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Queremos ser mujeres musculadas por una cuestión de salud y bienestar, no de estética

Autor: Ana Morales

Queremos ser mujeres musculadas por salud: el caso de Adriana Lima

Cuando el pasado jueves compartí en mi cuenta de Instagram una de las dos portadas de nuestro número de noviembre que protagoniza Adriana Lima, una compañera de profesión me respondió de forma inmediata. “Me encanta así de fuerte”. La autora de estas palabras que reflejan un sentimiento general –basta con leer los comentarios en redes sociales que alaban sus bíceps lejos de criticarlos como hubiera ocurrido hace tan solo unos años– es Cristina Galafate, periodista especializada en fitness de El Mundo. Ella, no solo conoce bien la teoría sobre los beneficios de practicar ejercicios de fuerza, sino que experimenta en sus propias carnes las mieles de tener un cuerpo tonificado. Y no estamos hablando de los halagos que pueda recibir por ello –no, este alegato en favor de los cuerpos musculosos no va de eso–, sino de las ventajas reales que tiene en su salud trabajar la fuerza. “Celebro una portada donde una mujer influyente y conocida en todo el mundo luce orgullosa su figura tonificada porque músculo es igual a salud. Tradicionalmente, las mujeres nos hemos acercado al ejercicio físico desde la estética, tratando de alcanzar cánones de delgadez extrema como modelo. Este enfoque ‘pesocentrista’, donde importaba más el número de la báscula y las horas de cardio para lograr adelgazar, en lugar de tu rendimiento y energía, nos ha alejado erróneamente del trabajo de fuerza”, explica convencida de que, por fin, el músculo se haya convertido en un referente entre las mujeres pero no por una cuestión estética, sino de bienestar.

“Además de mejorar nuestra postura, cuando te sientes fuerte tú misma puedes coger a tu hijo sin que te duela la espalda, subir la maleta al compartimento del avión sin que nadie tenga que venir a ayudarte, agacharte a por lo que se te ha caído ágilmente con una sentadilla… Son ejercicios que puedes trasladar a tu vida diaria y, poco a poco, aumentarás tu tolerancia a esfuerzos más altos. A nivel psicológico, mejora la autoestima y la seguridad personal al encontrarte mejor físicamente, por no hablar de las endorfinas generadas y la atención plena que consigues al levantar una carga, sin poder pensar en nada más que la barra que tienes ante ti”, señala Galafate de la manera más real y accesible, convenciendo a quien aún no lo esté de la necesidad de priorizar los ejercicios de fuerza en nuestra rutina. Por nuestra autoestima, por nuestra salud ósea, por los beneficios que tiene de cara a prevenir los inconvenientes de la menopausia y porque también es una manera eficiente de cuidar el peso (a mayor cantidad de músculo, mayor gasto energético).

Hablamos de una cuestión de bienestar y salud (y no de esclavitud estética)

No hace tanto cuando en 2017 los brazos hípertonificados de la reina Letizia –hasta ese momento no habíamos reparado en ellos, entre otras cosas, porque no los mostraba con asiduidad– acapararon titulares de todo el mundo y comentarios negativos que cuestionaban la feminidad de un cuerpo con músculo. ‘Atención Madonna: todo el mundo está hablando de los bíceps de la Reina Letizia’, rezaba un titular de Observer. Tal y como nos explica la psicóloga Ana Morales, que hayamos dejado de asociar la idea del músculo con una pérdida de feminidad “refleja una evolución importante en cómo nos vemos a nosotras mismas. Ya no se trata solo de ser ‘delicadas’, sino de sentirnos fuertes, seguras y, sobre todo, dueñas de nuestro propio cuerpo. Lo interesante aquí es que el músculo, que antes nos parecía una amenaza a esa imagen de delicadeza, ahora es un símbolo de empoderamiento”, explica antes de detenerse en la otra cara de la moneda que puede tener este deseo. “El problema viene cuando esas ideas de fuerza y poder físico se cuelan en un nuevo estándar estético que no siempre es saludable. Lo que empieza como una motivación para estar más fuertes y en forma, se convierte en una presión constante por lucir de cierta manera”. Digamos que este alegato en favor de un cuerpo fuerte debe entenderse desde una perspectiva de salud y no desde una obsesión estética que nos lleve (otra vez) a querer encajar dentro de un canon. Si afortunadamente ya estamos derribando la idea de los estándares de belleza en 2024, glorificar las ventajas de un cuerpo musculoso no tiene que llevarnos a caer en la misma trampa. El peligro, señala Morales, “es volver a caer en un estándar excluyente e inalcanzable que hace “que siempre nos quedemos con la sensación de que no es suficiente. Lo más preocupante es que cuanto más inalcanzable es ese ideal, más nos alejamos de una relación saludable con nuestro cuerpo”, advierte. De hecho, recuerda otro dato a tener en cuenta: hay estudios que confirman que adolescentes menores de 15 años ya eligen como modelo a mujeres musculosas y delgadas (de hecho, volviendo a Adriana Lima, también son muchas las niñas de esa edad que han reclamado vía TikTok que fuera ella la que abriera el desfile de Victoria’s Secret)

Estos datos tienen sus peligros si el deseo se convierte en obsesión “y seguimos pidiendo a nuestro cuerpo que se ajuste a ideales inalcanzables”, recuerda Morales. “En resumen, sí, es fantástico que nos sintamos más fuertes y que le hayamos perdido el miedo a los músculos. Pero no caigamos en el error de hacer del músculo otro ‘must’ estético. Lo importante es cómo te sientes, tanto física como emocionalmente. Porque la salud no es solo tener un cuerpo musculado, es también cuidar nuestra mente. Y si no estamos bien por dentro, de nada sirve lo que mostramos por fuera. Al final, tenemos que aprender a soltar esa idea de que siempre hay algo que mejorar en nuestro cuerpo, y empezar a preguntarnos: ¿qué es lo que realmente quiero para mí? Porque la verdadera belleza, la que de verdad vale la pena, es la que empieza por aceptarnos y cuidarnos desde dentro”, reflexiona la psicóloga.

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