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La Fórmula 1 en Brasil, con Franco Colapinto: el recuerdo constante de Ayrton Senna, el eterno gigante que revive en cada esquina de San Pablo

Autor: San Pablo Brasil. Enviada especial.

Treinta años pasaron de su muerte pero Ayrton Senna está vivo en San Pablo. La ciudad en la que creció lo recuerda a cada paso: en sus murales; en el exclusivo barrio Jardim en el que vivió su infancia y su adolescencia y desde 2011 lleva su nombre en la estación de metro; y también en el Cementerio Morumbí, a la sombra de un árbol, donde las flores siempre son frescas y el recuerdo imborrable. Y antes de un Gran Premio de Brasil muy especial, por los homenajes que la Fórmula 1 le tiene preparado, fanáticos de todo el mundo llegaron a su tierra para celebrarlo.

Foto Juano Tesone / Enviado especial - CLARIN Foto Juano Tesone / Enviado especial – CLARIN

El tricampeón brasileño habita la ciudad en sus murales. En cada barrio de esta gigante urbe puede encontrarse la figura del deportista brasileño más importante de la historia del país. Sobresale uno, en Rua da Consolação 2608, a metros de la famosa Avenida Paulista, de 41 metros de alto por 17.5 de ancho ubicada sobre una de las caras de un edificio que nació en 2015 de la mano de Eduardo Kobra y se revitalizó en 2020 gracias al Instituto Ayrton Senna, que comanda su hermana Viviane. En esa zona confluyen los mismos mundos que unió Senna: hay vagabundos que duermen en la calle aunque el sol del mediodía ya calienta el asfalto, mientras oficinistas y turistas almuerzan en exclusivos restaurantes a escasos metros de distancia.

Quien murió a los 34 años sigue vivo en donde fue enterrado: el Cementerio Morumbi. Allí, en medio de un enorme parque verde, el tránsito caótico de San Pablo se detiene. No hay bocinazos de motos ni calles embotelladas. Tras cruzar las rejas de acceso en la calle Deputado Laércio Corte 468, el sonido que se escucha es el de los pájaros y el murmullo de las personas que entran incesantemente en la mañana paulista, donde el sol se abre paso entre las nubes.

Gianpiero aparece en escena vestido con una remera roja y una gorra azul de Ayrton Senna. Lleva un arreglo de flores blancas. Está acompañado de Giuliana, con quien llegó desde Monza, la tierra de Ferrari y el GP de Italia. Tras un infructuoso intento de ingresar al Instituto Ayrton Senna -“Fui puntual a las 9 pero estaba cerrado”-. se sometió al tráfico y llegó a la zona de Morumbí. Se lo ve emocionado: es su primera visita aquí y también estará en Interlagos.

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Santiago, en cambio, hace varios años que viene al GP de Brasil. Es de Santa Fe e irrumpe de la misma forma que el italiano: con una remera de Senna – azul, en su caso- y un arreglo de flores blancas que compró en la entrada del cementerio. Los une también un amor por un piloto brasileño que llevan en la piel, con tatuajes en sus antebrazos que posan para las fotos: mientras que Gianpiero eligió la firma de su ídolo, el argentino impresionó con dos dibujos del piloto brasileño en la pista.

La que ahora es una parada obligada para ellos y para las decenas de fanáticos de distintos rincones del mundo que se acercan a tomarse una foto, dejar una flor o simplemente rezar en un lapso no mayor a media hora, no habrían podido estar el 5 de mayo de 1994, cuatro días después de la muerte de Ayrton Senna y tras veintiún horas y diez minutos de velatorio en el hall de la Asamblea Legislativa de San Pablo, por donde pasaron más de 200 mil personas.

Foto Juano Tesone / Enviado especial - CLARINFoto Juano Tesone / Enviado especial – CLARIN

Ese día el ingreso hoy gratuito y permanente al Cementerio Morumbi estuvo bloqueado por un fuerte dispositivo de seguridad ubicado a tres kilómetros. Estuvieron, en cambio, 15 pilotos y ex pilotos para trasladar el ataúd, entre ellos Emerson Fittipaldi, Jackie Stewart y Rubens Barrichello, quien pese a su deseo no fue elegido para manejar el McLaren MP4/5B de la temporada 1990 que el sábado saldrá a la pista de Interlagos -con Lewis Hamilton detrás del volante-, en uno de los homenajes enmarcados bajo la leyenda de “Senna Sempre”.

En esa tumba 0011 -aunque el número no es divisible por los ramos de flores blancas, rojas, amarillas, naranjas y rojas-, donde una placa dice “Ayrton Senna da Silva -21/03/60 y 01/05/94. Nada puede separarme del amor de Dios”, y alguien dejó una estatuilla de Jesús como custodio, Senna sigue vivo. Como en toda San Pablo. Y como ocurrirá este fin de semana en Interlagos, donde la premisa es vestir los colores verde y amarillo que el carismático piloto brasileño llevó a todos los rincones del mundo y puso tantas veces en un podio de Fórmula 1. Porque nunca muere quien es recordado y es imposible que entre tantos millones no haya al menos alguien que recuerde a una figura como él y que mantenga vivo su legado en el tiempo.

Cómo fue la muerte de Ayrton Senna

Brasil se despertó el 1° de mayo con la peor de las noticias: su ídolo del automovilismo, el carismático Ayrton Senna, había muerto durante el Gran Premio de San Marino. El brasileño había conseguido la pole position, al igual que en las dos primeras carreras del año. Largó primero, a las 14 (hora local) y murió mientras lideraba la competencia. Se corría la séptima vuelta y Ayrton marchaba primero con 0,675 segundos de ventaja sobre su inmediato perseguidor, el alemán Michael Schumacher.

A las 14.17 de Italia (las 9.17 en Brasil), el paulista encaró la curva Tamburello. En ese lugar del circuito de Imola, los autos superaban los 300 kilómetros por hora. El Williams de Senna llegó a 310 km/h. En su último atisbo de reacción y por el despiste, el bólido terminó impactando contra el muro lateral de concreto de la pista a 217 km/h.

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El accidente de Ayrton Senna en el circuito de Imola, en 1994.

Menos de 30 segundos después llegaron los primeros socorristas. Empezaron a flamear las banderas amarillas de precaución. A las 14.19 arribaron tres médicos y dos rescatistas. El cuerpo estaba inmóvil, con la cabeza inclinada levemente a su derecha.

Lo retiraron del habitáculo, le removieron el casco y le hicieron una traqueotomía. A las 14.23 llegó el helicóptero a la pista y a las 14.32 lograron subirlo entre diez personas; 60 segundos después, la aeronave despegaba hacia el hospital Maggiore de Bolonia. Aunque el fallecimiento fue anunciado a las 18.40, aclararon que la hora de la muerte había sido a las 14.17, momento exacto del accidente.

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