“Es el mejor trabajo del Gobierno. Te presentas en la oficina una vez al mes y dices: ‘Vamos a lanzar una moneda’. Y todo el mundo habla de ti como si fueras un Dios”. Ese es el concepto que tiene el candidato republicano a las elecciones de Estados Unidos, Donald Trump, del puesto de presidente de la Reserva Federal. Con esas palabras, pronunciadas en el Club Económico de Chicago, no es de extrañar el temor a que, si el republicano gana las elecciones, intente socavar la independencia del banco central.
Esa independencia está blindada legalmente y un presidente no puede acabar con ella así como así. Una mayoría de republicanos y demócratas del Congreso entienden que es beneficiosa y el titular del cargo, Jerome Powell, ha dado pruebas de que no se deja impresionar por las presiones políticas. El problema es que el mandato de Powell (que fue nombrado por el propio Trump en 2018 y luego renovado por Joe Biden para un segundo mandato) como presidente termina el 15 de mayo de 2026 y como consejero, el 31 de enero de 2028.
Como si supiera algo de política monetaria, Trump ve apropiado que un presidente le diga al responsable del banco central cómo deberían moverse los tipos de interés. Y puede nombrar para el cargo a alguien más receptivo que Powell. “No creo que se me deba permitir ordenarlo, pero creo que tengo derecho a hacer comentarios sobre si los tipos de interés deberían subir o bajar”, dijo en Chicago.
La Fed celebra su próxima reunión justo tras las elecciones, el 6 y 7 de noviembre. Quizá entonces ni siquiera se sepa quién las ha ganado, pero el mercado da por descontado que, tras la rebaja de 0,50 puntos de septiembre, habrá otra de 0,25 puntos, seguida probablemente de otra igual el 18 de diciembre.
Los efectos a corto plazo de la amenaza a la independencia de la Fed parecen limitados a corto plazo, dado que faltan más de dos años y medio para el relevo de Powell. De concretarse, su impacto sería el siguiente, según Greg Maier, de Allianz Global Investors: “En cuanto a los bonos del Tesoro, creemos que el impacto puede sentirse más en los tipos a corto plazo que en los tipos a largo plazo, debido a la persistente preocupación por la inflación. Un diferencial más estrecho entre los rendimientos de Estados Unidos y el resto del mundo podría debilitar el dólar estadounidense, mientras que la renta variable y las materias primas podrían beneficiarse de la perspectiva de un estímulo monetario”.
En realidad, lo que más puede afectar al dólar sería la imposición de aranceles generalizados. Fortalecería el billete verde por una doble vía: un ajuste de las paridades para ajustarse a los términos de intercambio y unos tipos más altos para combatir los efectos arancelarios de los aranceles. Los analistas creen que si Trump gana, el dólar subirá (ya está subiendo por si gana); si gana Harris, no habrá cambios significativos, pero tal vez el dólar ceda sus avances recientes.
Con la Bolsa, las cosas son más complicadas. “Unas perspectivas sólidas de beneficios empresariales y una mayor relajación de la política monetaria apuntan a nuevas subidas de la renta variable, independientemente del resultado de las elecciones”, concluyen en Goldman Sachs. “La resolución de la incertidumbre política tras las elecciones debería proporcionar un viento de cola a corto plazo para la renta variable, en consonancia con la pauta histórica. Sin embargo, es probable que el resultado de las elecciones impulse las rotaciones dentro del mercado de renta variable”.
En principio, los tipos más bajos en el impuesto de sociedades que defiende Trump frente a Harris favorecerían a las cotizaciones. Por los aranceles (y por su efecto en el dólar), una victoria de Trump ayudaría más a las compañías dependientes del mercado interno, mientras que una de Harris impulsaría a las que tienen más exposición internacional. Por sectores, las petroleras y los bancos se ven como ganadoras con Trump y las energías renovables y las infraestructuras, con Harris.
De momento, la incertidumbre geopolítica, incluida la relativa al resultado, está impulsando al oro. Los posibles reajustes cambiarios derivados de los aranceles que propone Trump y el riesgo de altos déficits con ambos candidatos señalan al metal precioso como ganador en casi todos los escenarios.