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Dos monumentos de Córdoba que sirvieron de prisión, pero para la clase alta

Autor: Manuel A. Larrea

Los monumentos que hoy contemplamos con ojos curiosos, que reciben a millones de visitantes cada año, en épocas ya remotas sirvieron para usos que, en la actualidad, resultaría difícil imaginar. Es el caso de dos monumentos de Córdoba que sirvieron de cárcel. Pero no eran prisiones normales. Entre sus muros solo eran encerrados los miembros de la clase alta.

Todos los monumentos tenían una función de origen, ya fuera la defensa, la práctica religiosa o la mera expresión artística. La historia, normalmente, hace hincapié en esas actividades iniciales, pero, cuando dejaron de ser útiles, unos quedaron en el olvido y otros sirvieron para prácticas muy distintas.

Las cárceles de los nobles cordobeses

Parece lógico pensar que las torres, erigidas en origen para defenderse de ataques enemigos, podían cumplir con creces la función de encerrar a los malhechores. Y así se hizo en tres edificaciones de la ciudad. Una de ellas, por desgracia, ya desaparecida.

Empecemos por las que siguen en pie. Durante mucho tiempo, el Puente Romano fue puerta de entrada a la capital. Por esta razón, se levantó una torre que permitiera proteger aquel acceso. Hablamos de la Calahorra.

La Torre de la Calahorra en Córdoba, el pasado miércoles, en que la ciudad amaneció bajo una intensa niebla.

La Torre de la Calahorra en Córdoba, entre la niebla. / MANUEL MURILLO

Las primeras alusiones a esta construcción se remontan al siglo XIII, durante la reconquista cristiana. En un principio, había dos torres y, más tarde, se construyó una tercera. Todas ellas, adosadas. Con el peligro ya lejos, la torre perdió su función defensiva y se adoptó su uso como cárcel para la nobleza cordobesa. No fue el único lugar al que iban a parar los delincuentes privilegiados de la ciudad.

En la segunda prisión, el único contacto con el exterior se producía a través de saeteras. ¿Imaginan a los reos mirando al cielo a través de esas delgadas aperturas en los muros? Nos referimos, en este caso, a la torre de la Malmuerta. Su única sala, a la que se accedía por unas escaleras que dan a la calle y tras cruzar el adarve, también acogió a presos nobles. Fue construida por Penedro Sánchez, quien recibió el encargo del rey Enrique III de Castilla, a principios del siglo XV.

Estado actual de la Torre de la Malmuerta.

Estado actual de la Torre de la Malmuerta. / CÓRDOBA

Las actuales funciones de estas torres

Tras ese pasado, las torres vivieron otras vidas. Muy distintas, en algunos de los casos. La Malmuerta, por ejemplo, fue sede de la Federación de Ajedrez a finales del siglo XX. También cumplió su cometido como mirador para observar las estrellas. Y, en la actualidad, se mantiene en desuso. Eso sí, no deja de ser un monumento de gran valor. La torre, unida por un arco de medio punto a la antigua muralla, conecta Colón con Ollerías.

Sobre esta, son curiosas las leyendas que han trascendido de generación en generación. Leyendas que hablan principalmente del trágico asesinato de una mujer cordobesa a manos de un marido celoso. ¿Adultera o no? Cada versión cuenta una historia, pero todas ellas mantienen el crimen como argumento principal. De ahí su nombre.

Por su parte, la Calahorra, declarada Conjunto Histórico-Artístico, alberga actualmente el Museo Vivo de Al-Andalus, gestionado por la Fundación Paradigma Córdoba. En 1987, el alcalde Julio Anguita puso en manos del Instituto para el Diálogo de las Culturas la gestión de este espacio. Fue cuando abrió el museo.

35 Aniversario del Museo en la Torre de la Calahorra

Asistentes en el Museo Vivo de Al-Andalus, en la Torre de la Calahorra. / Manuel Murillo

La tercera cárcel, una torre desaparecida

En Córdoba, existía una tercera torre que fue utilizada para recluir a nobles que cometieron crímenes horribles, así como a los hijos de los mismos cuando cometían faltas. Se situaba en una de las puertas de entrada a la ciudad y pasó a la historia. En los dos sentidos, porque la torre fue demolida después de haber amagado con desaparecer con anterioridad.

En la plaza de la Magdalena, la puerta de Andújar conducía al exterior de la ciudad. A ambos lados, unidas por un arco, se alzaban dos torres gemelas. Una de ellas, conocida como torre de los Donceles, fue la tercera prisión a la que hacíamos referencia. Estas edificaciones estaban conectadas con la muralla que rodeaba a Córdoba. Sin embargo, fruto del desgaste del tiempo, una de ellas se vino abajo a mitad del siglo XVI. Y, aunque se remodeló, ambas terminaron desapareciendo.

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