En su novela “A esta misma hora”, su protagonista, Ana, es la inusitada heroína de un relato que juega con el suspense y la narración criminológica para poner sobre la mesa un sinfín de denuncias, siempre de modo sugerente y elegante.
En la novela A esta misma hora (Editorial Kindberg), Maivo Suárez se zambulle en oscuros mundos en búsqueda de explicaciones, de verdades, en un proceso de aprendizaje que contrasta culturas, idiosincrasias, abismos vitales. Su protagonista, Ana, es la inusitada heroína de un relato que juega con el suspense y la narración criminológica para poner sobre la mesa un sinfín de denuncias, siempre de modo sugerente y elegante.
La novela fue lanzada en última Primavera del libro y contó con las presentaciones de Larissa Contreras y Ramón Díaz Eterovic.
En su presentación de la novela, Larissa Contreras destacó la “disputa entre lo aparente y lo real en pos de la búsqueda de la verdad” que permite a la novela posicionarse como una “obra de denuncia”.
La lectura de Larissa finaliza con un tono de urgencia: “La invitación de Maivo Suárez en esta obra es a ponerse los lentes infrarrojos, a ver en la oscuridad o bajo el agua, a no quedarse en la comodidad impune de lo aparente, a movilizarse, a volvernos agentes de cambio, a denunciar, a destapar la olla, a batallar si es necesario contra las instituciones públicas corruptas, a encontrar la verdad, aunque se dé vuelta el mundo y a reestablecer el orden. No es mucho pedir, ¿no?”.
–La religión es un eje clave en A esta misma hora. Aunque Rosa es su representante más evidente, su amiga Ester es también devota y hasta el pedófilo ve esta opción como salvación, cuando las cosas se le complican. En este discurso resaltan muchas contradicciones y anacronismos, y se juega con la noción de impunidad. ¿Cómo pensaste estos contrastes, Maivo?
-Quizás el avance de la iglesia evangélica a nivel mundial me causó preocupación en su momento cuando el voto evangélico llevó a Bolsonaro al poder. Me pareció interesante construir un personaje devoto o algo fanático —dependerá de quien lea— y ponerlo de frente al “mal”.
Quizás una parte de mí se rebela contra esa creencia del Dios bueno que “siempre protege a sus hijos”. Creencias que no te dejan reconocer la perversidad humana en el otro.
Quizás porque desde mi experiencia laboral más de una vez escuché decir “dejarlo en manos de Dios”, como explicación a la ausencia de una denuncia de abuso.
Quizás porque, desde que salieron a la luz los casos de pederastia institucionalizada al interior de la iglesia católica, conceptos como religión y abuso infantil se me hacen partes de un mismo engranaje.
Creo que desde todos esos “quizás”, pensé los contrastes dentro de la novela.
-La noción de familia estalla en la novela. Tenemos a un padre abandónico (Belén); a una madre abandónica (de Ana y Blanca); a un padre ausente (Severino). La familia es una institución donde se transan oportunidades. Inicialmente, y antes de revelaciones más abismantes, Ana se siente víctima de una estrategia cuando se entera de que ha sido invitada para cuidar a su prima en su recuperación post operatoria. Rosa le pega a su hija pequeña cuando se orina en la cama. ¿Es la familia aquella toxina de la que no podemos escapar?
-Hay familias y familias, y creo que es difícil hacer literatura de la felicidad, o más que difícil, creo que a mí personalmente no me interesa representar la familia feliz. En mi escritura me interesa revisar, revolver, escarbar dentro del cómo pensamos, vemos y hacemos familia.
Hay mandatos que complican el “escapar de la familia”. Y volvemos al tema de la religión de tu pregunta anterior, por ejemplo, el famoso mandamiento “honrarás a tu padre y a tu madre” termina siendo una cárcel para muchas víctimas de abuso. En algunos casos esa obligación de “respetar” y “amar” a tu propio abusador raya en la locura: la persona abusada encima se siente culpable.
Como en todo orden de cosas, hay que construir y alimentar los afectos para hacer que una familia cumpla al menos con el rol de refugio, sobre todo en la primera infancia y la adolescencia; y quizás una mirada a lo que puede estar pasando dentro de “algunas” familias, aunque venga desde la ficción literaria, sea un aporte para estar más atentos, con los ojos más abiertos.
-Ana es un personaje elusivo y, más allá de su ansiedad, de sus estudios de derecho, parece paralizada en su proceso de duelo. A veces se dice representante del capitalismo (chileno), a veces se critica a sí misma por “su nula capacidad para enfrentar al otro”. ¿Cómo creaste este personaje en duelo?
-Pensando en que a veces la sociedad, el mundo de las redes, ejercen cierta presión hacia los jóvenes para que sean exitosos y que cumplan con expectativas ajenas, situación que produce una insatisfacción permanente, como estar siempre al debe de lo que esperan de ti. Desde esa reflexión quise dibujar a una joven que se está buscando, que busca respuestas, que no se las sabe todas, ni va por ahí como heroína, sino más bien llena de dudas y sobrellevando una ansiedad que le juega malas pasadas, enfrentando la muerte de un ser querido y no teniendo nunca muy claro quién es ella realmente y qué quiere.
Al parecer, me cuesta imprimir heroicidad a mis personajes protagonistas. Pienso en Sara, la protagonista de mi primera novela.
Como señala una reseña, mis personajes se centran en “seres comunes y corrientes”. Los perversos entran también allí.
-La trama es crucial en esta novela, algo que, personalmente, no veo frecuentemente en la narrativa chilena actual, que tiende a la autoficción. Aquí utilizas un narrador omnisciente, en tercera persona, que observa a todos los personajes. ¿Cómo pensaste la arquitectura de esta trama?
-Desde el inicio tuve claro que quería construir una novela donde la trama y la estructura fueran elementos importantes. Me planteé el desafiar mi escritura, así que partí haciendo una lista de algunos elementos, muy en el aire, sin tener siquiera clara la historia. Sí sabía el tema, quería una novela que abordara los secretos familiares y el abuso infantil. Recuerdo algo de esa lista. Que la trama principal sucediera en Argentina, con personajes chilenos y argentinos, y en un ambiente más rural que urbano. Que la novela mostrara varios conflictos, en diferentes niveles y varios personajes. Que una historia del pasado impactara, o explicara algunas situaciones de la historia del presente. Que fuera una novela coral, relatada desde diferentes voces. Que no fuera lineal —cronológicamente hablando— como mi primera novela Sara, sino que jugara un poco más con el tiempo de la historia. Creo que partí de ahí.
Lo primero que tuve fueron dos hermanas mellizas y un secreto que ambas comparten, que viene a ser la historia del pasado de la madre de Ana, que se revela al final de la novela. Después llegaron Ana, Rosa, Miguel. Bertoni era un personaje más periférico, pero a medida que fui desmadejando la historia, yendo y viendo, probando conflictos, fue creciendo y entró a la trama principal.
Un día se me vino la imagen del tren, la escena final. La escribí, y ya teniendo claro cómo cerraría la historia, se me hizo algo más fácil conducirla hacia allá.
Y mientras escribía también leía sobre pedofilia, entrevistas a pedófilos, y novelas que trataban del tema, lo que fue modificando en parte las diferentes piezas del puzle.
-La descripción de atmósferas es también muy importante en este relato y nos acerca a los paisajes por los que transitan y que habitan sus personajes. La naturaleza es reflejo del espacio que experimenta Ana e impacta en su cuerpo y sensaciones. También tenemos a esa especie de escarabajo (que figura en la portada). ¿Qué símbolos hay aquí?
-Hay varios escarabajos en la novela. Uno en el camino, que es la bienvenida de Ana al mundo rural. Los otros que ve en la visita al museo, visita que desatará en parte la revelación de un secreto. Así que están puestos allí como “bichos” que nos llaman la atención, pero de los cuales no sabemos mucho, quizás como una metáfora —y pido disculpa a los insectos— de los pederastas.
Ficha técnica:
A esta misma hora (2024)
Maivo Suárez
Editorial Kindberg
ISBN: 978-956-9707-21-6
Páginas: 248 pp.
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