Las políticas medioambientales y climáticas son parte de las distintas estrategias que en la actualidad implementan diversos países a lo largo del mundo. Un trabajo publicado por la revista Science y denominado “Climate policies that achieved major emission reductions: Global evidence from two decades”, dio a conocer el análisis de 1.500 políticas climáticas, donde sólo 63 de ellas se consideran exitosas.

El profesor asistente del Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad de O’Higgins (UOH) y Doctor en Psicología Social Evolucionista y su aplicación en Sustentabilidad Ambiental, Gonzalo Palomo, asegura que si bien muchos titulares asociados a este estudio sugieren que sólo unas pocas políticas climáticas funcionan, lo cierto es que la forma de operacionalizar o decidir si acaso una política climática era efectiva –en este trabajo- implicó que la misma debía cumplir con criterios muy estrictos, entre ellos, una reducción de emisiones en el corto plazo y claramente atribuibles a la política en sí. Por ello, no es tan sorprendente que no tantas políticas “pasaran la prueba”.

Respecto a la situación de nuestro país, según Palomo, el estudio no detecta grandes y (rápidas) reducciones de emisiones, pero sí muestra que “para países con economías en desarrollo, instrumentos tales como subsidios y regulaciones tienden a ser más efectivos en reducción de emisiones”.

El promedio de reducción de emisiones fue del 19.4%, siendo mayor en el sector de edificios (22.7%) y electricidad (26%), de acuerdo al artículo.

Caminos para avanzar

El estudio muestra que se ha incrementado el número de políticas climáticas, especialmente en economías desarrolladas, abarcando sectores como electricidad, edificios, transporte e industria.

Lo anterior, va en concordancia con los caminos que se deben tomar por cada país u empresa asociada a este tipo de políticas.

Para el doctor Palomo, un resultado relevante del estudio se asocia a la idea de que las políticas de mercado tales como la fijación de precios de carbono e impuesto a emisiones “tienden a ser más efectivas cuándo se realizan en complementariedad con medidas más bien regulatorias, como limitar vía ley la cantidad de emisiones permitidas para empresas de un sector productivo, o requerir mejoras tecnológicas en cuánto a eficiencia energética para la obtención de permisos, entre otras”.

Finalmente, para el profesor asistente de la UOH, es posible hipotetizar sobre los efectos que pueden tener estos resultados –y más particularmente, su difusión- en la confianza que las personas depositan en este tipo de instrumentos, algo que por cierto debería importarles a los hacedores de política pública (e.g., gobiernos). Lo anterior, dado que una pérdida de confianza en los instrumentos políticos por parte de la población -para afrontar la crisis climática- podría generar una serie de problemas, toda vez que para establecer políticas climáticas se necesita del apoyo público, especialmente cuándo se trata de políticas que implican ciertas restricciones tales cómo impuestos a emisiones.

El estudio sugiere que para cerrar la brecha de emisiones estimada en 23 gigatoneladas para 2030, es necesario escalar estas políticas exitosas a nivel global.