En 2023, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el 29 de octubre como Día Internacional de los Cuidados y el Apoyo, un paso crucial para reconocer globalmente la contribución de los cuidados al desarrollo humano y al bienestar social. Desde hace aproximadamente una década, los avances culturales en América Latina se tradujeron en una agenda de cuidados que, en aproximadamente 18 países, se reflejan en políticas públicas relacionadas con este tema. La pandemia, además, puso las tareas de cuidado en el centro de la discusión, resaltando su importancia y reconociéndolas como trabajo. Sin embargo, el avance de la ultraderecha en muchos territorios, junto a recortes estatales en sectores clave, genera una sensación de retroceso en este reconocimiento.
Los cuidados abarcan las actividades cotidianas necesarias para vivir y para el bienestar social: son los trabajos que realizaron y realizan nuestras abuelas, madres y nosotres mismes. Tanto el trabajo doméstico como el cuidado tienen un valor intrínseco para la economía y la sociedad, aunque este valor recién empieza a ser contabilizado en algunos países. En este contexto la famosa frase de Silvia Federici, “eso que llaman amor es trabajo no pago”, se mantiene vigente. Las tareas de cuidado, aún feminizadas, son el último eslabón de la cadena productiva, a pesar de ser la base que sostiene el desarrollo y el bienestar de nuestras economías. ¿Qué lugar ocupan hoy estas tareas en la región? ¿Por qué, a pesar de representar un 16,8% del PBI en Argentina (datos del informe “Trabajo no remunerado y economía del cuidado en Argentina” publicado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe) siguen siendo invisibles y no se incorporan adecuadamente en esa medición?
A partir de encuestas sobre el uso del tiempo en toda América Latina, se pudo ver en detalle cómo opera al interior de las familias la división sexual del trabajo, tanto en la cantidad como en la calidad de horas que se brindan a los cuidados. Los resultados son muy similares en todos los países de la región, y tienen consecuencias, en el corto y en el largo plazo, en las vidas de las mujeres que deben postergar sus trayectorias personales para ocuparse de hijxs, adultxs mayores, personas con enfermedades, entre otras situaciones. Los cuidados atraviesan múltiples dimensiones de la desigualdad, como la de género, la de clase, la racial, la generacional, la territorial.
Karina Batthyány, Directora Ejecutiva de CLACSO y referente en el tema de cuidados, lleva más de 20 años estudiándolos. Es autora, entre otras publicaciones, de “Miradas latinoamericanas sobre los cuidados”, una recopilación de ensayos que aborda la temática de los cuidados desde diversas perspectivas en el contexto de América Latina. La obra reúne las voces de varias autoras latinoamericanas, quienes analizan la situación de los cuidados en sus respectivos países, poniendo de relieve las desigualdades de género, clase y raza en este ámbito. Karina destaca la necesidad de una transformación cultural profunda que visibilice el trabajo no remunerado en el hogar y reconozca a las mujeres como trabajadoras de estas tareas, que han sido históricamente desvalorizadas.
Eso que llaman amor…
El mandato de cuidar continúa recayendo en su mayoría sobre mujeres, son ellas las que invierten el doble de tiempo que los varones -en esos términos binarios se registran las investigaciones consultadas- en tareas que aportan al PBI pero no están remuneradas ni reconocidas como trabajo. Es importante subrayar que el binarismo recae sobre la mayoría de los estudios oficiales y privados que se realizan sobre el tema, sin embargo en la actualidad en preciso reconocer que muchas veces estos trabajos recaen también sobre lesbianas, personas trans y no binarias, que proponen otras aristas de análisis sobre las tareas de cuidado no remuneradas que es preciso empezar a contemplar, porque como siempre decimos lo que no se nombra no existe.
En la última década, hubo avances significativos en políticas públicas en la región. Karina explica que en 18 países de América Latina, el tema de los cuidados llegó a la agenda pública y política, incluyendo medios de comunicación, lo que permitió que pase de ser un asunto individual a uno colectivo que requiere respuestas políticas concretas. Entre los logros, se destacan la implementación de leyes de cuidado en varios países, como Uruguay, dónde se estableció un Sistema Nacional Integrado de Cuidados. En Chile, se promovieron políticas de cuidado que incluyen el reconocimiento de la importancia del trabajo doméstico y de cuidados no remunerados en la economía. También, en Colombia, se avanzó en la creación de un sistema de cuidados que busca garantizar servicios a personas mayores y dependientes. Sin embargo, también existen iniciativas que quedaron en pausa, una de ellas la Ley Cuidar en Igualdad de Argentina, que busca garantizar el derecho al cuidado y promover la corresponsabilidad entre géneros. Este proyecto, a pesar de su importancia, aún se aprobó, lo que refleja la necesidad de seguir presionando para que los cuidados sean reconocidos y abordados de manera integral en la agenda política pública de la región.
“Es fundamental establecer el reconocimiento del Estado como garante de esta cuestión colectiva”, enfatiza Karina. “Ha habido avances normativos importantes, y la inclusión del cuidado en las leyes y en la Constitución es clave para avanzar hacia la igualdad de género.” Sin embargo, la división sexual del trabajo, que asigna a las mujeres el ámbito privado y a los hombres el público, perpetúa desigualdades profundas.
Las tareas del cuidado son un mecanismo indispensable para sostener el sistema capitalista, es un trabajo no remunerado que en muchas ocasiones no se cuestiona, está naturalizado y poner en tensión esos roles familiares tiene muchas consecuencias. Sin ese trabajo de abuelas, madres, hermanas, hijas, el sistema tal como lo conocemos no se sostiene. “Son las bases invisibles del bienestar social, porque además, sin cuidado, no hay fuerza de trabajo, es un elemento absolutamente central para la reproducción social”, indica Karina.
¿Cuáles son las políticas de cuidado posibles para cambiar esta injusticia profunda de género que determina desigualdades?
“Se requieren mecanismos redistributivos tanto a nivel micro, en nuestras relaciones cotidianas, como a nivel macro, desde el Estado y la comunidad”, propone Karina. Hoy, la organización del cuidado recae principalmente en la familia, y dentro de ella, en las mujeres. La creación de políticas públicas que permitan esta redistribución es esencial para atender las necesidades de cuidado.
Sin embargo, en el contexto actual de América Latina, donde dominan normas del sistema capitalista y neoliberal, la implementación de estas políticas parece distante. “La transformación cultural necesaria es profunda; cuestionar la distribución del trabajo es desafiar una herramienta de poder”, explica Karina. Aunque han habido avances, como la creciente presencia de mujeres en espacios públicos y políticos, el cambio es un proceso lento y complejo.
¿Qué pasa cuándo el Estado se retira?
–La participación del Estado es crucial para garantizar los derechos que constituyen la igualdad, incluyendo las tareas de cuidado. Sin embargo, en gobiernos de derecha o ultraderecha, esta no es una prioridad. “Un paradigma que promueve un Estado mínimo en políticas sociales sólo conduce a mayor desigualdad”, advierte Karina.
En Argentina, el retiro del Estado en políticas de cuidado se hizo evidente este último año: el desmantelamiento de ministerios como el de Mujeres, Géneros y Diversidades, así como el de Desarrollo Social, Economía, Salud, y el cierre del INADI. Este abandono incluyó la eliminación de programas clave, resultando en una reducción de hasta un 40% en el presupuesto destinado a políticas de género y cuidado en 2024. Además, el recorte de fondos destinados a la línea 144, que atiende situaciones de violencia de género, y otros programas que, aunque no abordaban específicamente el tema, formaban parte de un entramado interseccional que promovía la salud integral y el bienestar de mujeres, lesbianas, travestis, trans y personas no binarias en el país. La reducción del financiamiento en políticas de género afecta gravemente a estas poblaciones.
Con la llegada del gobierno de Javier Milei en 2024, se profundizaron los recortes: se eliminaron programas de asistencia social y se hizo efectivo el desfinanciamiento de fondos destinados a la prevención de la violencia de género, lo que genera una mayor vulnerabilidad. También se frenó el apoyo y reconocimiento a trabajadoras de comedores y merenderos, con una persecución política explícita hacia quienes eran beneficiarias del programa Potenciar Trabajo, que llegaba a más de 1.300.000 personas, facilitando el sostenimiento de emprendimientos y cooperativas en sectores populares, y contribuyendo a la independencia económica de muchas de ellas, que son también, cuidadoras a tiempo completo. Este escenario se agrava con un negacionismo de la desigualdad, que manifiesta en sus discursos tanto el presidente como sus funcionarios, que perpetúa la matriz patriarcal y capitalista.
Un cuestionamiento que incomoda
“Se trata de una transformación cultural profunda; cuestionar la distribución sexual del trabajo remite a poner en duda una herramienta de poder. Es algo que lleva mucho tiempo”, señala la investigadora, quien da cuenta de una realidad a la que nos enfrentamos feministas y transfeministas al intentar modificar las reglas establecidas, encontrando una fuerte resistencia incluso en los ámbitos más progresistas.
Según la directora ejecutiva de CLACSO, a nivel regional, la agenda de cuidados está marcada por un componente innovador: el reconocimiento del cuidado como un derecho. Este enfoque fue impulsado tanto por la reflexión académica como por los movimientos feministas y organizaciones sociales. Según un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), en 2023, se estima que el trabajo de cuidados no remunerado representa alrededor del 20% del PIB en muchos países de la región. Argentina tuvo un rol protagónico en esta definición, que hoy continúa en instancias internacionales como la Corte Interamericana de Derechos Humanos, donde se plantea el cuidado como un derecho y obligación del Estado.
Un caso ejemplar en la región es Uruguay, donde desde 2015 la Ley de Cuidados reconoce el cuidado como un derecho, estableciendo un Sistema Nacional Integrado de Cuidados que benefició a más de 30,000 personas en su primera etapa. Este sistema incluye políticas como la ampliación de licencias parentales y servicios para la atención de la dependencia de adultos mayores y personas con discapacidad. La implementación de esta legislación fue impulsada en gran medida por activistas feministas uruguayas y argentinas que colaboraron en el diseño de políticas públicas que integren la perspectiva de género, promoviendo la idea de que el cuidado es un bien social que debe ser compartido y respaldado por el Estado.
Karina, que durante toda la nota insiste en resaltar los avances que conseguimos en estos últimos años, concluye con optimismo: “Las políticas deben integrarse en los medios de comunicación para cambiar la percepción social, promoviendo la participación masculina y el involucramiento estatal. Gracias al movimiento feminista, las trabajadoras del cuidado comenzaron a ser visibilizadas en la política pública, un cambio reflejado en la reciente inclusión de la perspectiva de género en la Ley de Protección Integral a la Niñez y Adolescencia”.