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Estados Unidos. Un genocidio transmitido en directo y un movimiento por Palestina que conmocionó al mundo

Autor: Tatiana Cozzarelli Luigi Morris

Tras un año de genocidio en Gaza, estamos entrando en una nueva fase de la ofensiva israelí en la región. El genocidio y la destrucción masiva han aumentado y es esencial que los estudiantes y trabajadores de Estados Unidos se levanten y exijan el fin de los envíos de armas. Netanyahu dice que hay una nueva fase de la guerra. Debemos hacer frente a este momento con una nueva fase del movimiento.

Tras la devastación masiva en Gaza y haber debilitado las capacidades militares de Hamás, Israel ha intensificado su ofensiva en Líbano, donde está desatando una campaña de terror y destrucción. Ya han muerto miles de personas y más de un millón han sido desplazadas en el país, aproximadamente el 20% de la población. En la última semana, Israel también ha bombardeado Yemen y Siria, y ha intensificado sus ataques en la Cisjordania ocupada.

En respuesta a estas repetidas escaladas israelíes, incluido el asesinato del líder político de Hamás, Ismail Haniyeh, y del líder de Hezbollah, Hasán Nasralá, Irán disparó 180 misiles contra Israel. Los daños de este ataque fueron mínimos debido a las defensas israelíes, apoyadas por Jordania, Estados Unidos, Francia y el Reino Unido. No obstante, el ataque tiene más valor político y simbólico que importancia militar; a pesar de la fuerte retórica, Irán ha dejado claro que no quiere una guerra regional. Pero Israel sí.

Los líderes israelíes han cambiado su enfoque del año pasado de, según sus palabras, derrotar a Hamás para debilitar las fuerzas del «Eje de la Resistencia» y ahora enmarcan su ofensiva contra Irán. Esto se produce mientras Israel también intenta construir el «Gran Israel», lo que significa anexionarse Cisjordania. Como explica Claudia Cinatti:

El gobierno de Netanyahu no oculta que su plan es expulsar a la población palestina de Gaza a Egipto y Cisjordania, donde la colonización ha avanzado cualitativamente. La destrucción de Gaza va en esa dirección. La vida es prácticamente imposible, no hay hospitales, ni escuelas, ni viviendas, ni alimentos ni agua. Sus ministros hacen declaraciones públicas abiertamente fascistas a favor de liquidar a la población civil por medios militares y mediante la hambruna. Este plan para anexionar los territorios palestinos a Israel y extender la colonización al sur del Líbano es lo que Netanyahu presentó a las Naciones Unidas con sus infames mapas de la «maldición» y la «bendición». Estos mapas representaban un supuesto «Gran Israel» donde los territorios palestinos no existen, en un Oriente Medio que coincide en cierta medida con los Acuerdos de Abraham promovidos durante la presidencia de Trump.

En pocas palabras, esto significa un Israel del río al mar, sin palestinos.

A pesar de las masivas protestas israelíes exigiendo la devolución de los rehenes y denunciando un escándalo de corrupción gubernamental, estas escaladas en Líbano han unificado a Israel detrás de Netanyahu y su plan de atacar a Irán. El líder de la oposición, Yair Lapid, ha pedido una «respuesta dura al ataque iraní», y Benny Gantz, ex ministro de Defensa israelí, ha declarado que «el momento de actuar contra Irán es ahora».

Todo esto puede parecer que Israel es una potencia impenetrable en ascenso. Sin embargo, hay importantes grietas en el barniz del Israel sionista: los golpes asestados por un movimiento global por Palestina y el creciente aislamiento de Israel en la escena mundial. Incluso medios de comunicación burgueses como Foreign Affairs afirman que «el éxito militar del país está produciendo un fracaso político». Mientras Israel escala hacia una guerra regional, el año pasado ha creado una crisis para el sionismo que se desarrollará durante años.

Un año del genocidio de Israel en Gaza ha creado una nueva situación política y una nueva conciencia en sectores de la clase obrera y la juventud; ha reavivado un poderoso movimiento estudiantil que fue golpeado por una intensa represión pero que no ha sido derrotado. La energía de este movimiento juvenil antiimperialista que sueña con liberar Palestina ha infundido energía al nuevo movimiento obrero; los sectores de trabajadores que actúan por Palestina y en defensa del movimiento son aún minoritarios, pero han acumulado experiencias desde la crisis económica de 2008 hasta la pandemia que comienzan a poner en acción. Una tarea crucial del movimiento ante el nuevo escenario político es reorganizarnos para expresar esta unidad obrero-estudiantil en las calles, escuelas y lugares de trabajo, con el objetivo inmediato de detener los envíos de armas.

Declive de la hegemonía imperialista estadounidense

Parece que Estados Unidos está siendo arrastrado a una guerra regional que sólo Israel desea. Muchos expertos políticos han calificado esto como un ejemplo de la cola que menea al perro; Netanyahu es la política de Estados Unidos, contradiciendo a veces a la administración Biden de forma muy pública. En los últimos años, Estados Unidos ha intentado «pivotar», pasando de centrar su política exterior en Oriente Próximo a centrarse en la competencia estratégica con China. A lo largo del año, Biden ha dicho una y otra vez que estamos «cerca» de un alto el fuego, sólo para que éste nos sea arrebatado.

La línea política de Estados Unidos era no escalar a un conflicto regional, pero ha seguido financiando, apoyando y respaldando plenamente las escaladas de Israel. El New York Times afirma que «las mayores potencias del mundo no pueden detener una guerra en Medio Oriente» y que «la capacidad de Estados Unidos para influir en los acontecimientos de Medio Oriente ha disminuido». Estados Unidos tiene el poder de detener el genocidio y las recientes escaladas deteniendo los envíos de armas, pero, como explica Samuel Karlin «Israel desempeña el papel vital de ejecutor de los intereses estadounidenses en Medio Oriente».

En este contexto, Biden está incluso llevando más tropas estadounidenses a Medio Oriente para apoyar a Israel. En 10 meses, Estados Unidos ha enviado 50.000 toneladas de equipo militar a Israel y más de 6.500 millones de dólares en armas. Esto supone el doble del presupuesto anual habitual de ayuda militar de Estados Unidos a Israel, de 3.800 millones de dólares, un acuerdo de 10 años firmado por Barack Obama. Al mismo tiempo, Donald Trump abogó por una respuesta más dura contra Irán, diciendo en un acto de campaña que Israel debería «golpear primero los sitios nucleares y preocuparse por el resto después.»

Estados Unidos está absolutamente comprometido con Israel como bastión de los intereses imperialistas estadounidenses en Medio Oriente. Nada hará tambalear este profundo compromiso, a pesar de cualquier desacuerdo táctico con el comportamiento de Israel. El hecho de que Netenyahu pueda aprovecharse de ello para escalar hacia un conflicto regional sin estrategia de salida que contrarreste la visión a corto plazo de Estados Unidos para la región es un ejemplo del debilitamiento de la hegemonía imperialista estadounidense. Estas tensiones y las consecuencias internacionales de un conflicto regional podrían abrir un espacio para la intervención de las masas, aprovechando los procesos de lucha de clases que se desarrollaron durante el año pasado. En esta «nueva fase» del desenfreno israelí, la lucha de clases puede desarrollarse en Medio Oriente y en los países imperialistas donde el movimiento por Palestina ya ha sacudido el país.

Por miles, por millones, todos somos palestinos

El año pasado asistimos a un movimiento mundial en favor de Palestina: protestas masivas que han movilizado a millones de personas este año, de Londres a Ciudad de México, de Beirut a Johannesburgo.

Los sindicatos palestinos han pedido a los trabajadores de todo el mundo que detengan los envíos de armas, y los trabajadores de Italia y Bélgica atendieron ese llamamiento. En septiembre, en el Estado español, los sindicatos, junto con varias asambleas de estudiantes surgidas de las acampadas, convocaron una huelga y una jornada nacional de lucha en solidaridad con Palestina. En Estados Unidos, debido a la presión de las bases, muchos sindicatos han emitido resoluciones contra el genocidio. En junio, siete sindicatos estadounidenses que representan a unos seis millones de trabajadores enviaron una carta a Joe Biden en la que pedían a su administración que «detenga inmediatamente toda ayuda militar a Israel».

Parte integrante de este movimiento por Palestina ha sido una oleada masiva de judíos antisionistas que han puesto fin a la narrativa de que el antisionismo es antisemitismo y que todo el pueblo judío apoya a Israel, asestando un importante golpe al sionismo y al Estado de Israel.

En todo el mundo nació un movimiento estudiantil que protestaba contra el genocidio y cuestionaba el imperialismo. Un informe publicado por el Harvard Crimson afirma que hubo 3.700 días con actividad de protesta pro-palestina en más de 500 escuelas estadounidenses, incluyendo acampadas en más de 130 de ellas durante el otoño de 2023 y la primavera de 2024. Los campamentos cuestionaron abiertamente la universidad neoliberal que se gestiona como un negocio, y cuestionaron los vínculos financieros de las universidades con Israel, pidiendo a estas instituciones que desinvirtieran del Estado sionista. Las acampadas de Estados Unidos inspiraron acampadas en todo el mundo.

Estos campamentos fueron objeto de una represión masiva por parte de la policía -que en muchas ciudades está entrenada por las fuerzas militares israelíes- y de las administraciones universitarias. Varias secciones de Estudiantes por la Justicia en Palestina (SJP) y Voz Judía por la Paz (JVP) han sido prohibidas, se ha despedido a profesores y nuevas normas represivas rigen los campus universitarios.

Los estudiantes de posgrado organizados con la UAW en la Universidad de California (UC) mostraron el camino a seguir, organizando una huelga contra la represión. Es difícil sobrestimar lo importante que fue esto. Muchos en la izquierda, incluyendo Left Voice, han dicho durante años que necesitamos utilizar la huelga como arma política; con demasiada frecuencia, la gente decía que era imposible. Ciertamente, la idea de que hubiera una huelga para defender al movimiento palestino de la represión era impensable hace 10 años. Y, sin embargo, ocurrió.

El hecho de que este movimiento por Palestina se haya producido en la potencia imperialista más importante del mundo, principal sostén y financiador de Israel, no es poca cosa. Si hay grietas en el barniz del sionismo, este movimiento en Estados Unidos le ha asestado algunos duros golpes. Una nueva generación de activistas está construyendo una conciencia antiimperialista, estableciendo conexiones entre la lucha por Palestina y la lucha por la vida de los negros, el movimiento obrero y, para algunos, la lucha contra el capitalismo.

Un nuevo movimiento obrero

La huelga de la UAW en la UC forma parte de un nuevo movimiento obrero surgido en los últimos cinco años. La pandemia dejó claro que la clase trabajadora es esencial – como explicó un trabajador de la EMT: «Cuando te das cuenta de que tu jefe te va a matar, cambia tu relación con el trabajo».

Estamos en medio de una oleada de sindicalizaciones y algunas huelgas importantes – desde educadores universitarios, a escritores y actores, pasando por profesores, enfermeras y los trabajadores de la automoción de las Tres Grandes, que consiguieron un contrato histórico con algunas importantes conquistas. En la mayoría de estos sectores, los trabajadores han luchado y aprobado resoluciones de alto el fuego. Por ejemplo, la United Electrical, Radio and Machine Workers of America, que organiza a unos 30.000 miembros, emitió una declaración justo después de los ataques al Líbano instando al Presidente Biden a «cortar inmediatamente toda ayuda militar a Israel, como único mecanismo disponible para conseguir que Israel acceda a un alto el fuego inmediato, antes de que el conflicto se intensifique aún más».

Como dijo el presidente de la UE, Carl Rosen, en una entrevista para Jacobin: «El movimiento obrero estadounidense tiene una responsabilidad especial para detener esta guerra, porque nuestro país es el que permite a Israel hacer lo que está haciendo mucho más que cualquier otro país del mundo.»

La semana pasada, dos sectores clave que tienen el potencial de asestar un importante golpe a la continuación del armamento de Israel fueron a la huelga. 45.000 trabajadores portuarios estuvieron en huelga la semana pasada, uniéndose a los 33.000 trabajadores de Boeing que llevan unas semanas en huelga. Estos sectores demuestran claramente el poder de la clase obrera: La huelga de Boeing costó a Estados Unidos 1.000 millones de dólares de PIB en las dos primeras semanas, mientras que la huelga de los puertos de la costa este y del Golfo, suspendida recientemente, podría haber costado a la economía estadounidense 5.000 millones de dólares al día.

Decenas de activistas sindicales que se organizan con Labor Notes, estudiantes de Rutgers y otras universidades, miembros de organizaciones socialistas y sindicalistas de todo el país se unieron con entusiasmo a los piquetes de los trabajadores portuarios para llevar solidaridad y un mensaje: Los trabajadores portuarios podían utilizar su poder para conseguir sus reivindicaciones básicas y detener el envío de armas a Israel, desafiando a los burócratas sindicales que censuraban lo que los trabajadores tenían que decir a los medios de comunicación y organizándose en solidaridad.

Se ha expresado un entusiasmo similar por la huelga de Boeing. Como informó la escritora de Left Voice Maryam Alanyz

El 18 de septiembre, los estudiantes abandonaron una feria de empleo en la Universidad de Cornell… Su motivo era llamar la atención sobre la presencia de Boeing en la feria de empleo, ya que Boeing es uno de los mayores fabricantes aeroespaciales del mundo y contratistas de defensa que ayudan al genocidio en Palestina. Como parte del paro, los estudiantes también mostraron su solidaridad con los más de 33.000 trabajadores de Boeing que actualmente están en huelga para exigir mejores salarios y condiciones de trabajo. Corearon: «No trabajaremos, lucharemos; ¡no más empleos para el genocidio!».

Estas huelgas se produjeron en Boeing -uno de los mayores contratistas de defensa del mundo que apoya las campañas criminales de Israel en Palestina y Líbano- y en los puertos desde los que Estados Unidos envía armas a Israel. Se trata de sectores estratégicos; en consecuencia, las direcciones sindicales, que representan a más de 12 millones de trabajadores, tienen una importante responsabilidad al no llamar al movimiento obrero a actuar contra el genocidio en Gaza y las escaladas israelíes en Medio Oriente.

La burocracia sindical se interpone en el camino de la solidaridad con Palestina

En mayo de 2024, casi dos tercios de los estadounidenses (64%) apoyaban firmemente o de alguna manera un alto el fuego entre Israel y Hamás, mientras que sólo el 13% se oponía. Mientras el Sur se ahoga bajo las aguas del huracán Helene y las infraestructuras estadounidenses se desmoronan, mucha gente se pregunta por qué hay dinero infinito para armas para Israel y no lo suficiente para atender las necesidades básicas.

En muchos casos, los actuales dirigentes sindicales se interponen en el camino de los trabajadores que realmente utilizan nuestros sindicatos para detener las continuas escaladas y el interminable apoyo de Estados Unidos a Israel, ya sea por oponerse a la organización por Palestina o por décadas de separar la lucha sindical de los movimientos políticos y sociales.

El nefasto papel de la dirección del sindicato es especialmente concreto cuando se trata de la huelga del ILA: la dirección del sindicato comprometió a los trabajadores a seguir enviando armas, permitiendo que los envíos de armas rompieran las líneas de piquete. Como dijo el líder sindical del ILA, Harold Daggett: «Continuamos con nuestro compromiso de no defraudar nunca a nuestras valientes tropas estadounidenses por su valor y servicio y seguiremos trabajando con orgullo en todos los envíos militares más allá del 1 de octubre, aunque estemos en huelga.» Esta misma dirección sindical aplazó la huelga antes de que los trabajadores hubieran conseguido sus reivindicaciones.

Siguiendo una larga línea del sionismo obrero y de los líderes sindicales vinculados al imperialismo estadounidense, Daggett debilitó la huelga de la ILA al no permitir que los trabajadores desataran todo su poder de fuego haciendo una huelga total, incluyendo los envíos de armas.

Otros dirigentes sindicales no son tan francos. La UAW de Shawn Fain aboga de boquilla por un alto el fuego, mientras que al mismo tiempo no ha planteado ningún desafío a la continua fabricación de bombas y ha estado haciendo campaña con entusiasmo por Kamala Harris, quien, si es elegida, no romperá con el férreo apoyo de Biden a Israel.

Está claro que la clase obrera es capaz de detener los envíos de armas y detener la producción de armas y está claro que grandes mayorías de trabajadores quieren un alto el fuego. Depende de la organización y el poder de las bases superar a las direcciones sindicales y convertir las declaraciones en acciones.

Como escribimos en marzo:

Pensemos por un momento en lo que podría ser: que la AFL-CIO respaldara una resolución de alto el fuego. ¿Y si eso significara llamar a los más de 12 millones de trabajadores a movilizarse en las calles? ¿Y si significara que los sindicatos desinvirtieran en Israel? ¿Y si significara que los trabajadores se negaran a enviar armas a Israel? ¿Negarse a producir armas? ¿Y si los trabajadores se negaran a trabajar hasta que acabara el asedio? En un momento en el que la mayoría de los trabajadores apoyan el fin del asedio, esto no es una quimera. Está siendo activamente bloqueado por la dirección sindical vinculada al Partido Demócrata.

En la época del imperialismo, como explica Gramsci, los sindicatos se han convertido en parte del «Estado integral», un aparato para crear y mantener la hegemonía del Estado capitalista. Estamos siendo testigos de cómo los líderes sindicales desempeñan precisamente ese papel para la administración Biden mientras hablamos: por un lado, adaptándose lo suficiente a la presión de las bases para decir «alto el fuego», pero al mismo tiempo, manteniendo a las bases atadas al partido que está cometiendo un genocidio.

El papel de los sindicatos como parte del Estado imperialista integral viene de lejos; los sindicatos han sido nacionalistas y sionistas durante muchas décadas. Los burócratas sindicales han fomentado la pasividad de los trabajadores durante décadas. Hay grietas en el sionismo obrero y en el sindicalismo empresarial que se profundizan por el deseo de muchos trabajadores de utilizar sus sindicatos para luchar no sólo por reivindicaciones de pan y mantequilla, sino también por reivindicaciones políticas. Sin embargo, estamos al principio de este proceso político. Es esencial que la izquierda desempeñe un papel en el movimiento obrero, participando en el paciente trabajo de discusión con las bases para construir una conciencia antiimperialista y luchar con la dirección sindical contra su chovinismo y sus vínculos con nuestros enemigos de clase en el imperialista Partido Demócrata.

El callejón sin salida del Partido Demócrata

El momento político en el que nos encontramos está marcado por las elecciones estadounidenses, para las que sólo falta un mes. Es innegable que la Campaña de los No Comprometidos sacudió al Partido Demócrata, quizá incluso desempeñando un papel en la desbancada de Biden como candidato. Es importante que más de medio millón de personas acudieran a las urnas para intentar utilizar su voto para pronunciarse contra el genocidio.

Aunque hubo un rechazo masivo al «genocida Joe», hasta cierto punto, Harris consiguió inicialmente pasar página de Joe Biden, fomentando el entusiasmo y las ilusiones de que ella sería diferente de Biden en lo relativo al genocidio. Pero el cambio de Biden a Harris respecto a Israel es meramente retórico y simbólico. Tanto Biden como Harris y Trump se mantienen inquebrantablemente al lado de Israel y los demócratas han demostrado no estar dispuestos a hacer ni las más mínimas concesiones al movimiento por Palestina. De hecho, ni siquiera permitieron que un político del Partido Demócrata que es palestino hablara en la Convención Nacional Demócrata. Aunque es esencial reforzar la lucha contra la extrema derecha que representa Trump, la falacia del mal menor es sumamente clara cuando se trata de Palestina.

Debido a que Harris ha negado totalmente incluso las concesiones más mínimas, se hizo insostenible para este movimiento respaldarla públicamente. En su lugar, la dirección del movimiento de no comprometidos está diciendo «Instamos a los votantes no comprometidos a registrar votos anti-Trump y votar arriba y abajo de la papeleta» – animando a la gente a «votar contra Trump y no votar 3er partido».

Está claro que la estrategia de presión electoral del movimiento no comprometido no ha movido ni un ápice a la administración Biden ni a Harris en su compromiso con Israel. En cambio, ha intentado acercar a un sector del movimiento al Partido Demócrata. Los resultados aún están abiertos y Harris puede perder Michigan por su apoyo a Israel, un riesgo que los demócratas parecen dispuestos a correr.

Los Socialistas Demócratas de América (DSA) han desempeñado un papel central en la Campaña de los No Comprometidos, pero incluso más allá de esto, la completa bancarrota de su estrategia de trabajar dentro del Partido Demócrata está en plena exhibición. En 2018, la miembro de la DSA Alexandria Ocasio-Cortez (AOC) fue vista por muchos como un modelo de socialistas en el cargo y una «victoria» para la estrategia de la DSA; su vergonzoso discurso en el DNC solidificó su posición como una herramienta importante para el ala del establishment del Partido Demócrata, perpetuando la mentira de que Harris estaba «trabajando incansablemente por un alto el fuego.» Como escribimos en agosto, AOC ha pasado «de ser la gran esperanza del socialismo democrático a ser sólo otra cómplice del Partido Demócrata».

Siempre fue así como iba a acabar el experimento de la AOC. Aunque hay miembros de la DSA comprometidos con el movimiento por Palestina en las universidades y en las calles, una estrategia dentro del Partido Demócrata siempre llevará a los políticos hacia arriba y hacia la derecha. Aquellos en la DSA que quieren luchar contra el genocidio deben repensar y revisar su estrategia a la luz de los acontecimientos del año pasado y romper decisivamente con el partido que ha supervisado este brutal genocidio. Esto es especialmente importante ya que muchos en el DSA comprenden el papel estratégico de la clase obrera y están desempeñando un papel organizativo en los lugares de trabajo de todo el país. Ese papel esencial en el movimiento obrero debe vincularse a una lucha contra el Partido Demócrata y contra el apoyo político que las direcciones sindicales prestan a los demócratas.

Necesitamos un movimiento que fortalezca a la clase obrera

Grupos como el PSL han crecido en influencia y tamaño en el movimiento por Palestina. El enfoque del PSL en el movimiento obrero es adaptarse y apoyar a la dirección sindical burocrática, en lugar de exigir que las direcciones sindicales utilicen el poder de la clase obrera para detener el genocidio. Es indicativo que no se pronunciaran contra los continuos envíos de armas del ILA durante su huelga. En el movimiento y los campamentos, la orientación del PSL no estuvo al servicio del fortalecimiento de la unidad en la acción y la organización del movimiento estudiantil y obrero.

Mientras hablan contra Harris y Biden, dan apoyo político a movimientos nacionalistas burgueses como el ayatolá en Irán y Assad en Siria. Su estrategia para Palestina es la esperanza de que un mundo «multipolar» ponga límites al imperialismo estadounidense y a Israel. Esta no es una estrategia ganadora para acabar con el genocidio en Gaza y detener las escaladas en Medio Oriente.

Los socialistas deben posicionarse contra Israel y el imperialismo, del lado de los pueblos de Palestina, Líbano e Irán y de sus movimientos de resistencia. Esto, sin embargo, no significa apoyar políticamente el programa del nacionalismo burgués islamista, ni fomentar ilusiones de que una combinación de campaña de presión en Estados Unidos y apoyo político al Eje de la Resistencia conducirá al fin del genocidio. Irán está más interesado en preservar su statu quo que en defender la autodeterminación palestina.

La clase obrera es el camino a seguir.

Nueva etapa del genocidio, nueva etapa del movimiento

Ante la escalada israelí en Líbano, Siria y Yemen, el movimiento debe levantarse y volver a levantar cabeza. Es esencial que al levantarnos contra una posible guerra regional, digamos claramente «desde el vientre de la bestia, manos fuera de Medio Oriente». La contribución más importante que podemos hacer desde Estados Unidos es poner fin a los envíos de armas de Estados Unidos a Israel; interponernos en el camino del apoyo material a Israel.

Como escribimos en noviembre:

Existen antecedentes de sindicatos que han emprendido este tipo de acciones. La International Longshore and Warehouse Union (ILWU), en gran parte como resultado de numerosos miembros trotskistas y anarquistas presionando por acciones obreras contra el imperialismo, ha tomado acciones de solidaridad en el pasado. El Local 10 del ILWU participó en una acción de 11 días en 1984 en la que se negó a descargar piezas de automóviles, acero y vino sudafricanos. En 2008, el ILWU cerró los puertos de la Costa Oeste durante todo el día con el lema «Sin paz, no hay trabajo».

El movimiento estudiantil tiene un papel fundamental que desempeñar, especialmente en la conexión y el fortalecimiento del movimiento obrero. En los campamentos -especialmente en los campus abiertos como el City College de CUNY en Nueva York- podríamos haber utilizado el espacio para organizar y fortalecer el movimiento obrero, convocando asambleas y debates con sectores del trabajo, como los profesores, los trabajadores de la sanidad, etc. Podríamos haber canalizado la energía y la audacia del movimiento estudiantil para construir un movimiento obrero más fuerte. Podríamos haber canalizado la energía y la audacia del movimiento estudiantil para construir un movimiento obrero más fuerte.

El movimiento por Palestina tiene que solidarizarse con las huelgas en curso, hacer un llamamiento a los trabajadores de base para que pasen a la acción y denunciar a los dirigentes sindicales que se nieguen.

Y para los que estamos en el movimiento obrero, significa la paciente tarea de discutir con nuestros compañeros de trabajo, salir a la calle con nuestros compañeros de trabajo y luchar contra los dirigentes sindicales que están con el Partido Demócrata. Significa exigir que nuestros sindicatos vayan más allá de las declaraciones de alto el fuego y adopten medidas tangibles para poner fin al genocidio.

Como escribimos en noviembre:

El movimiento obrero se encuentra en una encrucijada. A medida que se vuelve más combativo -con el aumento de las huelgas y la construcción de más sindicatos- debe romper completamente con el sindicalismo empresarial, el imperialismo y el Partido Demócrata si quiere luchar del lado de Palestina.

Romper con el sindicalismo de negocios, el imperialismo y el Partido Demócrata no está en contradicción con luchar por las reivindicaciones básicas de las bases. Al contrario, van de la mano; para desatar realmente el poder de la clase obrera, debemos luchar y derrotar a las mismas fuerzas que impiden al movimiento obrero defender a Palestina. Es una misma lucha.

La lucha de clases es el camino a seguir

El último año ha sido testigo de un horror inimaginable, pero también de una lucha asombrosa por parte de un movimiento estudiantil en el vientre de la bestia que está tomando conciencia antiimperialista y de sectores obreros que quieren que sus sindicatos luchen contra el imperialismo.

Es este tipo de internacionalismo el que necesitaremos para liberar Palestina. No serán las campañas de presión ni la fe en los gobiernos capitalistas que reprimen a sus propios trabajadores lo que liberará a Palestina. El trotskista palestino Jabra Nichola deja claro que la lucha contra el sionismo y el imperialismo debe ser una lucha anticapitalista:

Así, la lucha contra el imperialismo -inseparable de todas las luchas democráticas- sólo puede ser una lucha contra todas las clases y regímenes dominantes existentes en la región. Esas clases son socios menores del imperialismo; a través de ellas el imperialismo domina la región y sus regímenes son la forma política de esta dominación imperialista. La lucha antiimperialista y democrática sólo es posible como lucha de clase de los trabajadores apoyados por los campesinos pobres…

La clase obrera de Medio Oriente ha escrito importantes capítulos de la lucha de clases en el pasado y volverá a hacerlo: desde la Primavera Árabe a las protestas de Mujeres, Vida, Libertad, a la Huelga General de 1936 en Palestina, a las huelgas generales de los años 80 en Líbano, a las huelgas de la clase obrera en la revolución iraní. Cuando esta clase obrera levante la cabeza -junto a los movimientos sociales y con la solidaridad de la clase obrera mundial y el movimiento palestino- tendrá el poder de derrotar a Israel y conquistar, del río al mar, una Palestina socialista libre.

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