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Astronautas, perros fumando puros y 'nepobabies': as funcionan las 'spin room', la sala de mquinas de la poltica norteamericana

Autor: ELMUNDO

En Europa y Asia hay polticos buenos, polticos malos y polticos psimos. En EEUU, buenos o malos, lo que tienen son autnticos profesionales de la poltica. Hombres y mujeres acostumbrados a entrevistas constante en todo tipo de formatos, a las cmaras, al show, a lo imprevisto y surrealista, a preguntas cmodas e incmodas, a dar la cara cada da, que no es lo mismo que responder. A un circo que es ya perpetuo, sin sentido e ingobernable, que encadena unas votaciones con otra, una historia detrs de otro, un escndalo que enlaza con el siguiente. El sistema tiene todo tipo de peculiaridades, personajes imposibles, y tambin curiosidades como las llamadas ‘spin room’, salas de contacto, de propaganda, de intoxicacin y de control de daos.

Este lunes, millones de estadounidenses vieron en televisin el esperado cara a cara entre J.D. Vance y Tim Walz, los segundos espadas de Donald Trump y Kamala Harris. Asistiendo a ms de 90 minutos de tiras ya flojas, y a las tertulias previas y posteriores en todas las grandes cadenas nacionales, que hicieron, como siempre en los debates electorales, largas programaciones especiales. Pero lo que no pudieron ver, sino apenas atisbar, es lo que ocurre detrs de las cmaras en esas citas escasas y especiales. Lo que ocurre en las ‘spin rooms’, las salas de mquinas de las campaas que no tienen equivalente en ningn lugar del mundo.

Las campaas electorales son espectculos masivos en EEUU, caticos, anrquicos y descentralizados. Agotadoras, imposibles de seguir y de entender sin equipos enormes desplegados de costa a costa. Se organizan mtines en grandes ciudades y pueblos pequeos, muchas veces slo con informacin local, sobre la marcha. No hay un calendario oficial y nacional, sino que se improvisa en funcin de las necesidades de la campaa, de los estados en liza, de los desastres naturales, como ha ocurrido esta semana con el huracn Helene. Y tambin en funcin de los recursos econmicos disponibles en tiempo real.

Y si las campaas son algo masivo, los debates tambin. En Espaa, cuando los aspirantes a la Presidencia del pas o de una comunidad autnoma aceptan un cara a cara es un evento casi privado, organizado, gestionado y prcticamente monopolizado por el grupo que la organiza. Los candidatos llevan a un pequeo equipo, son recibidos por directivos, y como mucho hay un puado de cronistas como observadores. En EEUU es todo lo contrario.

El debate organizado por la cadena CBS el lunes entre los aspirantes a vicepresidentes es el tercero del ciclo poltico, tras el de la CNN en Atlanta en junio entre Donald Trump y Joe Biden que le cost la reeleccin al presidente, y el de hace unas semanas de la ABC en Filadelfia, entre la vicepresidenta Harris y el multimillonario. Y en todos ellos la presencia de medios de comunicacin y de congresistas, senadores, gobernadores y estrategas es masiva.

Hay dos partes, lo que se emite y lo que no. En el plat estn slo los moderadores, dos en cada ocasin este ao, y los rivales. Y un reducido grupo de reporteros para observar en silencio y sin poder interactuar lo que sucede, ya que no hay publico autorizado. Pero detrs, en las llamadas ‘spin room’, hay cientos y cientos de protagonistas movindose libremente, compitiendo por la atencin. Unos conspirando, intoxicando, vendiendo su versin (spin quiere decir eso, dar una interpretacin interesada, partidista, de lo que ha ocurrido o va a ocurrir). Y otros preguntando e intentado extraer informacin, reacciones, balances, contradicciones, confesiones. Sobre todo al terminar.

Las ‘spin room’ pueden ser gigantescas, como en el debate de Filadelfia, o pequeas, como la de la CBS en Nueva York del tamao de media pista de baloncesto con un par de cientos de personas apiadas, cmaras y docenas de estudios improvisados. All estn el resto de cadenas de televisin emitiendo en directo sus programas, los presentadores estrellas que conocen millones de personas, los principales analistas polticos. Y tambin los protagonistas, que entran sin previo aviso pero con carteles en alto con sus nombres, sostenidos por su equipo, explicando quines son. Y permitiendo que quienes estn en la otra punta del local puedan identificarlos sobre el enjambre de cabezas y micrfonos y acercarse.

Antes del debate, pesos pesados de ambos partidos, pero tambin jvenes talentos deseando lucirse y ganar puntos, se prestan al juego, y conceden decenas de minientrevistas o responden a preguntas off the record con la prensa. Se los conoce como ‘surrogates’, algo a medio camino entre portavoces y las “fuentes de la campaa” que se usan en otros pases. No hablan en nombre de un candidato, pero s defienden sus ideas o intereses, y son escogidos por la direccin por su capacidad de influir.

La clave es colocar el mensaje, meter una cua que cale en las tertulias, editoriales y columnas. Y es una oportunidad perfecta para el show y el circo, para lo extravagante, lo ridculo. La verdad brilla por su ausencia y son todos ganadores. Ahora, con la primaca de las redes sociales, se han hecho menos necesarias, pero durante lustros fueron una pieza clave para todos, periodistas y partidos. A los primeros les ofreca acceso directo a mucha gente en poco tiempo. A los segundos, un laboratorio increble para probar eslganes, mensajes y tambin portavoces. Para ver qu funcionaba mejor, qu coga vuelo y quin se demostraba como el ms efectivo colocando la mercanca, averiada o no.

Mientras en otras partes el debate es algo muy acotado, serio, milimetrado, en EEUU no hay reglas cuando acaban los 90 minutos. En el de Nueva York este lunes estaba el astronauta y senador de Arizona Mark Kelly, uno de los que Kamala Harris consider para el puesto de vicepresidente, y uno de los ms demandados por los programas. Estaba, destacado, Donald Trump Jr., el hijsimo del millonario y ‘nepobaby’ en jefe ahora mismo en EEUU, adems del gran valedor de J.D. Vance.

En Filadelfia, despus de que Kamala Harris se impusiera claramente, la campaa de Trump hizo algo sin precedente: bajar al ex presidente a la ‘spin room’ para intentar contener daos y cambiar la conversacin. Trump, fiel a su estilo, asegur que haba sido el mejor debate de su vida y que todas las encuestas decan que haba arrasado (ni una sola le dio vencedor). Pero su presencia fue interpretada unnimemente como seal de la derrota. Eso no impidi que monopolizara la atencin, que los programas del resto de cadenas cortaran sus emisiones para ofrecer su improvisacin. No le sali bien pero demostr por qu es un gigante de la comunicacin con un talento nico.

Problema para el Servicio Secreto

Por eso mismo tambin, J.D. Vance, su segundo, indic antes del debate de ayer contra Walz que acudira a la sala con los periodistas en Nueva York al concluir. Era su forma de intentar cubrir a su jefe, quitando significado a que l hubiera roto el precedente antes. Pero la decisin supuso un quebradero de cabeza para el Servicio Secreto, que decidi cerrar el acceso durante ms de una hora provocando colas inmensas, y para decenas de periodistas atrapados y furiosos. Mientras, Walz haca una de las cosas ms tpicas de los neoyorkinos: irse a un tomar un trozo de pizza a medianoche en la calle.

El ambiente en esas salas es nico, incomparable. Al menos una decena de programas compitiendo al mismo tiempo, escuchndose unos a otros. Polticos carismticos y otros, advenedizos, intentando ganar puntos con sus lderes, pero accesibles para todo el mundo. El primero que llega, pregunta. El que ms cerca est, ms opciones tiene. Sin guion, sin margen para escapar. Y sin prisa ninguna. Don Jr, como es conocido el hijo de Trump, segua presumiendo de la victoria de su elegido pasada la medianoche del lunes, hora y media despus de que hubiera terminado el debate.

Lo normal es ir movindose de un lado al otro de la sala, intercalando entrevistas formales en las grandes cadenas y corrillos improvisados sin saber quin. Estrellas millonarias o youtubers, blogueros o alguno de los personajes estrafalarios que en los ltimos aos proliferan.

Estaba all por ejemplo, destacado, Triumph the Insult Comic Dog, un guiol creado por el cmico Robert Smigel hace 25 aos, llevado a la fama en los programas nocturnos de Conan O’Brien o Steven Colbert, que lleva 20 aos yendo a debates, congresos de partidos y actos de campaa. Una marioneta de un perro fumando un puro y forzando un acento de Europa del Este que se cuela en los planos de gobernadores y senadores haciendo payasadas, burlas, provocaciones. No tiene ningn sentido, y menos en medio de preguntas sobre guerras, el derecho al aborto, deportaciones masivas. Pero a nadie le parece extrao, ni a los polticos, ni a los analistas ni a los reporteros. Lo importante es el mensaje. No importa cmo ni a quin.

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