Un nuevo informe del Observatorio de la Deuda Social de la UCA (ODSA) reveló datos cruciales sobre la calidad de vida de las personas mayores a 60 años, teniendo en cuenta factores como la inseguridad alimentaria, el déficit en el estado de salud percibido, el malestar psicológico, la calidad del sueño y el subempleo inestable. En el mismo documento se detalla el porcentaje de adultos mayores que debió salir a hacer changas por mera necesidad en los últimos años, alertando a la sociedad acerca de su realidad.
Se trata de la nueva edición del Barómetro de la Deuda Social con las Personas Mayores, que recibe el nombre de “Desafíos y oportunidades en el envejecimiento. Un balance de la última década en la Argentina”. Para llevar a cabo el balance, los integrantes del Observatorio de la Deuda Social de la UCA y la Fundación Navarro Viola encuestaron a un total de 5760 hogares por año, a lo largo de la década comprendida entre 2013 y 2023. Debido al tiempo abarcado en el informe, se evalúan datos hasta el año pasado, por lo que la medición del impacto de las políticas económicas del actual gobierno se volcará en el informe del año siguiente.
Al comienzo del informe, se detalla que en el 2022 el número de adultos mayores de 60 años en Argentina casi triplicó el número de niños menores de 5 años. El último censo arrojó que en el país viven unos 7.450.791 adultos mayores, mientras que el número de los niños fue de 2.846.550. Estas cifras exponen la prolongación de la vida de los adultos mayores en la región, lo cual conlleva a que miles sigan conectados con el mercado laboral, ya sea por gusto o por necesidad.
La caída de los ingresos de los jubilados en la última década en relación a la inflación, ha llevado a que un tercio de los mayores de edad tengan que buscar un trabajo o “changa” extra. Estos empleos, según lo detallado en el informe, son reconocidos en la categoría de “subempleo inestable”. Esta clasificación “mide la existencia de trabajadores que realizan actividades de subsistencia, poseen escasa productividad y muy baja retribución”, detallan en el documento. Este segmento alude a todos los beneficiarios de planes con alguna contraprestación, a los puestos temporarios y las changas, por lo que sus empleadores no hacen aportes a la seguridad social.
Las cifras indican que un 31,8% (casi un tercio) de los mayores de 60 años que siguen en trabajando son subempleados inestables. Por el lado contrario, el informe señala que “solo 1 de cada 3 personas mayores activas tiene pleno empleo”, es decir, trabajos donde se cumplen los derechos laborales. Esto afecta mucho más a las mujeres que, a pesar de jubilarse antes, les costó mucho más ingresar al mercado laboral, resultando en que tan solo 1 de cada 4 tuvo empleo pleno. Por otra parte, resaltaron la cifra de desempleo entre las personas mayores de 60 que buscan trabajo por necesidad, a pesar de recibir los haberes jubilatorios, que representa a un 6,1%.
“En los dos extremos de la vida se manifiestan en mayor magnitud las inequidades. En la vejez, cuando las personas pueden vivir esos años adicionales de vida con buena salud y en un entorno propicio, su calidad de vida casi no se distingue de la de una persona más joven. En cambio, cuando los años adicionales de vida están dominados por el deterioro de la salud con falta de acceso al sistema de atención, con jubilaciones paupérrimas, con una vivienda inapropiada, un entorno familiar hostil o ausente, o la discriminación social que promueve el descarte, esos años se viven con penuria, dolor, angustia y enfermedad”, sostuvo Miguel Ángel Schiavone, el rector de la Universidad Católica Argentina en el inicio del informe.
Luego, el análisis desglosa el impacto de diferentes factores que empeoran la calidad de vida de los adultos mayores, provocando la situación de pobreza estructural o multidimensional. Esto abarca a aquellas personas que viven en hogares donde se presentan dos o más carencias, tales como la falta de alimentación, salud, servicios básicos, vivienda digna, medio ambiente saludable, educación, empleo y seguridad social. En este punto llama la atención el “secundario incompleto” y de acceso a oportunidades.
Uno de los factores más alarmantes es el aumento de la inseguridad alimentaria, que se ascendió 4,9%. Los especialistas definen a la inseguridad alimentaria como “la reducción involuntaria de la porción de comida y/o la percepción de experiencias de hambre por problemas económicos durante los últimos 12 meses”. En el informe se reveló que el 15,7% de los adultos mayores de 60 años la sufre. “Si tenemos que hacer un balance de la década, lo más llamativo es el deterioro importante en la inseguridad alimentaria. Subió casi 5% en diez años. Esto es haber tenido experiencias de hambre o haber tenido que reducir la porción de comida durante los últimos 12 meses por razones económicas. Es un indicador muy sensible, muy triste porque toca lo más básico, que es la alimentación. La insuficiencia de ingresos va en la misma dirección”, explicó el investigador Enrique Amadasi, uno de los autores del informe.
Por otro lado, se incrementó la “dificultad en la atención médica por cuestiones económicas”, alcanzando el 17,6%.
