Por Ambar Román
A medida que el cuerpo envejece, nuestra capacidad para procesar ciertos alimentos, como la carne roja, sufre un notable deterioro, especialmente a partir de los 40 años. Un nuevo estudio de la Universidad de Stanford sugiere que, para mantener una salud óptima, es prudente reducir el consumo de carne y otros alimentos ricos en grasas saturadas.
Los científicos advierten que cambios en el metabolismo de los lípidos que ocurren a esta edad disminuyen drásticamente la capacidad del cuerpo para procesar grasas de origen animal, lo que provoca un aumento en los niveles de colesterol y puede contribuir a problemas de presión arterial elevada.
Este descubrimiento ha llevado a expertos en salud a recomendar ajustes importantes en la dieta cuando se llega a la cuarta década de vida. Según el profesor Michael Snyder, líder del estudio, el deterioro en la eficiencia del metabolismo de los lípidos requiere una reevaluación del consumo de carne roja.
“Es crucial cuidarse a medida que se avanza en la edad. Un cambio en los hábitos alimenticios puede ayudar a combatir el declive en el metabolismo de los lípidos“, explica Snyder, subrayando la importancia de limitar las grasas saturadas a favor de opciones más ligeras.
Además de reducir la ingesta de carne, la investigación destaca la importancia de ajustar el tamaño de las porciones para aquellos que deseen seguir consumiéndola. Según la Facultad de Medicina de Harvard, la porción ideal de carne no debe superar las 3 onzas, preferiblemente optando por cortes magros como el solomillo.
Porciones reducidas
Incluso en porciones reducidas, la carne debe ser consumida con moderación, y el estudio sugiere considerar fuentes de proteínas con menos grasa saturada, como el pollo sin piel o el pescado, para reducir el impacto sobre el colesterol.
La investigación de Stanford no se limita solo a la dieta; también ofrece recomendaciones adicionales para mantener el cuerpo en forma y saludable después de los 40. Se encontró que el proceso de envejecimiento afecta la densidad ósea y que, para contrarrestar esto, se deben incorporar ejercicios de resistencia en la rutina diaria.
Actividades como caminar o trotar pueden ayudar a fortalecer los huesos y mantener la musculatura activa, especialmente a medida que se avanza en edad. Snyder destaca que el entrenamiento de fuerza cobra particular importancia a partir de los 60 años, cuando el cuerpo experimenta una disminución notable en la masa muscular. Este tipo de ejercicio, según el profesor, no solo ayuda a mantener la fortaleza física, sino que también contribuye a un envejecimiento saludable.
Los investigadores también señalan la relevancia de la vitamina D como aliada en la lucha contra el envejecimiento. Este nutriente, presente en alimentos como pescados grasos, huevos y productos lácteos fortificados, ayuda a preservar la salud ósea y a fortalecer el sistema inmunológico, lo que es fundamental a medida que el cuerpo se vuelve más vulnerable a enfermedades con el paso de los años. La vitamina D, además, es un nutriente esencial en la absorción de calcio, un mineral crítico para mantener la densidad ósea en niveles saludables.
Estos hallazgos no solo subrayan la importancia de una dieta equilibrada, sino también la necesidad de realizar chequeos médicos periódicos para monitorear la salud a medida que el cuerpo experimenta estos cambios metabólicos. Las revisiones de colesterol, densidad ósea y otros biomarcadores pueden ayudar a detectar y abordar a tiempo cualquier problema de salud que pueda surgir con la edad.
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