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Sergio Pérez: “Al 90% de la parrilla de Fórmula 1 le encantaría tener una carrera como la mía”

Autor: Carrie BattanNeil KrugVictor M. Gonzalez

A los pilotos de Fórmula 1 les gusta decir que, hoy en día, dedicarse al automovilismo no implica necesariamente conducir mucho. Si pasas un día en una semana de carrera con uno de los 20 deportistas de talla mundial que conforman la élite de este deporte, entenderás hasta qué punto puede ser cierto.

Es jueves, 18 de julio, unos días antes del Gran Premio de Hungría. El piloto de Red Bull Sergio Pérez, más conocido simplemente como Checo, uno de los deportistas más famosos de México y de toda Latinoamérica, llega a Budapest en un jet privado procedente de Madrid, con una agenda repleta de compromisos promocionales. Tras registrarse en el Four Seasons, donde multitud de aficionados húngaros a la F1 se congregan todo el fin de semana, lo trasladan a una sesión de fotos para uno de sus patrocinadores en un edificio de apartamentos abandonado en el centro de Budapest. Allí, Pérez se ve obligado a revolver un montón de fotografías antiguas y a recitar recuerdos de diferentes etapas de su carrera.

Al ser uno de los pilotos más veteranos de la Fórmula 1, Pérez tiene mucha historia a sus espaldas. Tanta historia, tantas carreras en las últimas tres décadas, que todo ha empezado a mezclarse. “No me acordaré de la mayoría”, advierte, sosteniendo el puñado de fotos. “Esta no la recuerdo”, asegura, mirando la primera foto. Se queda en blanco con otra en la que sostiene un trofeo. “No me acuerdo, pero acababa de ganar una carrera”, dice.

No obstante, de repente, el pasado hace acto de aparición. “Esta es de cuando gané la carrera nacional, una carrera muy importante en Monterrey”, asegura, estudiando una fotografía de un evento de karting de su juventud en México. “Una gran carrera con muchos pilotos muy buenos”.

“¿Es raro que un mexicano gane una carrera allí?”, le pregunta el cámara, tratando de sonsacar más información al escueto piloto. Pero esta cuestión suscita la más directa de las respuestas: “Sí”.

Una vez terminada la sesión, Pérez coge un coche, junto a su mano derecha y amigo de toda la vida, Luis Aguirre, rumbo al circuito. Hoy Pérez no conducirá su monoplaza de F1. En cambio, lo dirigen a través de una agenda de entrevistas perfectamente programada, tareas de marketing y preparativos de cara a la carrera. Delante de cámaras y grabadoras en todo momento. Mientras recorremos los más de ocho kilómetros de árido campo del noroeste de la ciudad camino del circuito, Pérez y Aguirre charlan sobre los Juegos Olímpicos para preparar un vídeo de marketing en el que al piloto le preguntarán sobre la histórica competición.

“Les encanta hacerme parecer estúpido”, dice el piloto, de 34 años, riendo bonachón. “Cuanto más estúpido parezca, mejor”. Más tarde se celebrará una reunión de pilotos con el organismo rector de la Fórmula 1. Este fin de semana se rueda aquí, en Bucarest, la película de Brad Pitt sobre Fórmula 1, F1, por lo que habrá un dispositivo ficticio funcionando junto al real: fotógrafos falsos, reporteros falsos, aficionados falsos y personal de equipo falso, además de los auténticos.

Todas las fotos se tomaron en la Hacienda Patrón, una propiedad donde se encuentra la destilería de la marca de tequila homónima en Jalisco, México, así como una exclusiva finca solo para invitados. La casa de huéspedes de Hacienda Patrón –conocida como La Casona– está inspirada en una auténtica hacienda mexicana. Chaqueta Bottega Veneta. Camisa Greg Lauren. Vaqueros vintage de Raggedy Threads. Gafas de sol de Pérez (en todas las imágenes) Ray-Ban.

Mientras nos adentramos en el recinto del Hungaroring en busca del aparcamiento VIP, uno de los asistentes de Checo en Red Bull añade otra tarea a la lista: se está derribando una parte de las instalaciones del Hungaroring y los pilotos deben conmemorar el acontecimiento. “Hay un trozo de muro que tienes que firmar esta semana”, plantea el empleado de Red Bull. “Puedes escribir un mensaje”.

“Estoy seguro de que cuando vienes de fuera, ves que hay muchas tonterías”, asegura Checo, sonando ligeramente menos bonachón que hace unos momentos. Esta es su decimocuarta temporada como piloto de Fórmula 1, por lo que ha sido testigo de la transformación de su especialidad, que ha pasado de ser un enrarecido deporte europeo dirigido a los coleccionistas de Rolex a un espectáculo cada vez más global con su propio reality show en Netflix y una carrera en Las Vegas. Ha vivido en primera persona cómo este sinsentido ha alcanzado un nivel casi insostenible. Los aficionados son ahora fanáticos: en Budapest, una tarde, presencié cómo unos admiradores saltaban de un coche en un semáforo y corrían hacia el del piloto de Ferrari Charles Leclerc, rogándole que se hiciera un selfi.

La atención de los medios de comunicación también ha aumentado. En unos instantes, Pérez entrará en el paddock —una amplia extensión de unos 8.000 metros cuadrados que alberga el “circo ambulante” de los diez equipos de Fórmula 1— y se enfrentará a un enjambre de periodistas que le apuntarán a la cara con sus grabadoras. Suficiente para que el trabajo de conducir un coche de unos 800 kilos a 320 kilómetros por hora para una audiencia en directo de 110.000 aficionados resulte relajante en comparación.

Y hoy hay una nube de tensión extra cerniéndose sobre Checo. Las especulaciones sobre su futuro en la profesión están en un punto álgido. Pérez lleva pilotando para Red Bull desde 2021, un año en el que ayudó a su compañero de equipo, el niño prodigio holandés Max Verstappen, a ganar su primer Campeonato del Mundo al contener a Lewis Hamilton en la carrera final de la temporada en Abu Dhabi. Mientras que Verstappen, que entonces tenía 24 años, se llevó a casa el título individual, Pérez terminó cuarto entre los pilotos de la temporada, algo que se concibió así. Pérez fue contratado, ya mediada su carrera, para hacer de obediente número dos de Verstappen. Y se benefició de ello: el modesto cuarto puesto final era el mejor que había conseguido en F1. En los años transcurridos desde que se incorporó a Red Bull, Pérez ha ganado cinco carreras y se ha subido al podio 29 veces, caminando sobre una de las líneas más finas del deporte profesional: ha rendido lo bastante bien como para ayudar a Red Bull a lograr dos Campeonatos de Constructores consecutivos, pero no tanto como para amenazar el dominio de su compañero de equipo, ahora tres veces campeón del mundo. Pérez ha potenciado el éxito de su equipo sin desestabilizarlo.

Chaqueta Givenchy. Jersey y pantalón Versace. Botas Gianvito Rossi.

Este año, esa fina línea se ha estrechado aún más. Tras un exitoso comienzo en el que Checo subió al podio en cuatro de las cinco primeras carreras, ha sufrido una racha de mala suerte y bajo rendimiento en el momento exacto en que el liderazgo absoluto de Red Bull se ha visto asediado por equipos rivales como McLaren o Ferrari. Cuando Checo no consigue puntuar, ya no se ve como una excepción en un año abrumadoramente triunfal, sino como un obstáculo para que Red Bull consiga otro título de equipo. Y la olla a presión de Red Bull, dentro de la otra olla a presión que es este deporte, no se anda con rodeos con los pilotos que rinden por debajo de lo esperado.

Por ello, en julio, en Budapest, la amplia red de rumorología en torno a la Fórmula 1 sigue lanzando especulaciones sobre Pérez y su contrato con Red Bull, un equipo que no tiene problemas en degradar a pilotos a mitad de temporada: “Pérez ya no tiene asegurado el asiento en Red Bull pese a la ampliación de su contrato”, reza un titular. “Red Bull dice que el rendimiento Pérez es ‘insostenible’ según una cláusula del contrato que podría entrar en vigor”, dice otro.

“Si en la próxima carrera no vuelve a puntuar, tendrán que bajarle del coche pronto y poner a otro”, dijo recientemente el excampeón del mundo de F1 Jenson Button. El Gran Premio de Hungría, por tanto, era una especie de boletín de notas sobre su futuro.

Es un fin de semana caluroso, como es de esperar, en Budapest, con casi 38 grados en el paddock, pero la maquinaria, el asfalto y la multitud hacen que la sensación térmica sea aún mayor. Cuando Pérez sale del nido de avispas de los periodistas y se sienta en el hospitality center de Red Bull, tiene el ceño fruncido y transpira ligeramente. Pero no pierde su firmeza. De hecho, hay pruebas fehacientes de que hoy está manteniendo la calma: lleva un nuevo reloj de fitness y los datos de su frecuencia cardiaca no muestran que esté sometido a un estrés inusual. “He hecho esto muchas veces”, explica. “Los conozco bien [a los periodistas]. Sé cómo intentan presionarte. Quieren conseguir el titular”.

“Este deporte es así. Tienes una, dos carreras malas, se habla muy mal de ti, etcétera”, dice Pérez. “Pero también hay algo de la cultura del equipo, de Red Bull. Las conversaciones en torno a los contratos y demás. Es parte del oficio”.

Chaleco Dolce & Gabbana. Jersey y pantalón Versace. Botas Gianvito Rossi.


A menudo se dice que el trabajo más duro de la Fórmula 1 es ser el compañero de equipo de Max Verstappen. Es la encrucijada en la que ningún piloto quiere verse al empezar su carrera: Pérez debe jugar a ser el segundón mientras soporta la intensidad que implica pertenecer a Red Bull. A veces ese escrutinio público proviene del propio equipo, como en 2023, cuando el famoso asesor Helmut Marko dijo a los periodistas: “Tiene problemas en la clasificación, tiene fluctuaciones de forma… Es sudamericano y por eso no es capaz de centrarse tanto”. Marko se disculpó posteriormente por el comentario racista que además situó México en el continente equivocado. O cuando Christian Horner, director del equipo Red Bull, declaró sobre el rendimiento de Pérez: “No podemos correr con una sola pierna”.

Pérez explica que, a comienzos de temporada, tuvo “una oportunidad, dos oportunidades, de cambiar de equipo”. Pero al final optó por quedarse. “Cuando tuve que decidir, pensé: ‘Me encanta el reto que tengo en Red Bull’. Es un reto enorme ser compañero de equipo de Max. Un reto que básicamente te prepara para todo. Así que me dije: ‘Quiero pasar la última parte de mi carrera en lo alto, en lo más alto, donde la presión es absoluta”, asegura. Se rumorea que Pérez podría retirarse pronto, y parte de nuestra conversación tiene un aire claramente reflexivo. “Al fin y al cabo, cuando pasas un periodo difícil, se habla mucho”, reflexiona: “En el fondo, al 90% de la parrilla le encantaría tener una carrera como la mía”.

“Cuando eres piloto, solo piensas en la próxima carrera: el próximo reto, la próxima categoría, el próximo contrato. Lo importante siempre es lo siguiente, lo siguiente, lo siguiente”, dice: “A veces es bueno dar un paso atrás y recordar hasta dónde has llegado. Es un deporte brutal”.

En lo relativo a la carrera de Budapest, Pérez no defrauda las expectativas de los detractores: durante la clasificación, se le va un poco la mano y pisa un área de pista mojada que hace que el coche se estrelle contra la barrera. “Estoy bien”, asegura por radio a su ingeniero de carrera.

“Así corre últimamente. Es un momento crítico para él y para Red Bull”, explica un comentarista durante las numerosas repeticiones del accidente. “¿Qué están haciendo al respecto? ¿Hasta cuándo van a seguir diciendo ‘pronto recuperará el ritmo’? Me da mucha pena por él”. En la carrera del día siguiente, Checo remonta hasta un respetable séptimo puesto, mientras que Verstappen termina en una decepcionante quinta posición. La racha de liderazgo de varias temporadas de Red Bull está tocando a su fin, y la contribución de Pérez se desvanece ante una mayor sensación de crisis inminente para el equipo.

Dos semanas después de Budapest, la Fórmula 1 se detiene para su descanso anual de un mes, que incluye un periodo estipulado en el que los mecánicos e ingenieros tienen prohibido trabajar en los coches, y los pilotos pueden tomarse un respiro. Pérez regresa a México para pasar algo de tiempo con sus cuatro hijos, sus tres perros y su esposa, Carola. Le apetece jugar al golf e intentar bajar su hándicap. Pero también se propone un objetivo más amplio y existencial para las vacaciones de verano. “Quiero desaparecer durante dos semanas”, asegura.

Camisa y pantalón Gucci. Camiseta Merz b. Schwanen. Botas Gianvito Rossi. Pulsera vintage Foundwell.


Siendo el deportista más destacado de México, hay pocos lugares en el país donde Pérez pueda desaparecer. Uno de ellos es su nuevo hogar en Punta Mita, una pequeña península situada a unos 40 kilómetros de la elegante y moderna ciudad de Puerto Vallarta, en la costa central del Pacífico mexicano. Otro lugar donde Pérez puede encontrar algo de paz y privacidad es una villa colonial española de 20 habitaciones situada en lo más profundo de la vasta región de granjas de agave de Jalisco, a unas dos horas de donde creció. Esta mansión, La Casona, forma parte de una propiedad exclusiva, Hacienda Patrón, de la marca homónima de tequila, uno de sus principales socios. Llega a Hacienda Patrón procedente de Puerto Vallarta un jueves de agosto por la mañana, en helicóptero, y de repente, las comparaciones con Tom Cruise son más notables que nunca.

Aunque técnicamente está de vacaciones, “siempre hay una parte de tu cabeza en las carreras”, me cuenta Pérez. Nos encontramos en una de las cavernosas suites de invitados de La Casona: “Siempre tienes en mente lo que debes comer, tu entrenamiento… Sigues con la mente afilada”.

Aun así, Pérez parece mucho más relajado que hace unas semanas. Red Bull ha anunciado recientemente que mantendrá su asiento el resto de la temporada, a pesar de otro percance con el coche en el Gran Premio de Bélgica, la semana posterior a Budapest. Le pregunto si se siente más tranquilo ahora que los rumores sobre un posible despido a mitad de temporada se han calmado. “Ya estaba tranquilo”, responde: “Eran sobre todo especulaciones. Lo más importante es volver a encarrilar la temporada. No es una cuestión de contratos”.

Jersey con capucha de Prada. Camiseta Merz b. Schwanen. Pantalón Versace. Cinturón Artemas Quibble.

Hoy le acompañan Luis Aguirre y dos de sus amigos de la infancia, Carlos Arroyo y Heladio Núñez. El círculo cercano de Pérez es reducido: su hermana, Paola, se encarga de la parte comercial y de las relaciones públicas de Perez Racing, y Núñez, arquitecto y contratista, diseñó la oficina de la empresa, cerca de Guadalajara. Durante las últimas tres semanas, Pérez ha estado en su propiedad de Punta Mita con su familia, entrenando y jugando al fútbol, o sacando un bote al agua para ir a ver cocodrilos con su hijo de seis años, Chequito.

De hecho, Chequito también se encuentra ante una encrucijada: pronto tendrá que decidir si quiere dedicarse o no a las carreras. Antes de que Chequito naciera, su padre construyó una pista de karting en Guadalajara para jóvenes pilotos mexicanos. Todos los miércoles, cuando Pérez está en casa, lleva a su hijo. “Le gusta, pero de momento no participa mucho”, cuenta Pérez. “Tarde o temprano tendrá que decidirse. De momento, quiere ser futbolista o luchador”.

Esta etapa de la paternidad hace que afloren muchos recuerdos de Pérez. Empezó a correr a los seis años, después de que su padre y su hermano mayor le iniciaran en este deporte. El karting amateur es una disciplina seria en México y Pérez escaló posiciones rápidamente. Antes de llegar a la adolescencia, ya tenía una licencia especial para competir en ligas de karting con pilotos de hasta 25 años. En 2001 lideraba el campeonato, lo que le habría dado la oportunidad de probar con un equipo más grande en Estados Unidos y le habría proporcionado un patrocinio, un hito fundamental para cualquier joven piloto de carreras.

Aquí Pérez tuvo su primer gran roce con los entresijos políticos de las carreras. “Lideraba el campeonato y tuve un accidente con otro piloto”, recuerda. Ese piloto estaba bien relacionado con la federación mexicana de karting. Sancionaron a Pérez y le retiraron la autorización para competir en México y terminar la temporada. “Fue lo mejor que me ha pasado”, asegura. La noticia de aquel fiasco llegó hasta Carlos Slim, el magnate mexicano de las telecomunicaciones y una de las personas más ricas del mundo. “Me llamaron y me dijeron: ‘Mira, te queremos aunque no ganes el campeonato. Creemos que tienes muchísimo talento y ambición”.

Chaqueta y camisa Tom Ford. Vaqueros Wrangler. Anillo, de Pérez. Gemelos Verdura.

Así fue como, en 2003, Pérez se marchó a correr a Estados Unidos, y en 2005 se propuso llegar a Europa, el epicentro mundial de las carreras, con solo 15 años. El automovilismo es un deporte caro a muchos niveles, y Checo sabía que el patrocinio de Slim le abriría las puertas. Al final lo fichó un pequeño equipo alemán, y a los 15 años voló los 10.000 kilómetros que separan Guadalajara de una pequeña ciudad cercana a Múnich llamada Vilsbiburg.

Imaginar la vida de Pérez en aquella etapa requiere comprender el profundo reto que supone para cualquiera convertirse en piloto de Fórmula 1, y más para alguien que no ha crecido en Europa. Sin conocimientos de inglés ni alemán, sin familia ni amigos a su alrededor, Pérez tuvo que dominar un nivel de concentración que desconocen la inmensa mayoría de los adolescentes. Vivía en un hotel junto a una autopista, sin compañeros de piso, sin colegio y con poco acceso a internet, y se pasaba las horas jugando a videojuegos. Era tan ajeno a una juventud normal que el jefe de su equipo le ofreció vivir en un restaurante local de su propiedad para que pudiera rodearse de más gente. “Quería compañía, y sobre todo, quería tener una vida normal”, rememora: “Pero era imposible porque estaba solo y lejos de todo, de todos. Los viernes, en lugar de salir de fiesta con chicos de mi edad, me iba a la pista, a entrenar”. A veces se programaba una cita con el dentista en México solo para poder ver a sus amigos.

El compromiso dio sus frutos: siguió ganando carreras en campeonatos europeos de open-wheel, como la Fórmula BMW ADAC, la Fórmula 3 británica o la GP2. Y en 2011, con solo 21 años, se convirtió en piloto de F1, compitiendo para el equipo Sauber. Al año siguiente consiguió su primer podio. En la siguiente década, sin embargo, su evolución no fue tan lineal: Pérez sufrió una temporada complicada con McLaren antes de fichar por Force India, un equipo que se hundió en el caos financiero después de que uno de sus propietarios huyera de la India acusado de fraude, y que acabó convirtiéndose en la nueva escudería Racing Poing. Durante los siete años que permaneció en el equipo, Pérez tuvo destellos de brillantez, pero también enconadas rivalidades con sus compañeros y largos periodos de inactividad. Incluso cuando su rendimiento fue irregular, su rentabilidad le ayudó a permanecer en el deporte: era una gran atracción para los patrocinadores mexicanos y además podía aportar el respaldo financiero de Carlos Slim a cualquier equipo.

En la temporada de 2020, Pérez estuvo a punto de perder por completo su asiento en la Fórmula 1 cuando se anunció que le sustituiría el tetracampeón del mundo Sebastian Vettel. Pérez, prácticamente sin opciones, consiguió una insólita e histórica primera victoria en el Gran Premio de Sakhir de 2020, abriéndose camino desde la cola hasta la cabeza del pelotón, asegurándose además su futuro en la Fórmula 1. Red Bull lo fichó poco después. De repente, Pérez no solo se quedaba en la F1, sino que había conseguido un codiciado asiento para ganar el campeonato. Aquel movimiento elevó su perfil, pero lo que es más importante, lo transformó en una figura y en una celebridad aun mayor en México y en toda América Latina. Cuando ganó Mónaco, la joya de la corona de la F1, en 2022, fue portada de prácticamente todos los periódicos mexicanos.

Desde que fichó por la escudería, ha tenido que enfrentarse día a día a la intensa cultura de Red Bull. “En Red Bull todo va a mil por hora”, explica: “Son superintensos. Es increíble. Todo está muy estructurado”. Las sesiones fotográficas que en otros equipos llevan días enteros, en Red Bull se realizan en un par de horas. Las jornadas en el simulador de carreras son largas y agotadoras. “No se pierde ni un segundo, por decirlo de alguna manera”, afirma.

Pero las casi tres décadas de Pérez en las carreras le han preparado bien para este tipo de intensidad. Es un tópico porque es cierto: las etapas turbulentas le han reforzado más que cualquier victoria. Incluso a los 34 años, que es el estatus de tercera edad en este deporte, Checo dice que sus mentores, Carlos Slim y el expiloto mexicano Jimmy Morales, le tratan como si fuera un adolescente: “Me cogen y me hablan como me hablaban cuando tenía 15 años: ‘¿Qué te pasa? Tienes que concentrarte’. Esos dos tiran de mí siempre”.

“Lo más importante es no rendirse y no entrar en una zona de confort. Ya sean buenos o malos momentos, lo más importante es surfear las olas. Es la única forma de tener una carrera exitosa en este deporte”, afirma. “No hay otra manera”.

Eso nos lleva de nuevo a su hijo pequeño, que nació en una zona de confort, con su propio circuito de carreras. Hay una batalla que Pérez libra cada día consigo mismo como padre. “Lo que quiera hacer con su vida, tiene que trabajárselo. Y la vida es dura”, dice. “Llegará un momento en que se dará cuenta de que lleva un tiempo. Y cuesta mucho trabajo llegar a lo más alto. Siempre siento que cuanto más le protejo, menos le ayudo”.


A lo largo de su carrera en la F1, Pérez ha acumulado una serie de halagadores apodos. Cuando tenía 21 años y fichó por Sauber, le llamaban el niño prodigio mexicano. Más tarde, en 2021, cuando mantuvo a raya a Lewis Hamilton durante la carrera decisiva de la temporada en Abu Dhabi, los aficionados empezaron a llamarle cariñosamente Ministro de Defensa. A muchos también les gusta referirse a él como animal absoluto, la descripción que el ingeniero de carrera de Verstappen le concedió por la radio del equipo aquel día en Abu Dhabi. Y cuando Pérez empezó a cosechar victorias en circuitos urbanos en lugares como Bakú y Mónaco, pasó a ser conocido como el Rey de las Calles.

Para sus amigos, Arroyo y Núñez, sigue siendo Checo, el chaval al que conocieron de niños en Guadalajara, hace más de dos décadas. Aseguran que a veces Pérez simplemente se despista y se olvida de que es famoso, como aquella vez que fue a tomarse un café al vestíbulo de un hotel sin pararse a pensar que todo el mundo lo reconocería. Este trío todavía tiene cierto sentido de picardía infantil. Esta mañana, en México, tomaron juntos el helicóptero para ir a la Hacienda Patrón, pero Pérez no quiere decirles si les llevarán a casa o no, ni adónde se dirigen.

“Le gusta tomarnos el pelo”, asegura Arroyo en La Casona, antes de tomar el almuerzo. “No sé si voy a volver a Guadalajara, o si vamos a Puerto Vallarta”, continúa Núñez. Pérez secuestró una vez a Roscoe, el bulldog de Lewis Hamilton. A veces asusta a los miembros de su equipo diciéndoles que llega tarde o que no va a poder cumplir con sus compromisos.

Esta no es una faceta de Pérez que sus fans, ni siquiera sus colegas de paddock, estén acostumbrados a ver. Tiene fama de ser hipercentrado, concienzudo y discreto, lo que explica en parte que sea un fuera de serie en este deporte. A medida que la F1 ha ido creciendo, sus pilotos se han convertido en superestrellas mundiales, y muchos se han lanzado a ocupar el centro de atención. Algunos se pavonean por el paddock con ropa de diseño; otros han volcado su vida en contenido para sus canales de YouTube. Incluso los perros de algunos pilotos (como Roscoe) generan sensación en redes sociales. Pero tras formar parte de un equipo campeón, Pérez se resiste a ese tipo de maniobras de autobombo. Cuando Inglaterra se enfrentó a España en la fase final de la Eurocopa del pasado verano, Pérez hizo una apuesta con uno de los fotógrafos del equipo: en el caso de que ganara España, no le fotografiaría en todo un fin de semana (y ganó España). Pérez no soporta que le hagan fotos ni ser el objetivo de las cámaras. Bromea diciendo que “no se lo pasó bien” en su propia boda, un extravagante evento con más de mil invitados.

“Es un poco ermitaño”, explica Arroyo. Una cualidad que probablemente le venga muy bien a Pérez en un momento como este, arrinconado en una temporada en desesperada necesidad de un contundente nuevo comienzo. Frente a la reanudación de las carreras en el Gran Premio de Holanda una semana después de nuestra estancia en México, Pérez habla de lo que necesitará para sentirse exitoso en lo que queda de 2024. “Volver al podio y ganar el de Constructores”, responde: “Hay mucho trabajo por hacer en las próximas diez carreras”.

Además del entrenamiento exhaustivo, hay un recurso más emocional al que Pérez vuelve una y otra vez. “Tengo una foto mía de cuando vivía en Alemania, de joven, solo, en mi habitación”, explica. Le gusta mirarla antes de las carreras como una forma de sacudirse cualquiera de los sentimientos que amenazan con interponerse en su camino: la autocomplacencia del éxito o la desesperación de la lucha. “No puedo traicionar a ese chico”, dice: “Cuando quiero alcanzar el máximo punto de aceleración, en el ámbito que sea, rápidamente me recuerdo a mí mismo: no olvides de dónde vienes y lo difícil que fue para aquel chaval”.

Carrie Battan es corresponsal de GQ.

Este artículo se ha publicado originalmente en GQ.com y una versión del mismo aparece en el número de noviembre de 2024 de GQ con el título “De Budapest a Guadalaraja con… la estrella mexicana de la Fórmula 1”


CRÉDITOS DE PRODUCCIÓN:
Fotografía: Neil Krug
Estilismo: Moisés Moreno
Maquillaje y peluquería: Octavio León
Sastrería: Nicole García
Estilista de utilería: Alex Arbesú Norton
Producción: Malparidas Producciones
Localización: Hacienda Patrón

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