Comenzamos esta crónica semanal sobre cristianos perseguidos en México, concretamente en San Cristóbal de las Casas, estado de Chiapas.
Allí, el sacerdote Marcelo Pérez fue asesinado a tiros el domingo 20 de octubre, mientras viajaba en coche, por dos sicarios que le alcanzaron en moto, después de haber celebrado misa en su parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe, cuenta Fides.
El padre Pérez era conocido por denunciar las actividades criminales de grupos armados, por lo que había sido amenazado de muerte por estos en varias ocasiones. De hecho, en el año 2020 se le concedió el «Per Anger 2020», que reconoce la labor de personas y entidades que defienden los derechos humanos y la democracia.
El P. Omar Sotelo, director del Centro Católico Multimedial (CCM), explicó a Aciprensa que “cuando se asesina a un sacerdote, no sólo se elimina a un hombre, o sea, no sólo se mata a una persona, sino que con ello eliminas a toda una institución, a una institución que en el ejercicio de su labor pastoral generan una estabilidad social”. Así, el crimen organizado logra “enquistar en esa área [afectada] la semilla de la corrupción, la cultura de la muerte, del silencio”. Esto, a su vez, fomenta “la narcoviolencia, la narcocultura, la narcoeconomía, como hemos visto en diferentes estados como Chiapas, Guerrero, Tamaulipas, Veracruz, Ciudad de México, Estado de México”, entre otros.
La Fiscalía General del Estado de Chiapas ya investiga el asesinato. Pero a ver si es verdad. Porque mucho nos tememos que la ineficacia contra la inseguridad ciudadana ha sido heredada por Claudia Sheinbaum de su predecesor, Andrés Manuel López Obrador.
Nuestro siguiente destino, en esta crónica semanal sobre cristianos perseguidos, es Colombia, donde también tienen problemas los cristianos cuya labor resulta molesta para los grupos indígenas, que ven el cristianismo como una imposición de ideología extranjera.
Es el caso de Martha, una cristiana indígena que regenta una escuela infantil para los hijos de cristianos. Porque en la zona donde residen ella y otros creyentes, los alumnos deben cumplir las costumbres y prácticas religiosas de la comunidad indígena porque, en caso contrario, son perseguidos, relata Puertas Abiertas.
“En algunos casos, a los niños cristianos se les amenaza con bajar sus calificaciones o repetir el año escolar. También se amenaza a los padres con perder beneficios del gobierno si no envían a sus hijos a escuelas tradicionales”, explica Martha, que fue interrogada hasta ocho veces por esas bandas para que dejase la escuela.
Pero ni Martha ni los demás fieles va a cerrar la escuela infantil cristiana porque “para nosotros, cumplir con nuestro llamado va más allá de las luchas económicas o las presiones externas”, explica ella.
(Cristianos perseguidos en Nepal)
Nos vamos ahora a Nepal, donde dos hermanas que se convirtieron al cristianismo desde el hinduismo sufren persecución y hostilidad por parte de su familia, recoge Puertas Abiertas.
Se llaman Anisha, de 26 años, y Anita, de 23, cuya conversión fue descubierta por su familia cuando se negaron a participar en un festival hindú. Desde entonces, su padre y un hermano mayor les agredieron física y psicológicamente y les encerraron bajo arresto domiciliario durante seis años, de 2018 a 2023. También se les negó ayuda económica hasta que su madre las apoyó.
“Intentaron reprimir nuestra fe agrediéndonos de todas las formas posibles. Teníamos pequeñas Biblias que nos habían dado los cristianos. Las escondimos, pero nuestro hermano revisó cada rincón de la habitación. Cuando las encontró, las rasgó y quemó. Nos quedamos sin ninguna Biblia”, relata la joven cristiana.
A pesar de toda esa persecución, se mantuvieron firmes en la fe en Jesús y continuaron orando, hasta que consiguieron ayuda de unos colaboradores de Puertas Abiertas.
(Cristianos perseguidos en Pakistán, Foto ACN)
En Pakistán, la buena noticia ha sido que dos hermanas cristianas que habían sido acusadas falsamente de blasfemia han sido liberadas, recoge Forum Libertas.
Se llaman Sonia y Saima, que fueron denunciadas falsamente por un musulmán, Mohammad Haider, que las acusó de haber tirado páginas del Corán en una parcela abandonada.
Afortunadamente, el juez que trató su caso sentenció que la acusación era falsa y las puso en libertad. No obstante, sus familias corren el riesgo real de ser represaliadas por quienes siguen creyendo que sus hijas “deshonraron” al islam.
Se trata de un ejemplo más de como las leyes de blasfemia -que contemplan incluso la pena capital- son usadas en Pakistán para perseguir a los cristianos por razones espurias, como la animadversión personal o la venganza.