“No es una migración agresiva ni criminal. La vasta mayoría busca entregarse a las autoridades para pedir protección en Estados Unidos. Pero nuestro sistema de asilo se desbordó casi inmediatamente”, explica a EL PERIÓDICO Adam Isacson el director de la Supervisión de Defensa en la Oficina de Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA, por sus siglas en inglés). Y es que, en la campaña de las elecciones de EEUU, datos y declaraciones incendiarias no coinciden y el de la inmigración podría ser el ejemplo más flagrante.
El republicano Donald Trump, además de llamar criminales, asesinos y violadores a los latinoamericanos que tratan de llegar a EEUU, inventó una cifra falsa: “el mayor problema que tenemos es que han dejado entrar a 21 millones de personas en nuestro país”, dijo Trump recientemente. Mentira. En realidad, son unos 4 millones de personas lo que este país de 335 millones de habitantes ha acogido, alrededor del 1% de su población. Y la mayoría deberán marcharse antes de los dos años de estancia, que es el período de gracia para los demandantes de asilo.
Si bien es cierto que la inmigración hacia aumentó al principio del mandato de Joe Biden en comparación con los años de Donald Trump, EEUU está lejos de esas cifras. El cambio presidencial coincidió con la apertura de las fronteras de muchos países tras el pico del covid-19, y Biden llegó con un mensaje más tolerante con la inmigración, a pesar de que mantuvo las restricciones impuestas por su predecesor.
Todo ello hizo que un mayor número de personas se atrevieran a acercarse a la frontera de EEUU, pero lo que marcó la diferencia fueron las imágenes que se difundieron de grandes grupos esperando para pedir asilo y durmiendo en la calle. “Eso fue lo que aumentó entre los republicanos un sentimiento de xenofobia y entre los demócratas un temor a lo que pareció algo muy desordenado y caótico”, explica Isacson. “Y por eso la migración se convirtió en una de las principales preocupaciones sociales en las encuestas”, añade. Lo que la opinión pública no ha notado es que, de hecho, las llegadas están descendiendo desde principios de año.
Menos llegadas
Todo cambió después de Navidad. El secretario de Estado de EEUU, Antony Blinken, y el secretario de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas, visitaron en México al entonces todavía presidente Andrés Manuel López Obrador. Los términos del acuerdo al que llegaron no se han conocido aún a día de hoy, pero los resultados son muy visibles. “México incrementó los controles migratorios y empezó a regresar a personas desde su frontera norte con EEUU hacia su frontera sur con Guatemala, sobre todo venezolanos”, explica el analista del instituto Migration Policy Ariel Ruiz, en una entrevista con este diario.
Desde enero, cada mes EEUU detiene a menos personas, en tanto que las detenciones aumentan en el lado de México. Desde mayo, México ya detenía a más personas que EEUU. La misma externalización de la frontera que ahora está en debate en Europa. Una estrategia que el gobierno rentabiliza por las cifras que le brinda, pero que acarrea un coste humanitario. El flujo migratorio no ha bajado, sino que el tapón se pone antes de que sea responsabilidad de EEUU. “Ningún país debería ser el muro de Estados Unidos”, señala con dureza Isacson.
Más difícil pedir asilo
“La administración Biden se lo ha puesto más difícil a los demandantes de asilo”, dice a este diario Dulce Guzmán, directora de la Alianza Américas. Washington insiste en que el motivo principal para el descenso de migrantes es que ahora se puede pedir refugio en EEUU desde los llamados puntos “de movilidad segura” a cargo de la agencia para los refugiados de la ONU (ACNUR) o la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) distribuidos por Latinoamérica. Sin embargo, el problema sigue siendo que tardan años en procesar estas peticiones, también para personas que teme por su integridad física y deben esperar durante años una respuesta mientras siguen en su país de origen.
La única forma para conseguir admisión inmediata es acudir a los llamados “puertos de entrada” (puestos fronterizos) con una cita previa para iniciar la petición de asilo, que solo se puede iniciar desde suelo estadounidense. Pero no solo eso: además, la cita solo se puede pedir desde las inmediaciones de la frontera, y solo se conceden 1.450 citas al día. La aplicación móvil y la web se colapsan a diario. Toma entre 8 y 11 meses conseguir que te reciban, según estimaciones oficiales. “Es una espera peligrosa para el migrante que no tiene recursos y está lejos de casa. Muchos se dan por vencidos y regresan. Otros son víctimas de violencia”, explica Ruiz, del instituto de migraciones.
Más deportaciones
Las deportaciones se han vuelto más difíciles para EEUU debido a que los migrantes provienen de países más alejados, incluso de otros continentes, que vuelan a Latinoamérica y viajan por tierra hasta la frontera de EEUU con tal de solicitar asilo. Con todo, la administración Biden ya había realizado a principios de verano más de 1,1 millones de deportaciones, cerca del total de 1,5 millones de deportaciones de los cuatro años de Trump. A esa cifra hay que sumarle unas 3 millones de “expulsiones”, como llama la burocracia americana a las devoluciones en caliente, que fueron amparadas por una provisión especial durante tres años de pandemia. Por tanto, en total, Biden ya habría “repatriado” a 4,4 millones de personas según Migration Policy, casi tantas como las admitidas (4,5 millones) y cerca de igualar el mayor precedente de repatriaciones, que lo sigue teniendo George W. Bush (5 millones de personas).
México también deporta a los que retiene antes de su llegada a EEUU. Sus cifras oficiales hablan de 25.000 “reasentado” en terceros países donde el migrante no teme por su vida. Pero los analistas consultados por este diario indican que esa cifra representa alrededor del 10% de los que ahora son interceptados por México (y antes lo eran por EEUU). “Estamos muy preocupados por el legado que deja Biden, y aún más por la elección que se viene”, concluye Dulce Guzmán.
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