Sus cifras en las redes abruman: 1,4 millones de seguidores en Instagram y 2,1 millones de suscriptores en Youtube, donde el cerca del millar de vídeos que ha subido alcanzan la friolera de 669 millones de visualizaciones. A la influencer navarra Estefanía Unzu, más conocida como Verdeliss, la fama le llegó por contar al mundo el día a día de su gran familia -ocho hijos-, pero ahora su contenido está cada vez está más enfocado a una pasión que redescubrió con la pandemia, el atletismo. Un día se propuso correr un maratón y ya va por 21 en apenas un año y medio. Ahora se prepara para un nuevo desafío, porque el domingo afrontará su quinto ‘major’, el maratón de Nueva York. Lo hará solo un par de semanas después de ganar el maratón nocturno de Bilbao. Entre una cita y otra saca tiempo para hablar de esta faceta deportiva que, afirma, parece haber enganchado a sus seguidores tanto como a ella misma.
-¿Por qué atleta?
-A ver, para mí el mundo del atletismo no era desconocido. Mi padre es entrenador, mi madre forma parte de la Federación Navarra y yo lo practiqué de niña. ¿Qué sucede? Que la última vez que competí fue a los 18 años, y a partir de entonces llevé una vida totalmente sedentaria. Luego llegó la pandemia y muchos nos animamos a retomar el deporte. Es lo que yo hice. Comencé a correr en la cinta y me planteé aquello de que antes de morir hay que plantar un árbol, escribir un libro, tener un hijo y correr un maratón. Después de tener a mi última hija corrí el primero en Viena, y el subidón fue tal que decidí hacer más. Coincidió que estaba casi en la frontera de los cuarenta, pensé que tenemos dos días y que uno ya lo he gastado. Y me propuse un reto para ponerme a prueba, pero también para disfrutar de mi sueño de viajar por el mundo. Por eso decidí correr doce maratones en doce meses. Lo cumplí sorprendentemente bien y me llevé una cantidad de experiencias. Conocí Bombay, Tokio, Londres, Brasil… Se acabó el reto y continué corriendo.
-Dicho así parece hasta fácil. Pero son maratones y usted tiene ocho hijos…
-Creo que he venido a desterrar muchos mitos. El 90 % de mis entrenamientos son en cinta de correr. Y se me juntan con mi dinámica como madre que trabaja, en la que hay revisiones con el pediatra, reuniones con los tutores del cole… Hay días en los que estoy muy cansada o en los que no he dormido. Yo escucho a mi cuerpo. Si no tengo energía, no corro. Y cuando veo que puedo me pongo en la cinta que tengo en casa. Entonces puedo estar con los peques mientras ellos juegan, se ponen con sus manualidades o sus libros. Ese es mi truco. Es gracias a la cinta de correr.
-Creo que también aprovecha para ver series.
-Claro, y he descubierto un mundo nuevo para mí. Ahora no solo corro, sino que además estoy viendo toda la cartelera. Es un incentivo, porque solo veo pantallas cuando estoy en la cinta. Entonces, termina un capítulo y es una motivación para el día siguiente porque me he quedado con ganas de saber más.
-¿Y con qué se entretiene en las tres horas que duran sus maratones?
-Suena surrealista, pero es cuando realmente aplico el trabajo mental. Se pasa por altibajos, es un proceso de superación personal, de resiliencia. Creo que esa es la magia de la larga distancia, que no solo es cuestión de físico, sino también de disciplina. Yo me envío mensajes positivos, me digo que voy a recoger la medalla de los entrenamientos que llevo detrás. Y hago cálculos matemáticos, siempre voy pensando en regresivo. Hay que engañar a la mente.
-Lleva 21 maratones en año y medio. Solo en el último mes ha sumado Logroño, Chicago y Bilbao. Y ahora, Nueva York. ¿Qué le dice el médico? ¿Cómo se controla?
-Lo de correr lo he hecho siempre de estar por casa. Solo tengo a mi padre, que es entrenador y es con quien hago todo el tema de fuerza. Creo que eso me ha ayudado muchísimo a evitar lesiones. Sí tuve fisio durante el reto de los doce maratones, pero después el coste ya era inasumible. Y desde hace poco veo a un médico en Madrid, que además es amigo y atleta. Él está muy sorprendido, y lo que me suele decir es que tengo una capacidad de recuperación extraordinaria.
-Si acaba en Nueva York solo le quedará Boston para completar los seis grandes.
-Sí, estoy muy contenta, porque ya me he clasificado para Boston, que es por marca, y si termino allí en abril me voy a llevar mi ‘Six Star Finisher’. Esto es un sueño para todo maratoniano.
-¿El secreto es disfrutar, no tener la presión de una marca?
-Yo creo que esa es la fórmula. Antes de Bilbao me preguntaron por qué marca quería hacer. Y la respuesta es ninguna. Corro por percepción de esfuerzo. Sé lo cansado que está mi cuerpo, cómo me siento. Cuando veo que estoy apretando demasiado, aflojo. Mi reto es correr muchas maratones, entonces me voy regulando. Conmigo no funcionan los planes de entrenamiento rígidos. Hay semanas que puedo entrenarme cinco días y meter dos cañeros y otros que solo me entreno un par de días y de forma muy suave.
-¿Qué es correr para usted?
-Aprendizaje. Correr aporta placer, pero cuando has terminado de entrenar. El trabajo es ponerse. Yo no tengo ganas de ponerme a correr a las cinco de la mañana o cuando mis hijos se han ido a la cama. No es una sensación agradable, pero tengo esa capacidad de mirar más allá, de saber que luego tendré un chute de endorfinas, que me voy a sentir poderosa, que he hecho un buen trabajo. Esa parte de resiliencia, de superación, de sacrificio y constancia, me hace sentir muy bien. Y correr también me sirve para pensar en mí, desconectar, trabajar en mi autoestima. Y cuando tú te sientes bien contigo misma eres capaz de transmitirlo a tu alrededor. Incluso siento que soy mejor madre para mis hijos. Ellos están siendo testigos del trabajo que hay detrás y de que siempre hay recompensas. Entonces puede ser ejemplarizante.
-¿Qué siente al cruzar la meta después de 42,195 kilómetros?
-Es algo flipante. El recuerdo más cercano es el de Bilbao, que al ser de noche había hasta fuegos artificiales y bengalas gigantes. Es tanta la emoción al escuchar la megafonía que por muy flojas que tengas las piernas te sale hasta esprintar. El chute de adrenalina es muy heavy.
-¿El maratón más desafiante?
-Este verano, en Bélgica. Corrí en Bruselas en campos de secano y era un poco aburrido. Además, pensé que me había perdido… Era un maratón más familiar, no estaba muy bien organizado. Fui perdidísima y la cabeza me jugó malas pasadas. Pero he de decir que con los maratones no castigo mi cuerpo. Termino y puedo subir y bajar escaleras, continuar con mi ritmo. Otra cosa son los 100 kilómetros.
-Donde es campeona de España…
-¡Y la quinta mejor marca nacional de la historia! (7h59:30). Eso sí que se salió completamente de mis expectativas. Fui por casualidad. Mi padre me decía que se me podía dar bien la ultradistancia, y al acabar el reto de los doce maratones miré y vi que me cuadraba ir al Campeonato de España. Era perfecto, porque además estaba federada por el club de mis padres. No tenía ningún objetivo, ni siquiera sabía si lo terminaría. Pensaba que iba a hacer el ridículo, pero mira… Se alinearon los astros. Se me hizo muy duro, pero todo funcionó.
-Pero se quedó sin Mundial.
-Pensaba que por ganar el Nacional tenía plaza directa, pero no. No sé, la verdad. Los criterios son bastante interpretables. Pensarían que no tenía nivel suficiente… Mentiría si dijese que no me desilusioné por no poder vestir la equipación de España pero, a la vez, pienso que las cosas suceden por algo. Igual es mejor así para no meterme en esa mentalidad más competitiva que se aleja mucho de aquello que me llevó a correr. Era una presión que me empezaba a hacer mella, también en lo anímico. Cuando me liberé de eso volví a correr por sensaciones, a mi bola. Y eso es lo que quiero seguir haciendo.
-En Chicago, donde también corrió, se pulverizó el récord femenino de maratón.
-Es increíble. Yo he puesto en la cinta la velocidad a la que corrió Chepngetich y para mí es un sprint. Imagina 42 kilómetros así… Me pone muy contenta porque se ve que cada vez más las mujeres están demostrando sus capacidades. Hace no tanto no se permitía correr un maratón a las mujeres porque se pensaba que el cuerpo de la mujer no podría soportarlo, que se les caería el útero. Ver cómo ahora están batiendo récords mundiales de esa forma, y que su rendimiento se acerca tanto al de los hombres me parece algo a aplaudir.
-¿Cómo se lleva con las zapatillas atómicas, tan de moda?
-Nunca me he hecho ningún estudio ni nada, pero sí que he ido cambiando de zapatillas. No tengo patrocinador, así que he probado muchas marcas. Me gustan mucho las Adidas Boston para entrenar y las Nike Vaporfly 3 para competir. Cuando algo te funciona, para qué cambiar.
-Empresaria, corredora, influencer, madre de ocho hijos… ¿Qué piensa cuando escucha a alguien decir que no tiene tiempo para nada?
-Pues que yo tampoco lo tengo. Vivo superestresada, no doy abasto y me salen la mitad de las cosas que me propongo. Pero el tiempo es modulable. Todos tenemos nuestras prioridades. Yo era la primera que decía que no me podía poner a correr porque no me da la vida. Y mírame. Se trata de planificar. Yo decidí que para mí era una parte importante y me administro para que sea posible. No siento que me resta energía, sino que me la suma.