LSD sino de nostalgia por el legado artístico de Paul McCartney y los Beatles. Una alegría que no es una moda porque ha vivido allí más de seis décadas, transmitiéndose entre generaciones, en cada ciudad del mundo.
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Anoche, 1 de noviembre de 2024, el turno de reencontrarse con el gran artista británico octogenario fue para Bogotá, su siguiente escala después de Lima. Fue una noche de casi tres horas de concierto, como parte de la gira ‘Got Back’, en la que con su banda, además de una línea de vientos, interpretó 37 canciones de los Beatles, de Wings y de su historia en solitario.
Era su retorno, tras su primera presentación en la capital colombiana 12 años antes, y aunque conservó un gran parecido con la lista de canciones que interpretó en aquella ocasión, el público lo vivió como una cita única.
La tarea titánica de llenar un estadio
El ex Beatle saltó a tarima a las 9:30 p.m. ante un público que se veía como una marea repleta de fanáticos (empresarios indicaron a este medio que había más de 32.000 personas), pero apenas una hora antes aún era posible ver muchos espacios vacíos en el estadio, lo que generaba incertidumbre entre los asistentes, pues es bien sabido que McCartney exige que sus conciertos sean en casa llena. Ya venía el fantasma de dos años antes en los que se frustró un concierto suyo en Medellín pero los empresarios cancelaron semanas antes.
¡Hola Colombia, buenas noches, rolos!
Además, el ambiente durante la última semana antes de este concierto en Bogotá estuvo enmarcado por reacomodaciones de localidades y cambios en precios para intentar convocar a más público, lo cual es un contraste en un año en el que El Campín ha tenido aforo completo para artistas que, por muy importantes que sean, indiscutiblemente son menos legendarios que uno de los fundadores de los Beatles.
De todos modos, McCartney se encargó de disipar cualquier duda cuando, por cadenas de Whatsapp, empezaron a circular las imágenes de sus pruebas de sonido en el estadio, en horas de la tarde. ¡Teníamos de nuevo a un ex Beatle en la capital!
Fiesta que ya venía de días antes, con los fanáticos celebrando en las puertas del hotel en el que se hospedó desde el miércoles. Allí le llevaron serenata niños y adultos.
Un recorrido que comenzó en The Cavern Club
La noche comenzó con un set de DJ de Chris Holmes, disc jockey que viaja con McCartney en esta gira (su primera presentación fue en Lima, en 2011, ciudad de la que venían en su anterior concierto). Mientras mezclaba versiones de clásicos de los Beatles, lo acompañaba en pantallas una animación que contaba una inmensa historia.
Esas gráficas -de las que McCartney atribuyó al final de concierto “gracias a Paulie Becker”- ilustraban una inmensa torre. El video iniciaba en The Cavern Club, donde se dieron a conocer los Beatles en la ciudad de Liverpool. A medida que el video avanzaba, ascendía cada piso de esa torre, y en cada uno, imágenes que viajaban de la onda ‘merseybeat’ a la sicodelia y luego al viaje por los 70, los 80, los 90. Cada vez que aparecía John Lennon, Ringo Starr o George Harrison, se oía al público al unísono celebrando.
La cima de la torre, podría decirse que una gran antena, era el bajo Hoffner característico de McCartney. Eran las 9:30 p.m. cuando el artista legendario y su banda saltaron a escena. Y la primera entrega fue directo a la beatlemanía presente: ‘A Hard Day’s Night’.
– “Hola Colombia, buenas noches, rolos (…)” dijo en un español bien practicado, que luego sería un ‘spanglish’ que marcaría gran parte de la noche y esa relación de generosidad. “Estoy feliz de estar aquí de nuevo…¡oh yeah!”.
Luego vinieron dos clásicos de la banda Wings: ‘Junior’s Farm’ y ‘Letting Go’. En esta última, empezaron las sorpresas: apareció su línea de vientos (saxofón, trompeta y trombón) en medio del público en la localidad oriental baja, es decir, a unos 50 metros de distancia de la tarima, donde apuntaron los spots de luz y las cámaras que se proyectaban en las pantallas.
“Esta noche voy a tratar de hablar un poco en español”, insistió McCartney antes de interpretar ‘Drive My Car’. Y de nuevo en ‘spanglish’, dijo “Bogotá, we’re gonna have a fiesta”, para introducir ‘Got to Get You into My Life’.
Del bajo Hoffner, McCartney saltaba al piano y al piano de cola, luego a la guitarra Gibson. En ese momento interpretó ‘Let Me Roll It’, en el que dedica un momento a recordar a Jimi Hendrix por ‘Foxy Lady’.
Canciones que son como una crónica de su vida
Junto a su banda, conformada por los guitarristas Brian Ray y Rusty Anderson, el baterista Abe Laboriel Jr. y el tecladista Paul Wickens, McCartney viajó de los Beatles a Wings, pero también hizo un homenaje a la primera canción que tocaban como banda esa reunión de McCartney y John Lennon que terminó definiendo a la música pop rock desde los años 60: ‘In Spite of All Danger‘, que tocaban como The Quarrymen, desde los años 50, en esa cultura ‘skiffle’ que marcaría el sonido de los Beatles. Para ello, convocó al público a seguirlo con sus coros.
Pero también fue momento para escucharlo en el piano con ‘Let Em In’, y una fantástica versión de ‘Getting Better’, que sacudió a los ‘beatlómanos’. Y sí, como si contaran su carrera para un músico de 82 años que no cede terreno, McCartney parece “ponerse mejor” cada día.
Luego vino el turno de otro momento único: ‘My Valentine’.
“Escribí esta canción para mi esposa hermosa Nancy, que está entre nosotros”, dijo el artista, en mención a su esposa desde el año 2007. Mientras tanto, en pantallas se proyectaban imágenes de dos actores que le dieron vida al mensaje: Natalie Portman y Johnny Depp, quienes transmitían en lenguaje de señas. Esto es parte del video oficial, (que en su época estuvo enmarcado en cierta polémica porque el lenguaje de sordos no es igual para todas las interpretaciones en inglés británico y americano).
El concierto transcurrió en absoluta normalidad y no hubo amenaza de lluvia, más allá de algunas gotas, pero la noche avanzaba rápidamente.
Vinieron luego ‘Nineteen Hundred and Eighty-five’ y luego ‘Maybe I’m amazed‘, para la que hubo una sincronía con el público, que se conectó con luces de colores: en gramilla adelante se encendieron los celulares con el color azul; al fondo, con color rojo, y en graderías con color amarillo. Esto, gracias a la acción del club de fanáticos de McCartney que durante la semana previa coordinó que se usara la aplicación Concerts Lights.
El set acústico
Luego vino ‘I’ve Just Seen a Face’ en guitarra acústica y, posteriormente, McCartney saltó a la mandolina. Venía ‘Blackbird‘, original de 1968 de la composición privilegiada de la dupla McCartney-Lennon, y el público se acercaba a las lágrimas.
“Chévere”, decía el ex Beatle en su ‘spanglish’.
También saltó ‘Something‘, como una de las canciones más bellas de los Beatles.
“Este tema lo escribí para mi querido compadre John”. Y no podía ser más emotiva la escena.
Otro momento muy emocional fue ‘Now and Then‘, la canción recientemente editada de los Beatles que reúne grabaciones de Lennon, Starr y Harrison. En las pantallas se proyectaba una mezcla entre el video de tomas históricas con la proyección misma de McCartney interpretando en vivo, lo que creaba un nuevo collage sobre el collage.
“Gracias, John, por esa canción”, dijo.
Cuando vino el momento de retornar a lo eléctrico, con canciones como ‘Lady Madonna’ (en las pantallas se proyectaban imágenes de mujeres famosas) u ‘Ob-La-Di Ob-La-Da‘, el público saltaba y cantaba al unísono.
En ese momento, el carismático baterista Abe Laboriel Jr. saltó al frente a sacar “los pasos prohibidos” y los asistentes lo siguieron. Por allí, entre el público, también se veía a Manolo Bellón “tirando paso”.
De retorno a la caverna
Una escena fantástica del concierto se dio cuando llegó ‘Love Me Do’. Para ello, toda la banda se concentró en un pequeño espacio, Laboriel con un formato reducido de la batería. El retrato es el de aquella banda que tenía que tocar en la pequeña tarima de The Cavern Club, donde la resistencia rock de los Beatles comenzó.
Al terminar ‘Love Me Do’, McCartney clamó: “Ustedes son lo máximo”.
También tocaron durante la noche ‘Band on the Run’, otro tema clave de la historia de McCartney, y ‘Hey Jude’, de los Beatles, para lo que convocó a hombres y a mujeres a cantar por separado, llamándolos “Hey, papacitos / now, hey, mamacitas”. El ex Beatle es un sacerdote de la felicidad.
El estallido en El Campín
Fue con ‘Live and Let Die’, que de lo emocional se pasó a lo épico, pues esta canción original para la película de James Bond del mismo nombre, estuvo acompañada por llamaradas y pólvora que estallaba al ritmo de la melodía. Un espectáculo visual que permite llevar la experiencia McCartney a otro nivel.
Luego vino el receso, ya cerca de las 11:30 p.m. La banda ondeó tres banderas: la de Colombia, la de Reino Unido y la del orgullo gay, un claro mensaje de inclusión que se une a los de veganismo y respeto por la vida animal que promueve el artista.
De nuevo, otro momento cumbre: ‘I Got a Feeling’, en la que la interpretación de McCartney se sincronizaba con la de John Lennon, a través de las tomas cinematográficas que quedaron del famoso concierto de la azotea de los Beatles.
“Siempre quiero cantar con John de nuevo”, dijo McCartney.
El catálogo McCartney de seis décadas está tan lleno de referencias, que ya habiendo interpretado tantas canciones inolvidables, se sabía que tenía material para 10 horas más. Vendrían entonces la energía roquera de ‘Helter Skelter’ y ‘Get Back’, en las que se proyecta como ese inmortal y lleno de energía adolescente: ¿dónde están esos 82 años?
A las 11:50 p.m. se despachó con la frase: “Ya nos tenemos que ir”, ante la ‘negativa’ del público, cuando ya habían pasado más de 30 canciones. Faltaban entre otras cosas el ‘medley’, de ‘Golden Slumbers / Carry That Weight’ / ‘The End’.
“Thank You… ¡que chimba!”, dijo al público: “Hasta la próxima”. Queda para la posteridad no solo un concierto sino el mensaje de un hombre que sabe vivir muy bien y divertirse, como en este mensaje de Halloween que compartió desde Bogotá:
CARLOS SOLANO
EL TIEMPO